Inesperado Amor

7. INÉS

Después de que Paula me deja sola en mi nuevo cuarto, decido tomar su extraño comentario sobre su esposo como una broma. Tal vez sea parte de su peculiar sentido del humor, o tal vez simplemente esté tratando de hacerme sentir más cómoda, no tendría sentido alguno ponerme paranoica al respecto porque es obvio que no me metería con un hombre casado, menos aún con el marido de mi jefa y aún menos con uno tan guapo y adinerado como es él quien ni en mis mejores sueños me daría siquiera una pizca de importancia.

En su lugar, decido sumergirme en las delicias de mi nuevo hogar por los próximos meses. La cama parece una nube acogedora, con sábanas suaves y almohadas mullidas que me invitan a sumergirme en un sueño reparador el cual se verá interrumpido un par de veces por los handies a mano y las cámaras de la habitación donde están las cunitas de los niños. Tras probar la comodidad del colchón le doy un vistazo a mi armario, quedando fascinada con la opción de que Paula realmente me termine regalando todas estas cosas. Las prendas y las toallas que encuentro son maravillosas, mucho más elegantes de lo que estoy acostumbrada pese a que tienen una pinta de uniforme cómodo de camiseta y shorts deportivos, además de otros pares que son largos. Siento una emoción infantil al imaginar todas las combinaciones que puedo crear con ellas, pero opto por dejarlas tal cual están considerando que son mi mejor alternativa de aquí en más para ir vestida con algo de buena calidad en una casa como esta.

Siguiente parada: la ducha.

Mi propio baño es como un oasis privado, completo con una bañera profunda y reluciente que me llama con promesas de relajación y calma, las cuales no tendrán efecto a menos que algún día quieran tener una salida familiar y darme unas horitas de libertad cosa que no está bien pensar ya que apenas estoy empezando con el trabajo. Me maravillo ante la idea de tener un espacio tan lujoso para mí sola, un lugar donde puedo escapar del mundo y simplemente ser yo misma, todo lo que me dan es muchísimo más de lo que podría haber pedido para un trabajo.

Con una sonrisa en el rostro, decido por la parte de la ducha a fin de que sea rápido y la disfruto como nunca, aunque con un poco de equilibrio de no resbalar con la bañera debajo y sin arrojar mucho lodo alrededor.

Una vez que me siento lista, echo un vistazo a mi aspecto delante de un espejo de cuerpo completo, me peino con un listón el cabello recogido hacia atrás y elevo una plegaria a mi padre para que su alma me acompañe en este momento que tan sola me siento. Todo sería mucho mejor si él estuviera aquí, o eso quiero pensar si no fuera que se quitó la vida hace un tiempo ya. Ese capítulo de mi vida permanece a oscuras y nunca quise hurgar en los motivos, pero considerando la realidad de mi familia, puede que hayan sido económicos. No puedo criticarlo, o eso intento.

Quito mis pensamientos malos y me preparo para salir de mi habitación, asegurándome de dejar todo en orden antes de partir. Sin embargo, justo cuando estoy a punto de abrir la puerta, algo llama mi atención. A mis pies, veo a un bebé pequeño gateando y arrastrando un cochecito de juguete detrás de él.

–¡Hola! Preciosura.

Mi corazón se detiene por un momento al ver al pequeño, sus cabellos finos son dorados y su piel super blanquita. Su carita redonda y sus ojos brillantes me llenan de una ternura inexplicable cuando me sonríe como si le divirtiese chocarme con su cochecito de juguete y sus encías rosaditas. Sin pensarlo dos veces, me inclino y lo levanto en mis brazos, sintiendo su peso ligero y su cálido abrazo en cuanto lo llevo contra mi pecho. Nunca antes he tenido práctica laboral con niños y espero estarlo haciendo bien, pero tomarlo en mis brazos me resulta conmovedor de manera prácticamente intuitiva.

–¡Hola, pequeñín!–murmuro suavemente, sosteniéndolo contra mi pecho–. ¿Qué estás haciendo aquí solito?

–¡Guuuguuuuaaa!

El bebé emite un sonido feliz, gorgoteando en respuesta a mi voz y suelto una risita, divertida por la química inmediata.

Me siento abrumada por una oleada de emociones mientras lo sostengo, sintiendo una conexión instantánea con él. Me prometo a mí misma que mientras esté con este bebé, lo protegeré con mi vida.

Con cuidado cierro la puerta de mi habitación y lo llevo hasta la sala donde supongo ha de estar la niñera quien responde al nombre de Ana. No puedo dejarlo solo, no puedo ignorar el instinto protector que arde en mi interior con esta criaturita. Juntos, enfrentaremos lo que sea que el destino tenga reservado para nosotros. Y en este momento, eso es todo lo que importa.

 




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