No era rica, claro que no. tampoco pasaba hambre, mi familia vivía medianamente estable, aunque no siempre fue así. Tengo recuerdos de mi infancia, en donde podía escuchar; gritos, reclamos, peleas y un sinfín de acontecimientos que a lo largo de mi vida se volvió parte de la rutina. Las cosas habían cambiado con los años, los gritos de antes que zumbaban las orejas de quienes presenciaban las escenas, ahora eran gritos silenciosos, miradas llenas de rencor y un amor que solía confundirme mucho. No tengo mucha información de como se conocieron mis padres, solían contarme de niña que en una noche de fiestas en su barrio, solo se miraron y sucedió. Si me lo preguntas es una historia bastante floja, pero cada quien se conoce como puede.
Tengo una familia numerosa, tengo; seis tíos, seis primos y cuatro hermanos. Siempre bromeo diciéndoles que venimos del diablo, aunque conociendo a mi abuela podría ser posible tener descendencia demoníaca.
— ¿Cómo vas con las clases?. Realmente a Ramiro, mi padre, no le interesa como va mi vida estudiantil, solo está buscando un tema para hablar que disuelva este silencio en el que estamos todos sumidos en la mesa.
— Me va de maravilla, tanto que ya me veo con una beca para estudiar en la luna. Hablo con una emoción como si cada palabra fuera cierta.
—Muy bien. Responde. No se si solo trata de imitarme pero con lo desentendido que es su respuesta no me impresiona ni sorprende. Sigo comiendo mientras mi madre intenta aligerar los suspiros aburridos de los que estamos en la mesa. Miro a mis dos hermanos. Gabriel y Sara. Tanto nombre bonito y le ponen nombres que media población tiene. Gabriel era el mayor, tenía veinte años y Sara era menor que yo, tenía tres años, era todavía una bebé para mí. Mis padres eran padres jóvenes, estaban lejos todavía de llegar a los cincuenta. Sí, yo era la hermana de en medio, aunque a veces deseaba tener la edad de mi hermana menor. Solía cuidar a la menor de la familia de forma bastante seguida, mi hermano era un inútil, problemático y un incompetente en la mayoría de las ocasiones. Mamá no era una mala mujer, de hecho me parecía lo suficientemente buena cómo para estar con un hombre como Ramiro. No crean que odio a mi papá, claro que no. Quitándole su carácter de mierda podría ser un buen padre. Ah y también existen mis dos hermanas mayores, Marlen y Tania no vivían en nuestra casa, a veces solían quedarse y luego se iban. La verdad es que eran bastante raritas, y no, no nos llevamos taaan mal. Solía discutir con Tania pero ¿qué hermanas no pelean?. Marlen era con quien hablaba más cuando se dignaba a venir, teníamos muy buena relación, eso no quitaba el hecho de que fuera mas rara que yo pero era buena persona.
Termino de comer y salgo rápidamente de la sala. Sara se levanta también y me sigue. La cargo y beso su cara repetidamente.
— ¿Quien es la segunda más bonita de la casa, quien? . La sigo besando mientras entro y nos asomamos por la ventana y retiro las cortinas para ver mejor . La miro mientras ella sigue en lo suyo .
— Eh, que lo chismosa se pega. La pellizco mientras se ríe pero aún así no despega su mirada de la ventana. Miro yo también. Hay gente bailando y riendo al frente de la casa. Hay chicos y chicas.
— Mirona. La molesto un poco más hasta que se cansa de la ventana y me presta atención. Siendo totalmente sincera diría que la más bonita de la familia es Sara. Es tan bonita. Su cabello es bastante rizado y largo, es chocolate, sus ojos son grandes y de color miel súper claro. Me ha desbancado esta bebé. Mamá dice que parece más mi hija que de ella por del supuesto parecido que tenemos, pero nah, solo lo dice para que una bebé no me baje el autoestima. Duramos un rato jugando hasta que se cansa de mí y decide acordarse de que tiene una madre, abro la conversación en el grupo que tenemos de amigos y me preparo mentalmente para los siguientes minutos de escuchar sus buenas nuevas y quejas sobre lo terrible que es la vida siendo un adulto.