Instinto de una básica

El novio de la sirenita

Olivia

 

Los coches ocupaban toda la acera y parte del patio de la casa. 

<<¿Esto es una casa normal y corriente o el jodido bolsillo mágico de Doraemon?>>

Anker nos dejó justo en frente y fue a buscar aparcamiento, tarea que por lo que se veía no iba a ser nada fácil. Eso, o podía arriesgarse a que cualquiera le rayase el coche.

La música estaba tan fuerte que daba gracias a que no hubiese vecinos cerca.

¿Conocéis la típica escena que hay en muchas películas, en la que algún vecino llama a la policía? Ahí es cuando la gente empieza a correr para que no la pillen, llamen a sus padres, o incluso tengan que ir a comisaría. Pues yo sería la pardilla que se cae al suelo en mitad de la huida. Es decir, me caía de normal cuando iba andando por la calle tan tranquila, pues si encima tenía que correr… Nos podemos hacer una idea del triste final.

La puerta estaba medio abierta. Cuando entramos, me golpeó una ola de calor acompañada de restos de sudor y un ambiente muy cargado. A simple vista, había mucha gente. Tanta, que incluso podría jugar a ¿Dónde está Wally?

Esto me recordaba a cuando iba de vacaciones a Málaga con mis amigas y buscábamos un sitio en el que poner la sombrilla y nuestras cosas. Si llegabas más tarde de las once, te podían ir dando por el culo.

Pasamos a través del salón esquivando a las personas que estaban bailando, aunque algunos más que bailar parecía que estaban haciéndolo de pie, y salimos al patio de la casa. Había gente en la piscina, y me daba frío solo de mirar. Nos acercamos hasta uno de los grupillos que había sentados en el césped. A algunos los reconocía de haberlos visto de paso en la universidad.

—¡Ya llegó la reina de la fiesta! —proclamó mi amiga lanzándose sobre uno de los chicos. Por suerte el chaval la pudo agarrar antes de que los dos se comiesen el suelo. Sobre todo, él.

Me presentó a todos, algo inútil porque en menos de dos minutos no recordaría ningún nombre. Y si a eso le sumábamos que tenían unos nombres un poquito difíciles, sería un milagro si para el final de la noche conseguía memorizar al menos uno.

Lise seguía estando sobre el chaval de antes, solo que en una posición más cómoda. A simple vista cualquiera podría darse cuenta de que esos dos no tenían solo una amistad, en especial porque la mano del chico estaba dentro de los pantalones de la pelinegra. Y hasta ahí puedo decir.

Miré a mi alrededor analizando a cada una de esas personas, más que nada por aburrimiento. Solo llevaba ahí sentada diez minutos y ya me quería ir. Bueno, eso y que un chico que estaba bebiendo una cerveza unos metros no dejaba de desvestirme con la mirada. Aunque yo podría tener parte de culpa.

Poneos en situación:

Veis a una persona con una dilatación en la oreja. Pero no una dilatación pequeñita, no. Una dilatación tan grande como el tapón de una botella de agua. Y siempre pienso, ¿entrará mi dedo ahí? 

Quien diga que no ha pensado eso alguna vez, miente.

Pues eso fue lo que ocurrió. Me había quedado un buen rato mirando embobada la dilatación. Tanto rato que el chico se dio cuenta. Al lado de él había una chica que, o tenía envidia de la ropa que llevaba puesta, o quería matarme de cuarenta y siete formas diferentes porque el que iba a ser su rollo de la noche me estaba prestando más atención a mí que a ella.

Tenía que huir de ahí.

—Voy a por algo de beber. Ahora vuelvo. —O no. Mi amiga ni me prestó atención, porque estaba demasiado entretenida besándose con el chaval que había decidido usar como silla.

Me alejé del grupo y entré de nuevo en la casa. Fui directa a la cocina, pero la puerta estaba cerrada. Supuse que no se podría entrar ahí, así que tuve que volver a atravesar el barullo de gente del salón en busca de una miserable Coca Cola.

Después de un rato buscando, me di cuenta de que había una mesa de bebidas en una esquina del salón.

<<Olivia, cada día te vuelves mas inteligente>>.

¡Dios, que pedo llevo! —exclamó un chico a mi lado mientras se reía. Sus mejillas estaban rojas y tenía el pelo empapado—. ¡Pásame otra copa, cabrón!

Después de haber ido a tantas fiestas y ver el ambiente que se creaba en cero coma cuando mucha gente bebía alcohol, había creado una lista de los siete tipos de borrachos que podías encontrarte. A este chaval lo podría meter en el grupo de los escandalosos, y al chico de la dilatación en el de los ligones. Ya solo faltaba cruzarme con alguien agresivo, y sería como la fiesta de fin de año a la que había ido hace dos años. 

Busqué en la mesa algún vaso limpio. Misión fallida. En serio, necesitaba beber algo o iba deshidratarme. Era incluso capaz de beberme el agua de la piscina. Vale, no, eso no. A saber, el porcentaje de pis que habría ahí dentro ahora mismo.

Casi me choqué con una pareja que estaba compartiendo saliva cuando me pareció ver una cara conocida. No una agradable, pero sí conocida.

Ahí estaba él. El chico que me sacaba las canas verdes. El chico al que obligaría a beberse el agua contaminada de la piscina que había fuera. Y por desgracia, el chico que estaba para mojar pan.



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Editado: 16.10.2022

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