Jessica Cooper
Ya era sábado otra vez, Rivera por su parte había entregado aquellos trabajos que le había encargado, me sorprendía la capacidad que tenía de trabajar, incluso un trabajo así tendría que tomarle al menos unas dos semanas, pero al revisarlo minuciosamente me di cuenta de que se encontraban todos los datos y ella poseía un grado de conocimientos muy alto sobre el trabajo que me hizo sorprender algún más.
Me encontraba en “Inferus” nuevamente esperando a que ella saliese a bailar en lo que parecía ser un número grupal con casi todas las bailarinas del Club, estaba tomando un mojito mientras recordaba que debería haber estado en casa, pero aquel solitario sitio me deprimía y deseaba no llegar a el a menos que fuese para dormir. Mi padre me había ido a visitar el día que caí enferma en la cena laboral de la empresa, fue a visitarme mientras me regañaba como si fuese su empleada, pero me lo merecía había sido decisión mía el ir al evento.
Pero decidí contarle de un tema más personal a mi padre, tan pronto Joan se fue a buscar unas cuantas cosas que mi padre le había ordenado que hiciera, le pregunté acerca de lo que debería hacer si me había gustado una de las empleadas de la zona administrativa, mi padre por su puesto tenía una cara de sorpresa, pero me hizo una gran recomendación y sonreía mientras recordaba sus palabras:
“Si es una empleada común, comienza a darle más trabajos que prueben su valía y puedes ascenderla a un puesto más alto para que tengas más excusas de verla”.
Mi padre después de unos cuantos consejos más me deseo suerte y me dio un beso en la frente como solía hacerlo las noches de mi infancia cuando tenía tiempo después de trabajar, el día de hoy traía mi traje a la medida con un color azul oscuro que parecía más negro por la oscuridad que había en el Club indicándome que la función de las chicas estaba por comenzar.
De repente la música comenzó a sonar en todo el sitio, mientras los reflectores salían uno a uno apuntando a la entrada donde comenzaron a salir las bailarinas con poca ropa, que poco a poco comenzaron a bailar en la pista de baila con la mirada del público, hasta que finalmente salió Rivera, como siempre se veía tan bella con esa melena oscura y curveada que tenía, me sorprendí como nubló mi vista y lo único que me hizo enfocarme fue en ella, sentí pena por las demás bailarinas por el magnetismo que “La intocable” lograba.
El dinero que estaba en la pista de baile era mayor al usual, debido a la presencia de todas las bailarinas que estaban, pero las bailarinas comenzaron a bajarse de la pista y acercarse a los hombres que se encontraban más cercanos a esta y fueron a quienes les extendían ola mano , ellos les daban propinas que se colocaban en su brasier para guardarlas para después, la música como siempre en ese sitio cada vez que salían las bailarinas, emanaba sensualidad, me sorprendí al ver como la única que no bajó de la pista era Rivera, a quién le seguían lloviendo los billetes de los hombres que como yo, la veían esa noche.
Al terminar la gran presentación del sitio, decidí ir a la parte trasera, en donde ya los dos guardias que parecían unos gorilas me dejaban entrar por órdenes de Rivera, así que me quedé esperándola en la sala común que tenían los bailarines del lugar, en uno de los asientos de tela que había en el sitio, alguien me tocó el hombro y por reacción volteé pero no era Rivera, era otra chica, era guapa, pero no se parecía en nada a rivera.
—¿Sabes qué a los clientes frecuentes se les puede dar un trato a aún más especial? —. La mujer susurró a unos cuantos centímetros de mí, me quería levantar del lugar, pero ella me lo había imposibilitado—. Por un poco más de dinero podemos ayudar a esa solitaria pero bonita cara que tienes.
¿De verdad me veía tan solitaria? Una voz contestó en mi cabeza que si frecuentaba esos sitios era que quizás y lo que la extraña me decía era verdad, pero yo no quería tener nada con nadie en ese sitio a excepción de Rivera que era la razón por la que seguía viniendo cada sábado a ese sitio, pero observé como una mujer detrás de mí le dijo a la chica que se quitara, era la voz de Rivera, quién me jaló del brazo haciéndome levantarme del sillón en donde estaba donde pude observar la cara de enojo de la chica que había llegado.
Rivera comenzó a caminar rápidamente mientras llegamos a una de las cabinas privadas en donde no se escuchaba nada más que el sonido de una escoba barriendo, Rivera dejó la puerta abierta mientras la veía sentada con los brazos cruzados, por su expresión se veía molesta.
—Te descuido un segundo en este sitio y te vas con una de las bailarinas más fáciles del lugar—. Dijo con un enojo Rivera mientras yo la interrumpí.
—Ella llegó, yo te estaba esperando a ti—. Le dije mientras tomaba su mano, pero ella por su enojo la rechazó haciéndola a un lado—. Solo por eso vengo los sábados, solo a verte a ti.
—Como todos los demás lo hacen—. Su rostro cambio a ser más triste, me preocupé por ella, quien se quiso levantar para irse, pero la sostuve fuertemente y al voltear pude ver una cara triste por su parte—. Tan pronto terminan la presentación se van y regresan como si nada cada sábado en la noche.
—Yo estoy aquí, no me he ido—. Dije de forma obvia mientras ella golpeaba mi hombro con enojo, pero le vi esbozar una sonrisa—Además te veré el lunes con aún más trabajo.