Natalie Rivera
Acababa de terminar mi jornada laboral del viernes en Cooper y pero en esta ocasión decidí ir directamente a casa, ya que no tendría la presentación del sábado por haber pedido permiso, aunque el jefe había estado reacio, terminó accediendo con la condición que el próximo sábado haría una presentación doble, por lo que terminé accediendo para que me dejase ir, simplemente tendría que practicar lo que no haría durante esta semana, observé la nieve caer, pensaba que el invierno estaba en la cuidad, pero pronto, terminaría el año y sabía que cosas mejores vendrían.
El estar en casa sola me relajaba, era algo muy cómodo, y mi hermano llegaría hasta la noche que era cuando terminaba su turno en el club, por ello me coloqué cuna camisa cómoda con un corto short mientras caminaba descalza en casa, coloqué salsa mientras me ponía a limpiar el departamento para que estuviese limpio, siempre pensaba que cualquier actividad con música era más disfrutable.
Estaba bailando mientras metía pasos de baile coordinándome con las barridas que le daba al piso, me estaba disfrutando con mi lista de reproducción que tenía exclusivamente para poder realizar este tipo de actividades, pero al terminar las canciones decidí apresurarme, para poder bañarme y tomarme el día de forma cómoda como me lo merecía.
Escuché como tocaron el timbre de mi departamento, extrañándome, ya que mi hermano llegaría hasta la noche, pero igual tomé una de las palas de maderas de la cocina para abrir preparada, solté el pestillo de la puerta y no podía ver ya que mi puerta quedaba al final de un pasillo sin ninguna forma de ver quién se encontraba al otro lado de la puerta.
Pero al abrir me quedé consternada, mi padre se encontraba al otro lado, José rivera quién lo veía con su típico bigote poblado pero canoso, la vida le había puesto los años encima, me sorprendí el verlo allí, pero le pedí que se quedara en el porche del apartamento que daba a la calle y que si tenía algo que decirme me lo dijera de frente como las cosas se debían y tenían que decir.
—Pensé que estabas muerto—. Fue lo único que le pude decir al hombre que llevaba tantos años sin verle y que desapareció en el momento donde más necesitaba ayuda—. ¿Qué haces aquí?
—Simplemente quise venir a ver las cosas, han pasado tantas cosas estos años que ya puedo regresar sin ningún problema, pero deseo hablar contigo—. Me dijo él mientras yo seguía con la mente en blanco, el impacto de la situación me superaba y no sabía que decirle.
Sabía que nadie me diría nada si lo veían en la calle, eran contadas las personas que recordaban a mi padre, quién tan pronto las deudas comenzaron a hacerse notar cuando los prestamistas llegaban hasta la puerta de mi hogar, fue cuando él decidió desaparecer de mi vida y a de mi hermano Rogelio, dejándonos totalmente desamparados e incluso viviendo unos años en hogares provisionales, rezando para que no fuéramos separados durante procesos.
—Solo pasaba a decir hola —. Exclamó él con una sonrisa que me pareció meramente cínica—. ¿Cómo has estado?
—Después de tantos años, tienes la decencia y vergüenza de aparecerte como si nada, ¿Qué es lo que quiere señor Rivera? —. Me reusaba llamarlo padre, él no había estado como figura paterna en ningún momento durante los últimos años—. Le recomiendo que se vaya y que jamás regrese, no pretendo entablar ninguna relación con usted, señor.
—Pero tú no sabe por qué me fui, simplemente hay que hablar como dos adultos—. Lo vi acercarse un poco a la puerta por lo que extendí mi mano, para que no siguiese avanzando—. Solo quiero hablar contigo.
—Entonces no intente entrar a la casa porque no lo hará—. Le dije firmemente mientras el solo suspiraba y comencé a hablarle de forma un poco hostil—. Y si no desea hablar, siempre puede retirarse y no volver.
—Cuando tú eras una pequeña niña, tu madre y yo éramos adictos a las apuestas, pero fue tu madre quién decidió irse a las grandes ligas y comenzar a pedir préstamos, yo sabía que mi máximo era gastar mi salario mensual, pero tu madre no quiso dejar ese como su límite, así que decidió comenzar a pedir préstamos por doquier y pues ya sabes que pasó —. Observé la mirada de ese hombre que estaba enfrente mío, una mirada arrepentida y dolida.
—Pero eso no explica el por qué te fuiste tantos años—. Lo interrumpí, ya que no deseaba escuchar del como mi madre se había quitado la vida, ni tampoco algo que yo ya tenía como conocimiento—. Pero él retomó su relato como si yo no hubiese hablado.
—Fui guardaespaldas del señor Cooper por un tiempo y fui capaz de ver varias cosas que no me hubiera gustado ver, pero entre todas ellas, encontré a una gran persona, a Paul Ajax—. Estaba pensando a creer que eso era una broma hasta que vi el semblante serio de José mientras hablaba—. Él me ayudó con varias de las deudas que tu madre te dejó, si no serían incluso más, por eso decidí apoyar a Paul cuando él decidió acusar a el señor Cooper quién dejó caer muchas demandas y demás guerras legales que yo no tenía para pagar ni aguantar y lo mejor que se me ocurrió fue fingir mi muerte, dejándolos desamparados, siento tanto haber sido un padre ausente y cobarde, de verdad, lo siento tanto.
—Vete, no deseo hablar contigo y no regreses—. Le dije mientras sentía como mi voz se quebraba, pero no quería que el me viese así.
—Pero seguiré rondando por aquí—. La sonrisa que me dedicó me produjo escalofríos, pero vi cómo se despidió de mi mientras caminaba lejos de mi hogar.