Jessica Cooper
Observé mi pequeño reloj en la sala mientras veía el día, ya era un miércoles a las nueve de la mañana y casualmente no me encontraba en mi oficina como usualmente pasaba los lunes en las mañanas, pero algo que tampoco era usual era contar con la presencia de alguien más en mi solitario apartamento, y se encontraba Rivera.
Me encontraba en la cita más larga de toda mi vida, con un total de dos días, básicamente no me había despegado de ella e incluso si le decía a ella si quería dejar la cita, ella proponía ir a otro sitio, y me agradaba esa iniciativa de parte suya, en ese momento me encontraba en mi balcón mientras tomaba un poco de café sin azúcar como acostumbraba a hacer durante cada mañana y sentí como unos brazos me envolvieron por mi cintura mientras recibía cortos besos por mi cuello.
Al voltearme un momento a verla, me quedé nuevamente sorprendida por aquella mujer con ese tono cobrizo brilloso y ese bello rostro que era adornado con aquella sonrisa aperlada que ella tenía, su esponjada per sedosa melena era algo que me gustaba mucho, pero en si era su esencia la que me hacía emocionarme con su simple presencia.
—Parece que alguien se levantó de buen humor—. Me dijo ella para después recargar su rostro en mi hombro mientras mirábamos al frente.
—Tenerte a un lado al despertar se convirtió en algo que no sabía que necesitaba—. Le dije ella mientras me avergonzaba por mis palabras—. Es la primera vez en mucho tiempo que me daba cuenta de que tan solitaria era mi vida. Siempre la gente se acercaba a mi con intenciones de querer buscar algo a cambio, nunca llegaba alguien de forma desinteresada, solo podían ver a la hija del señor Cooper quién se encarga de la empresa de su padre y que tiene cara de ser una desagradable persona.
—Tú no eres ninguna de esas cosas—. Ella tomó mi rostro entre sus manos mientras me decía esas palabras con una seguridad impenetrable—. Además, te recuerdo que tu fuiste la primera en entrar y decirme: “Dime tu precio"
Cosa que me hizo reír por la veracidad de su actuación imitándome, mientras recordaba que el sábado había pasado y por primera vez en semanas, no había ido a “Inferus", pero era porque Rivera tampoco había ido, me preocupaba la situación de que ella estuviese tan alejada, al igual que el tema de su padre, si ella quería no retomar la relación de padre-hija con ese hombre, se encontraba en todo su derecho, pero la cuestión es que ni ella sabía si ese hombre volvería o no.
Tenía que ayudarla con un departamento o seguir dejando mi casa, pero sabía que Joan se podría enojar si la viera aquí y me daría un sermón larguísimo del porque no debo de salir con gente que trabaje en el mismo ambiente laboral que yo, y por no querer escuchar eso, lo que mejor me parecía era conseguirle un sitio bueno en donde pudiese vivir y moverse con seguridad y no con el constante miedo de que el hombre que según era su padre, le pudiese hacer algo potencialmente malo.
Observé como ella se veía incluso más feliz que ayer que había estado todo el día llorando, así que me armé de valor mientras le tomaba la mano, me sentía un poco nerviosa, yo, una persona que ni siquiera para hacer negocios se sentía presionada, pero ya veía por que decían que el amor y los negocios eran cosas totalmente distintas.
—¿Qué opinas si comenzamos a salir pero de una forma más oficial? —. Le dije mientras ella abría sus ojos sorprendida por mi pregunta arrepintiéndome de haberla hecho—. O podemos seguir de esta forma si tu deseas.
—¿Bromeas? Está es la primera vez que estoy en una cita tan larga Jess—. Ella dijo mi apodo mientras me alegraba por referirse de mi en esa forma—. Si así serán todas las veces que estemos juntas, por supuesto que sí.
—¿Entonces en un sí? —. Pregunté con nerviosismo mientras frotaba mis manos en señal de nerviosismo, pero ella se acercó un poco para darme un beso en los labios para después verla sonreír y quizás yo también me encontraba igual de sonriente como ella, y nos fundimos en un largo abrazo donde pude sentir el olor de su cabello.
Solté unas cuantas carcajadas nerviosas mientras ella solo sonreía y me decía que iría a bañarse, habíamos pasado horas atrás a su hogar para buscar unas cuantas mudas de ropa ya que ella había tomado la decisión de quedarse en mi casa todo lo que durase el viaje que terminaría el día de mañana que todos regresarían a trabajar, junto a Joan a quién le diría la gran noticia, como él era mi mejor amigo debía de ser de los primeros en enterarse, y además no era como que hubiesen tantos a os que tuviesen que contarle, las personas que podía decirles y con las que les tenía confianza eran contadas con una sola mano.
Mientras Natalie se encontraba en la bañera solté un chillido ahogado tapándome con una almohada por la emoción y me ponía a pensar sobre el tema de la vivienda de Rivera, quizás sería una buena idea ver los sitios cercanos, yo lo pagaría, ya que aquel barrio donde habíamos entrado me traía malos recuerdos y era muy peligroso, los únicos que no sabían del peligro eran los residentes de ese barrio y era por que ellos eran los que provocaban el peligro de la zona.
Comencé a buscar por mi celular departamentos cercanos a la empresa e "Inferus", que a la redonda estaban a unos diez minutos, además sería incluso más fácil para mi si decidía pasar el tiempo con ella, solo tenía que venir en menos tiempo, serpia reducir dos tercios del tiempo que me tardaba de ir de Manhattan al Bronx en carro sin el peligro que saliese asaltada por los vecinos de Rivera.