Inesperado Amor

5. INÉS

Cada paso que doy tras Paula hacia el interior de la casa parece llevarme más lejos de la tormenta emocional que he dejado atrás. Aunque todavía me siento como una intrusa en este nuevo entorno, la gentileza de Paula me ofrece una pequeña esperanza de que quizás, solo quizás, pueda encontrar algo de paz aquí.

Mientras caminamos por el pasillo, escucho el sonido de un bebé llorando y otro bebé riendo en alguna parte de la casa. Me detengo un momento, sorprendida por el contraste entre los sonidos alegres y los pesares que acababa de dejar atrás. Paula se vuelve hacia mí, notando mi reacción divertida, pero ella tiene un gesto de preocupación como si me pidiera disculpas.

–Son los gemelos–dice ella con una sonrisa un tanto incómoda–. Son un poco ruidosos a veces, pero son adorables, solo hay que saberlos llevar. Ojalá Leo y yo pudiéramos pasar más tiempo con ellos para ponerles límites, estamos todo el día trabajando y ya casi que ni tenemos tiempo para nosotros mismos por individual.

Wao, eso sí que me ha sonado a toda una confesión, pero entiendo que gran parte de mi tarea involucra que ellos vuelvan a tener espacio para su privacidad así como lugar para sí mismos.

Asiento con una sonrisa, sintiendo curiosidad por conocer a los pequeños que han estado llenando la casa con su algarabía. Aunque aún no he tenido la oportunidad de verlos en persona, el sonido de sus risas y llantos ya ha comenzado a sentirse como una parte integral de este nuevo capítulo de mi vida y sospecho que serán siempre la música de fondo de este verano para mí de aquí en más.

Finalmente, llegamos a mi cuarto y Paula me muestra el armario con ropa limpia, un gesto de hospitalidad que me conmueve profundamente. Mientras reviso las prendas, siento la necesidad de expresar mi gratitud.

–Estas prendas te serán prestadas para que puedas estar siempre bien vestida, aunque lo más probable es que te las terminemos regalando, por mi parte úsalas a gusto, Ine–me dice ella–, Leo es un poco amarrete y con tantas niñeras que tuvimos piensa que no debemos regalarles más cosas.

–Descuida, Paula, no tienes que regalarme nada, solo te agradecería si puedo lavar en alguna parte mis prendas.

–Descuida, lo mando a la tintorería porque este lavarropas te las limpiará aunque no lo suficiente. Ay, Ine, no sabes lo agradecidos que estamos de que decidas trabajar cama adentro, ¡necesito que alguien se encargue de los llantos a las tres de la madrugada!

¿Estoy preparada para eso?

–Realmente intentaré hacer todo lo que esté a mi alcance, la agradecida soy yo, me están salvando…de una manera que no se hacen una idea–le confieso.

Ella sabe mi historia porque cuando tuvimos la videollamada se la conté.

A continuación me abraza y suspira tras apartarse.

–Todo estará bien–me asegura.

Mis ojos se llenan de lágrimas con gratitud y asiento. Dios, la siento casi como una amiga, es genial.

–Son asombrosos… Tú y Leo lo son.

–Si necesitas algo, me avisas.

Sus palabras me reconfortan más de lo que ella podría imaginar. Después de sentirme tan perdida y sola, encontrar un lugar donde me siento bienvenida es un verdadero regalo.

–Bueno, te dejaré sola así te aseas y te ordenas. ¿Me llevo lo de la tintorería?–me propone tomando mis cosas pasadas por lodo.

–Me lo descuentas de lo de la semana, por favor.

–No digas bobadas, okay. Por cierto, Leo puede ser un poco gruñón, pero tenle paciencia, viene un poco estresado con esto del trabajo, los bebés, las niñeras que van y que vienen, ojalá te quedes fija con nosotros, ¡quién dice que aquel que cuida de dos bebés, también puede con tres!

Parpadeo, aterrada ante la opción, pero le sonrío como si hubiese realizado una broma que me ha sentado graciosísima.

–¡Jaaa, si…!

–Ah. Algo más.

–Soy toda oídos, Paula.

–No me preocupa que te le quedes mirando a Leo. Sé que suele tener ese efecto en todo el mundo, estoy acostumbrada. Sólo ten cuidado, tiene un humor de perros casi siempre. ¡Ponte cómoda y luego te veo! La niñera afuera te dará las indicaciones, ahora regreso a la chamba, je, ¡gracias de nuevo, Ine!

Y se va.

Un momento.

¿Acaba de darme su permiso para mirar al bombón de su marido?

Vaya qué…¿cool? ¡Super moderna! ¿Verdad? ¿O pudo haber sido una advertencia de que notó que casi se me cae la baba al saludar a Leo, pese a que él apenas tuvo un gesto menos que ameno al verme? Cielos, la verdad es que no sé cómo debería interpretar eso, por el momento me llamaré a la discreción con el marido de mi jefa por muy bueno que pueda estar.




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