Instinto de amor

10: ¿Deberíamos formalizar?

Ambos franceses permanecieron quietos, siendo incapaces de dar un bocado de la cena en pleno comedor. A la cabeza, se encontraba Cassie devorando cada vegetal y pedazo de carne que le sirvieron, ignorando cómo Skyler y Étienne lucían incómodos, como si tuvieran indigestión por tan solo compartir mesa. La francesa respiró hondo, recordando que mandó al diablo a su jefe hace unas horas y ahora estaban los tres compartiendo una comida.

—¿Cómo puedes comer tranquila, glotona? —le recriminó su jefe, susurrando con una expresión envidiosa mientras le tocaba el pie por debajo de la mesa. La castaña lo ignoró, disfrutando de la increíble sazón casera. —Si sigues ahí, me regresaré a París. —la amenazó, utilizando a su favor que aún no firmaba ni legalizaba el documento sobre el tutor legal.

La joven le volteó los ojos, agarrando la servilleta de su regazo para limpiarse la comisura de la boca con educación, sacando a relucir sus buenos dotes que aprendió durante las clases de etiqueta cuando era más niña. Entonces, observó a ambos sujetos. Étienne continuaba cabizbajo y Skyler tenía la mirada clavada en ella.

—¿Cómo le gustaría que Étienne se dirija a usted? —intervino en un intento desesperado para aliviar aquel ambiente cargado de tensión. El nombrado actuó como un sordo, ignorando la amabilidad de Cassie. —Dije, ¿cómo quiere que su hermano lo llame? —remarcó como una lunática antes de estampar su tacón contra el zapato de Skyler.

La víctima se retorció de dolor, regalándole una mirada desafiante a su insolente secretaria quien compartía el mismo sentimiento de impaciencia y odio. Ninguno se dio cuenta de que Étienne los observaba de reojo, notando que eran como dos niños peleando y llevándose mal.

—Skyler, sólo Skyler. —cedió gruñón, rechinando los dientes a medida que lanzaba dardos. —Hace años, me cambié el nombre de Ilhan, porque no me gustaba. —añadió una explicación breve, estando obligado a hacerlo.

De inmediato, Cassie cambió de cara.

—¿Escuchaste eso, Étie? Puedes llamarlo Skyler o hermano mayor. —se extralimitó de sus funciones, pasando por encima de la autoridad otorgada por su jefe. —No es necesario que sigas cabizbajo. Tus iris son muy bonitas, quien diga lo contrario es un perdedor y podrá mirar a otro lado si se siente asqueado. —anunció con cariño, siendo a la vez sarcástica al referirse indirectamente al pelinegro. 

Étienne no exudaba confianza, aún así, se convenció de que debía hacer un esfuerzo por acostumbrarse. De los dos adultos enfrente suyo, le tenía más esperanza y seguridad a Cassie que a su propio hermano mayor. Fue así, que intentó relajarse y comer un poco.

Oui, belle soeur (cuñada). —obedeció con inocencia, teniendo presente así como el personal de la hacienda que ella iba a ser pronto la nueva señora. Sin embargo, que contestara así causó que Cassie pusiera una cara de ira y desarrollara un tic nervioso en el ojo.

Skyler se carcajeó, golpeando el hombro de la castaña.

—¿Por qué estás tan rígida, mon amour? —avivó su enojo en cuanto se puso de pie, acercándose a su asiento para posteriormente pasar ambos brazos por su cuello y susurrarle al oído: —¿Debería contratarte también como esposa? De todos modos, ya formas parte de esto. —jugueteó con su paciencia, recibiendo al instante una mueca de asco. Así eran ellos, hacían que el resto los malinterpretaran, pero no tenían ningún sentimiento romántico por otro. Eso hacía más fácil que se llevaran así y no confundieran las cosas. 

—Estoy controlando mi puño, porque hay un menor. —le advirtió mordaz. Como si fuera inteligente, el abogado levantó las manos en señal de paz y volvió a su lugar, guiñándole un ojo que le erizó la piel a la secretaria, sintiendo escalofríos y rechazo. —¿No tiene algo más que decir, monsieur? —no fue por las ramas, recordándole el pendiente.

El pelinegro fingió pensar.

—No que yo sepa, mon amour. —se hizo el desentendido, a sabiendas de a qué se refería Cassie. —Te va a dar un derrame facial. —señaló pacifista, viendo que las emociones negativas e intenciones vengativas de Cassie abrumaban su rostro. —Todo sea porque conserves esa belleza. —dramatizó, como si fuera a sacrificarse. Entonces, enfocó su mirada en la dirección más cercana al niño, ya que aún no soportaba ver sus iris y dijo: —Lamento mi comportamiento de la otra vez. No era mi intención intimidarte o hacerte sentir mal, sólo quería que entendieras que no debes esperar nada de mí y que no soy ningún adulto para que idolatres. —admitió sin expresión. Tampoco utilizó aquel tono agradable y juguetón que aparecía únicamente con Cassie. 

La secretaria se enfureció, asemejándose a una bomba, puesto que la mierda que dijo no podía ser considerada jamás como una disculpa. Sin embargo, Étienne pensaba diferente. El pequeño se sintió feliz y cálido, viéndolos ser naturales, riendo y sonriendo como si nada. Incluso si él no iba a ser tratado así, le agradaba ese escenario. Es más, experimentó una sensación de alivio al escuchar las palabras de Skyler. 

—Está bien, te perdono. —declaró contento, sin verse corrompido por rencores u odios. Ambos adultos permanecieron quietos, observando dicha reacción. —¿Puedo preguntar algo? —exteriorizó su curiosidad, oyendo cómo Cassie le decía al francés que continuaran con la cena. —¿Por qué mi cuñada sigue dirigiéndose formalmente a mi hermano? ¿No se van a casar pronto? —pidió información.




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