Capítulo 14
—Mami, ¿voy a jugar con Rich? —por quinta vez, Amalia asintió a la pregunta de su hija. Llevaba repitiéndola desde que salieron del apartamento de Renault y ella comenzaba a ponerse nerviosa, que su hija le gustara su primo obstaculizaba más su posible retirada, pensaba mientras caminaba con ella de la mano.
Unos segundos después, Renault se agachó para tomar en brazos a Madeleine, acto seguido, le dio la mano a ella, así, los tres juntos, se encaminaron a la casa de Jared. Tan rápido como tocaron el timbre, fueron atendido por un hombre de traje que pese a tener un rostro serio, los recibió con deferencia.
—El señor Jared y su hermana los esperan en el salón. Síganme, por favor.
—No te pongas nerviosa, todo estará bien —murmuró Renault, apretando su mano.
Antes de que ella pudiera replicar, Sandra soltó un grito de jubilo y se precipitó hacia ellos.
—¡Dios, Jared, no me habías dicho lo hermosa que es nuestra sobrina! —sin dejar de lucir emocionada, le quitó la niña a su hermanastro y la llenó de besos—. Es toda una princesa, y es igualita a ti, Ren.
—¿Tú cres? —preguntó el orgulloso padre—. Yo creo que es igual de bella a su madre.
—Oh —la cara de Sandra se volvió roja—. Lo siento, Amalia, ni siquiera te he saludo. En mi defensa, tu hija me ha acaparado por completo en cuanto la he visto. Y concuerdo con mi hermano, la belleza la sacó a ti.
—Tampoco es para que me digas feo, Sandy —Renault hizo una mueca como si estuviera ofendido y todos rieron, Amalia incluída.
Luego de ello vinieron las presentaciones. Sandra había viajado desde Estados unidos con su esposo e hijos, y un sobrino de este. Francisco Balaguer, un hombre de cuarenta y tantos años, alto, de pelo castaño y vivaces ojos azules, la saludó como si se conocieran de toda la vida, cuando en el pasado no intercambiaron ni una docena de veces. Los hijos de la pareja, la niña de siete y el pequeño de cuatro, se mostraron un tanto tímidos, pero era obvio que habían heredado la simpatía de sus padres. Sebastián, el sobrino de Francisco, por el contrario fue grosero y se rehusó a darle la mano. Lo que impactó a todos, pero el suceso se olvidó rápidamente con la intervención de Richard, el hijo de Jared.
—Hola, me llamo Richard —se presentó, y le pareció estar frente al doble de Jared, hasta la parada era igual a la de su padre—. ¿Tú eres la madre de Maddie?
—Así es —Amalia enfocó a una joven morena situada al lado de Jared. La señaló—. ¿Y supongo que ella es tu mamá?
Si hubiese sabido el error que cometería con su inocente pregunta, se habría cocido la boca antes de salir de casa.
—Renault, veo que tu mujer aún no aprende a mantener la boca cerrada —espetó Jared. Le dijo algo en el oído a la joven, esta asintió y se llevó a los niños a la cocina. Cuando estuvieron solo los adultos, agregó—: ¿Cómo te atreves a hacerle esa pregunta a mi hijo sabiendo que su madre lo abandonó al año de edad?
—Jared, no seas tan duro con ella —suplicó Sandra—. Tal vez no sepa nada de la madre de Rich.
—No te metas en esto, Sandra —amenazó, sacudiendo la mano.
—Basta —exigió Renault—. Efectivamente, Lía no sabía nada de tu asunto con Rebecca, es normal que dedujera que Melina es la madre de Richard, siempre está a tu lado, cualquiera habría pensado lo mismo.
—Pero otra en su lugar no habría cometido el error de decirlo frente a mí hijo.
—Señores —intervino Francisco por primera vez cuando vio que las cosas se salían de control—. No creo que sea correcto discutir el tema en un momento como este, hemos venido a compartir no a pelear.
Los dos hermanos se alejaron, malhumorados, Sandra aprovechó para tomar de la mano a Amalia y llevarla a un rincón del salón donde pudieran hablar a solas.
—Disculpa a mi hermano, a veces no mide sus palabras, es que el tema de la madre de Richard siempre toca una vena sensible en él —suspiró e hizo un mohín—. No entiendo cómo una madre puede dejar a un hijo, la verdad. Aunque sospechoso que a Jared le dolió más el que lo abandonara a él, a fin de cuentas, Richard solo era un bebé. Créeme cuando te digo que perder a la mujer que juraste amar y proteger no es nada fácil.
Amalia recordó la confesión de Renault, el dolor y la culpa por haber perdido a su esposa e hijo, y no le fur difícil concordar con Sandra: perder a quien se ama te mutila por dentro.
—No te preocupes, Sandra, entiendo perfectamente. Además, cometí un grave error, la reacción de Jared fue acertada, yo habría hecho lo mismo.
—Aun así... —agitó la cabeza con pesar—. Bueno, olvidemos el tema. Si no te molesta, ¿dónde has estado, con tu familia, quizás?
—Eso es —asintió como ausente al recordar a su madre y hermana, que por cierto no había llamado—. Fui a vivir a casa de mi madre, no voy a negar que fue difcil, pero Maddie ayudó mucho, Susane Elorza está loca por su nieta —sonrió. De repente calló cuando se escuchó un quejido infantil.