Inferus

Capítulo 34

Natalie Rivera

Muchas cosas habían pasado desde la boda del señor Cooper, pero había que ir por partes, la primera era que había logrado avanzar en la empresa de Jessica, me encontraba de secretaria de la presidenta, aunque en este momento se encontrase Sara en la jefatura de la sede de Manhattan, había dejado su puesto en Londres por órdenes del señor Cooper cuya vida había cambiado en un solo parpadeo.

Las pruebas habían sido contundentes en su caso, era verdad lo que había dicho Paul sobre el lavado de dinero, además de creación de empresas fantasmas para poder mantener una rentabilidad en ellas, además de la trata de personas que fue lo que le dejó bastante dinero para armar un monopolio que le había dejado a Jessica.

Por mala suerte ingresó al mismo reclusorio en donde se encontraba Paul y sabía por palabras de Sara que le estaba haciendo la vida imposible, pero lamentablemente no se podía hacer nada, Paul era quién llevaba más tiempo en la cárcel y se había hecho de respetar dentro de la jerarquía de reos que estaba en el lugar, garantizando que la vida de el señor Cooper no fuese para nada cómoda.

—Ya he terminado con los archivos de esta semana—. Le dije a Sara quién solo alzaba la vista y me aplaudía, era sorprendente como había hecho una amiga con ella que incluso podía ser un poco molesta por lo tonta que podía llegar a ser—. Iré a ver a Jessica.

—Solo cierra al salir y nos vemos mañana Natt—. Me dijo ella mientras se despedía de mi ya que yo comencé a caminar rápido por la prisa que tenía de ir a ver a Jessica.

Decidí ir en el deportivo que Jessica tenía, seguía viviendo en el departamento que ella me había comprado, y mi hermano ya se encontraba viviendo conmigo y tenía pocos meses de haber entrado a trabajar a Cooper, estaba en el sector administrativo, tal y como yo lo había hecho, sorprendiéndome de como tres años habían pasado volando desde la fatídica boda del señor Cooper.

Observé un poco de los edificios pero sin perder la vista en la carretera y observé el antiguo sitio de “Inferus”, que ya no se llamaba así, se llama Taco Lucha, un restaurante de comida mexicana que estaba vendiendo muy bien debido a la excelente localización que el sitio tenía, que había sido comprado por unos cuantos empresarios que tomaron la oferta de un abandonado “Inferus” que subía mi egocentrismo al recordar que por mí, el lugar se mantuvo en flote hasta que me fui que comenzó a decaer de golpe.

Recordé con melancolía aquel primer encuentro que había tenido con Jessica, aquella frase que me dedicó seguía encendiendo algo en mí, me sentía como si al escucharla me hubiese metido a un lugar sin salida, ya que con ella lo único que siguió fue el avance, no hubo un retroceso en ningún momento, hasta el día de la boda que hubo un detenimiento por parte de ella.

Decidí entrar al estacionamiento del hospital, para entrara corriendo a la recepción en donde la enfermera que se encontraba allí solo me sonrió y yo entré a la habitación 26, en donde se encontraba Jessica. Habían pasado tres años desde que había entrado en coma, ella no pudo recuperarse de aquellos disparos que Joan le proporcionó en la boda de su padre, cuando llegaron los paramédicos ella ya no respondía, los médicos ya habían perdido la esperanza, pero yo no lo hacía, yo a ella le debía muchas cosas, teníamos tantos planes juntas que no podía dejarlo tan fácil.

Hubo algunos que no pudieron aceptar que Jessica se encontraba en ese estado, por lo que decidieron dejar de esperar y ya no seguir con la culpa, y ese fue Joan, quién tomó la decisión quitarse la vida al darse cuenta de todo lo que dijeron los doctores, que incluso si lo dijeron de forma acertada, fue culpa de quién disparó que ella se encontrase en ese estado.

Al menos  decidió irse dejando las cosas bien, todo el dinero que el había juntado a lo largo de sus años, fue donado a Jessica en caso de que se levantase algún día, y dejó una larga carta explicando la tristeza y la culpa que le carcomía todos los días, pero incluso entre todo eso , colocó los sitios en donde se encontraban cuerpos que él había asesinado por querer alejarlos de la vida de ella, ayudando a los familiares de aquellos desaparecidos permitirles un funeral correcto y un descanso a los corazones de aquellos pobres familiares que no supieron sobre sus víctimas hasta el momento que su agresor decidió hablar.

No pretendía defenderlo, él pensaba que sus motivos eran los correctos incluso si moralmente no eran buenos, pero esperaba que él encontrase alguna especie de consuelo a esa culpabilidad que tantas veces destacó en su carta suicida, me alegraba que gracias a su dinero podíamos pagar los gastos hospitalarios que suponían al tener a Jessica tratada de esa forma en el hospital para no tocar ni un solo centavo del dinero de ella.

—Hoy fue un buen día cariño—. Le dije mientras acariciaba el dorso de su mano y le hablaba como si se encontrase dormida—. He terminado mi trabajo de la semana, mi hermano sigue esperando que te recuperes, quiere volver a ir los partidos de beisbol contigo y explicarte todo, tu padre sigue igual en el reclusorio y pues Sara sigue haciendo un estupendo trabajo en tu lugar, pero nada se compara a ti.

Siempre albergaba en mi corazón la idea de que ella me respondiese, aunque sea que solo me dijera un sí, algunas veces lloraba por las múltiples cosas que pudimos haber hecho, cosas que pude haber dicho, dado, muchas veces me entristecía el pensar en esas cosas, ya que de haber sabido que habría detenido todo de forma tan abrupta, hubiese hecho mucho más, me hubiese acercado mucho antes a ella, la hubiese hecho mía desde el primer momento que la vi con aquellos trajes a la medida que ella siempre tenía que me hacían perder mi mente por lo bien que le quedaban.




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