Inesperado Amor

3. INÉS

Tres días más tarde…

 

¡Ay, qué sueño tan delicioso para tener en este momento! Estoy en medio de un prado, rodeada de yuyos suaves y olor a hierba fresca. Y ahí, frente a mí, está el hombre más guapo que mis sueños pueden imaginar. Sus ojos son brillantes como estrellas y me miran con deseo, mientras que sus labios... ¡Ay, sus labios! No puedo resistir la tentación de acercarme y sentir el calor de su aliento sobre los míos. Nos besamos apasionadamente entre la hierba, revolcándonos como dos enamorados perdidos en un mundo de placer.

Pero de repente, ¡zas! El ruido del bus me saca de golpe de mi sueño romántico. Parpadeo un par de veces, desorientada y miro a mi alrededor. ¡Ahí está! La estación terminal del lugar que será mi nuevo lugar de aterrizaje.

Me levanto apresuradamente, tratando de acomodar mi desordenado cabello y ajustando mi falda que se ha arrugado durante el viaje. Recojo mi mochila con emoción, lista para buscar mi bolso de la parte de atrás, cuando de repente... ¡un tirón! ¡Mi bolso! ¡Me lo están robando!

Sin pensarlo dos veces, activo mi modo de "Inés Maravilla en acción". ¡No hay tiempo que perder! Me lanzo tras el ladrón, con los brazos extendidos como si fuera una atleta olímpica en plena competencia. Grito a todo pulmón para que me ayuden a detenerlo, sin importarme si mi voz suena estridente y poco elegante.

–¡Que alguien lo detenga, por favor! ¡Ayuuuudaaaa!

Corro a toda velocidad por la terminal, esquivando a los pasajeros que miran atónitos mi espectáculo procesando a velocidad de tortuga que estoy pidiendo ayuda. Dios, no puede ser, no puede ser, he venido con lo justo y necesario para mi supervivencia en este lugar, no puedo perder nada. Saco fuerzas de donde no sé que existen y finalmente, logro alcanzar al malhechor que se resbala en un lodazal. Deja mi bolso aquí para ponerse de pie y salir corriendo. Respiro aliviada mientras recupero mis cosas, la cual parece haber sufrido algunos daños en la pelea.

–¡Ahí va mi ropa interior nueva!–susurro para mis adentros sabiendo que el lodo puede haber traspasado la tela del bolso, pero rápidamente me sobrepongo a la situación. Después de todo, ¿qué es una pequeña batalla con un ladrón comparada con las aventuras que me esperan en Sol y Salsa?

–Señorita, ¿se encuentra bien?

Un policía se acerca a mí. Demasiado tarde.

–Sí, gracias–le digo en seco.

–¿Quiere hacer la denuncia?

–¿Denuncia de qué? ¿De que la policía no actúa a tiempo? Porque si quiere que le denuncie, puedo hacerlo.

–Puedo tomarle la denuncia del hombre que intentó robarle sus pertenencias, tenemos a nuestros agentes tratando de encontrarle mediante el sistema público de vigilancia.

Pongo los ojos en blanco.

¡Gracias al cielo que existe el sistema público de vigilancia! Mejor esfuércense porque les funcionen los zapatos para correr cuando a una le quitan las cosas de las manos.

–Está bien, pero tengo que seguir mi camino a mi nuevo empleo, señor oficial–le digo y me alejo de él sucia con lodo y me meto en un baño para tratar de lavar un poco mis cosas inútilmente.

Solo consigo quitarme un poco de mugre de encima y estoy atónita, cómo es posible que me presentaré así en Sol y Salsa. No me queda otra opción.

¡Aquí vamos!

 




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