Entre tortitas francesas y medialunas sacadas del horno, entra Paula y me vuelvo a ella para asegurarme (ya por instinto) que no venga alguno de los bebés listo para meterse en el horno.
Su presencia ilumina el espacio porque trae una enorme sonrisa en el rostro, seguramente buscando darme algo de calma a mí.
Suspiro.
–Veremos cuánto dura–le digo–. ¿Hoy es el último día de Ana?
–Sí, pero Ana se va porque empezará a estudiar Derecho en la UBA y eso es en Capital Federal.
No puede ser que ella se siga creyendo esos cuentos, está claro de que las nuevas generaciones de cristal apenas pueden soportar un poco de presión mientras que uno con casi treinta debe acostumbrarse a trabajar de tiempo completo para compensar las fallas y pérdidas que estos empleados nuevos nos ocasionan.
–Sí, claro, quiero que le preguntes en un par de meses qué tal le está yendo en su carrera, te aseguro que la vas a encontrar atendiendo una santería al pie del Monte Calvario.
–No seas malo, Leo. Lo que Ana decida hacer está bien, no podemos obligarla. Si está agotada, lo entenderé, además nos duró un mes completo.
–Valga récord.
–Le dije a Ine que se quede solo por la temporada, a ver si así la podemos retener más que a la media.
–Vaya, me vuelve el alma al cuerpo.
–Leo, todo está bien–me dice ella acercándose a mí y me besa en la mejilla, tratando de sonreír–. Estoy segura de que hemos tomado la mejor decisión, además tu primo nos dio buenas referencias de la chica.
–¿Ine? Inés se llama.
–Es un modo de cariño para tratarla, quiero que se sienta como parte de la familia.
–Familia y negocios no van de la mano.
–Pero dormirá bajo nuestro techo y alimentará a nuestros hijos. Es de la familia querramos o no, a diferencia de las niñeras anteriores.
La observo detenidamente por un instante, dándome una pausa.
Inés, ¿eh? Me pregunto cómo se llevará con los niños, no tiene pinta de ser alguien con mucha experiencia laboral.
–Estaba sucia–le digo, quizá buscando una quinta pata al gato–. ¿Te dijo qué le pasó como para tener la osadía de venir hasta acá con esa pinta? No sé cómo serán sus valores, pero si yo fuese alguien que acaba de tomar un empleo nuevo, me esforzaría por no llegar con esas pintas.
–Ya mandé con Lidia las cosas a la tintorería.
–Tenemos a un ejército de personas trabajando para nosotros y aún así no podemos con todo.
–Sumamos a una soldado nueva a nuestro ejército, ¡felicitaciones!
Ella se aparta de mí tras darme un beso nuevo, esta vez en los labios y pienso en cuánto quisiera yo tener su manera optimista de ver las cosas.
Sea como fuere, es mejor así a estar discutiendo, a los gritos, entre llantos y pañales que rondan el lugar.
–¿La evaluaste?–le pregunto–. Cómo cambia pañales, la temperatura que le da al biberón, cómo los toma en brazos.
–Le está enseñando Ana.
–Dios santo, entonces no sabe hacer nada.
–¡Será excelente!
–Le tomaré exámen luego.
–¡Le diré que estudie, amor!
Dicho esto desaparece por el pasillo e intento concentrarme nuevamente en el listado de pedidos por salir.
Próximo soldado urgente: ayudante de cocina.
En fin, querida soldado “Ine” que te unes al ejército de los Martino con su campo base en Sol y Salsa. ¡Mantén tus armas en alto y no nos decepciones!