Jessica Cooper
Cuando salí de la casa de Rivera y me subí al carro sin decir una sola palabra, Joan solo me tendió una sonrisa y avanzamos, después de un rato comenzó a hablar con su típica voz alegre que lo caracterizaba haciéndome sentir en confianza de decirle como había estado la velada.
—¿Qué te ha parecido? —. Le pregunté mientras el giró a la derecha y seguía avanzando por el camino en el que habíamos ido por primera vez.
—Una casa pequeña pero que tenía todo lo que se necesitaba, la comida igual me ha parecido muy buena, además sé que ella será una buena empleada en el sector, fácilmente le veo avanzando poco a poco dentro de la empresa.
—Te invitaría un trago de todas las verdades que dijiste—. Él simplemente rio mientras asentía emocionado—. Pero ya es tarde y mañana tenemos que ir a trabajar en las mejores condiciones ya que pronto será el viaje laboral, y no quiero que se nos junte todo estando de viaje cuando se supone que deberíamos de estar divirtiéndonos
De repente las llantas del carro comenzaron a resbalar mientras sentía como el carro se detenía, no podía observar que era lo que había ocurrido, traté de maniobrar al conducir, logrando dejar aparcado en auto en una banqueta con las llantas desinfladas. Traté de salir del carro, pero por los cristales en donde estábamos los dos, dos armas que brillaron en la noche nos apuntaban.
Los hombres nos pidieron salir del carro mientras revisaban desesperadamente los asientos y cajones con los que contaba el carro, nos hicieron descender del carro mientras nos alejamos de éste, si alguno de esos dos tipos nos llegaba a dar, ¿A dónde iríamos?
—¡Manos arriba! —. Gritaba uno de ellos, el más alto, no podía ver sus rostros, tenían máscaras-. ¡Hagan caso o les reventamos un tiro en la frente!
El miedo no me dejaba pensar, sentía como mis manos temblaban, posiblemente por el miedo que estaba sintiendo en ese momento, no podía apartar mi vista de esos dos hombres que habían aparecido de la nada. Los tipos vaciaron todos los huecos con los que contaba mi carro en donde había unos diez dólares en cada uno, posiblemente tenían unos cien dólares con unos cuantos centavos, mi mente estaba como centrada pero a la vez alejada, una sensación desagradable.
Los tipos abrieron la cajuela mientras veía como Joan apretaba sus dientes haciendo que su mandíbula resaltara, uno de los tipos enmascarados tiró la maleta mientras del otro los veía, él quiso impedirlo, lo agarré con mis manos mientras del tipo le apuntaba a la cabeza.
—¡¿Qué mierda haces?!-. Grito alguien desde el fondo, mientras que los otros dos guardaban las cosas, el tercero disparó al cielo haciendo que todos nos espantáramos y los enmascarados se quedasen en el sitio.
Era Rivera, no entendía lo que estaba pasando en ese momento, ella le dio una cachetada a los dos enmascarados a quienes le pude ver el rostro, hombres morenos con rasgos toscos, parecían que los hombres enmascarados eran parientes, tenían cierto parentesco.
—Llévense el carro de mi jefa—. Rivera se detuvo antes de decir mi nombre posiblemente-. Llévenlo a la vulcanizadora y cámbienle las dos llantas que ustedes pincharon, no cobrarán hasta dentro de un mes, ¿Me oyen?
Los dos sujetos se llevaron empujando mi carro mientras veía el notable semblante de Rivera, estaba furiosa, o enojada, no sabía decir realmente cuál era su estado de ánimo en ese momento, le vi un tintineo en sus manos mientras veía como apretaba los dientes posiblemente para evitar maldecir
—Una disculpa—. Rivera se disculpó mientras levantaba una de las bolsas que habían sacado del carro pero Joan tenía un semblante serio mientras miraba con los ojos entrecerrados a Rivera-. Puedo ofrecerles mi casa si desean quedarse o puedo llamar a un taxi para que pase a recogerlos, de verdad, que pena, pero regresé por que se les habían olvidados sus llaves
—Gracias, llamaré a uno de mis choferes para que venga a buscarme, pero de mientras, ¿podríamos esperar en tu casa en lo que llega? —. Pregunté mientras Natalie asentía ansiosamente, Joan solo me siguió y fuimos caminando de regreso a la morada de Rivera, quién fue todo el camino disculpándose por la actitud de quienes eran sus vecinos.
Al llegar ella simplemente nos ofreció un poco de agua mientras un silencio incómodo reinaba sobre nosotros, me parecía realmente sorprendente la cantidad de delincuencia que existía en ese barrio, pero parecía que Rivera ya estaba acostumbrada, ya que había llegado a abofetear a aquellos que llegaron con armas en busca de quitarnos el dinero.
Ella simplemente hablo un poco de la situación que se vivía en ese sector del Bronx, y que era un problema para las personas ajenas al barrio que llegaban, normalmente nunca regresaban ya que solían quitarles sus cosas de valor. Incluso si me preocupaba y me sentía asustada, Rivera lo veía como algo normal.
—Creo que no fue tan buena idea venir—. Dijo Joan mientras se acomodaba su reloj en su muñeca al igual que su traje que le había quedado un poco desacomodado—. Siento haber hecho un plan sin siquiera consultarle Rivera.