Capítulo 7

Después de tres horas discutiendo con los dioses y demonios, Lucifer se marchó a su palacio. Lo que quería Lucifer en ese momento era relajarse y olvidarse del problema respecto al hombre con túnica dorada.
En el momento que pudo sentarse en su trono, una mujer con un vestido blanco y cabello negro caminó hacia él. Aunque iba descalza, sus pies no mostraron el más leve indicio de suciedad.
 —Tenemos órdenes del paraíso.
Lucifer dio un largo suspiro mientras se quitaba la chaqueta y se desabrochaba los dos primeros botones de la camisa y sus gemelos.
 —¿Qué quieren los de arriba?
 —Tu hermano Uriel ha visto todos los futuros posibles, y en todos la Tierra estaba casi destruida. Según el mensaje, alguien liberará algo de la zona central, para buscar a quien entrará en la zona central han dejado que tanto dioses como héroes vayan a la Tierra a investigar.
Lucifer miró a la mujer y dio un suspiro de alivio.
 —Al menos he hecho bien en dejar a John ir la Tierra.
Al escuchar que John había ido a la Tierra, la mujer miró estupefacta a Lucifer.
 —¿Que has dejado a John en la Tierra sólo?
 —No te preocupes Lilith, es lo suficientemente fuerte como para igualar a un héroe en una pelea.
 —¿Y a Thor?
Lucifer sonrió con la pregunta, no creía que Thor se uniera a esa búsqueda ya que era un adicto a la guerra y a las luchas, al igual que todos los dioses nórdicos.
Tras unos segundos, Lucifer miró a Lilith la cual seguía con un semblante serio.
 —No sólo ha ido Thor. También han ido Hércules, Horus, Odín, Zeus, Ra, Afrodita, Hera, Metatrón y... Miguel.
El semblante sonriente de Lucifer cambió con cada nombre a uno más serio, pero cuando escuchó que Miguel y Metatrón también habían descendido se le heló la sangre.
 —¿Con Metatrón te refieres al lameculos, y con Miguel al supuesto rostro de Papá? ¿Mis hermanos que son los más cercanos a mi orgulloso padre?
 —Puedes decirlo de esa forma.
Lucifer se levantó y mostró sus alas blancas de ángel, en ese momento desapareció con una ráfaga de aire repentina. Al cabo de unos segundos, volvió a aparecer.
Lilith no necesitaba preguntar, se podía imaginar que Lucifer no había logrado atrapar a John antes de que atravesara el portal, o que el portal ya se había cerrado antes de lo previsto.
 —Ahora mismo sólo podemos pedir al subconsciente de John que no se encuentre con ninguno.

John apareció frente a una ciudad con una gran catedral antigua. Al escuchar a los habitantes hablar en francés supo dónde estaba.
 —He tenido suerte... siempre quise visitar la catedral de Notre Damme.
John suspiró y sonrió. El portal que enviaba a las parcas a la Tierra era distinto del portal de regreso al infierno. El portal de regreso conducía a las parcas a su zona de origen mientras que el portal a la Tierra los enviaba a donde había almas prófugas, aunque la preocupación de John se debía a que no quedaban más almas que se habían escapado por lo que creía que no funcionaría.
Lo que no sabía John era que esa regla sólo se aplicaba a las parcas, alguien como él estaba exento de esa regla, por lo que el portal lo envío a un sitio donde necesitarían ayuda. Eso era posible porque el portal, al igual que las montañas infranqueables del infierno, fueron creaciones de Dios destinadas a ayudar a las parcas.
John sacó del bolsillo de su pantalón una canica negra. Cuando la mantuvo en su palma, de los laterales de la canica salieron ocho agujas pequeñas mientras que en el frente apareció una esfera aún más pequeña con diversos puntos rojos.
 —Traduce por mí por favor.
La canica era una araña del infierno, la cual permitía a las parcas hablar y entender cualquier idioma cuando se introducían en una de sus orejas.
La araña se introdujo en la oreja de John, haciendo que éste sonriera un poco debido al sentir el leve cosquilleo de las pequeñas patas de la araña en su piel. Una vez que la araña se asentó en su interior, John caminó hacia la catedral de Notre Damme.

Frente a la catedral miles de personas estaban reunidas, aunque John podía escuchar un leve murmullo proveniente de la entrada. Debido al gentío, John sólo pudo escuchar las palabras "muerto" y "cura".
John se abrió paso entre la multitud hasta la entrada de la catedral, cuando llegó, su corazón se saltó un latido. El cuerpo no era más que piel y huesos, si John se fijaba mejor, no podía ver ningún orificio por el que le podrían haber extirpado los músculos y la sangre, por lo que descartó la idea de que era un vampiro.
Los policías empezaron a mirarlo, cuando lo notó, decidió irse en ese preciso instante ya que si lo interrogan no podría explicar quién era al no tener ningún tipo de documentación. Justo cuando un policía se empezó a acercar a él, John desapareció.
En su interior, John agradeció el hecho de que pudiera volverse un ente espiritual. A parte de su regeneración, también tenía otros tipos de habilidades que consiguió cuando hizo el trato con Lucifer.
Volverse un espíritu no era específicamente convertirse en un fantasma, era hacer que su cuerpo tuviera unas ondas más agudas que evitaba que los humanos lo vieran, sin embargo los animales si que podrían verlo.
El policía miró extrañado al lugar donde John había estado hace un momento antes de volver junto al cuerpo, detrás de él estaba John siguiéndolo desde cerca. Cuando llegaron junto al cadáver, John posó su mirada en el cuerpo.
Ahora que estaba frente al cadáver, John estaba seguro de que no lo había hecho un humano ordinario, ya que su piel estaba blanca como si fuera una estatua de porcelana. De hecho, incluso emitía un leve brillo que reflejaba la luz del sol.
John se arrodilló e intentó tocar la piel con su mano, pero antes de que lo lograra, sintió un escalofrío en su nuca que le erizó su bello. Miró detrás de él lentamente y con el rabillo del ojo ojeó a la multitud, pero no pudo discernir a nadie que lo mirara a él específicamente. Devolvió su mirada al cadáver, aunque sus manos estaban sudorosas y temblaban.