Instinto de una básica

Paz, tío

Olivia

 

“No sabía cuanto tiempo llevaba mirándolo cuando finalmente se sumergió. Las mejillas me ardían. Al aspirar me di cuenta de que había estado conteniendo la respiración. Necesitaba recuperar la compostura. O conseguir una cámara e inmortalizar ese momento: seguro que me pagarían un buen dinero por un vídeo de él. Seguro que me haría rica… Siempre que Daemon no abriera la boca, claro”.

—¿Me quieres escuchar? —Lise me lanzó un cojín que iba directo a mi bebé, pero que con suerte logré esquivar. Se había recogido su pelo en una media coleta desordenada.

—Yo te quiero, de verdad, y tú lo sabes. Pero conoces las reglas: cuando estoy leyendo no se me habla a no ser que alguien se esté muriendo o haya un incendio. —Le recordé mientras me acomodaba de nuevo en la cama.

—¿Piensas pasarte todo el día encerrada leyendo? —Me encogí de hombros para volver a fijar mi vista en el libro.

—No veo dónde está el problema. —O sea, un libro, comida que tenía para emergencias, es decir, para cuando no me quería mover, y la cama. Era el plan más maravilloso de la historia de los planes. Pero cómo no, Annelise no era de las que dejan estar algo. Me quitó el libro de las manos. 

Era un monstruo.

—Tienes que dejar de quedarte encerrada todo el día en la habitación. Llevas aquí más de un mes y aún no has visto nada de la ciudad. Absolutamente nada —recalcó.

<<Anda. Es verdad>>.

—Te juro que el sábado me enseñas lo que tú quieras. Pero es que, de verdad, hoy no tengo ganas de salir —supliqué alargando los brazos para intentar recuperar a mi hijo.

—Olivia, ¡hoy es sábado! —Cuando Lise gritaba no era buena señal.

—Pero yo me refería al que viene. —Hice un mohín intentando dar pena.

<<O al siguiente>>.

—Sé que te has leído este libro más de diez veces, así que haz el favor de cambiarte de ropa. Hay mejores cosas que hacer que releer un libro.

¡Sacrilegio!

—Nunca voy a tener suficiente de Daemon. Si leyeses el libro me entenderías. —Ella no entendía mi amor por ese dios inexistente. Bueno, si existía, pero solo en mi corazón. 

Abrió el armario y empezó a rebuscar en mi ropa.

—Te prometo que leeré el libro antes de morirme —<<bicho malo nunca muere…>>—, pero ahora vamos a salir a que veas de una vez por todas la ciudad. —No me dio oportunidad de oponerme—. Y no es una pregunta.

<<Volveré, Daemon. Te prometo que volveré>>.

 

 

Bueno, de vez en cuando no estaba mal hacerle caso a Lise.

Creo que era una de las bahías más bonitas que había visto nunca. Menos mal que me había traído mi cámara de fotos, porque no estaba segura de que la calidad del móvil pudiese captar todo tan bien, y menos aún la calidad del mío.Aunque mi cámara tampoco era mucho mejor que digamos… pero vamos, algo hará.

Nos era un poco difícil caminar debido a la gran cantidad de personas que estaban fotografiando y observando el mar.

—Mira, allí. —Lise señaló algo, pero con tanta gente a mi alrededor era imposible saber a qué se refería. En cuanto nos acercamos un poco más, pude ver qué era.

<<La estatua de la sirenita. No voy a gritar. ¡No voy a gritar!>>

Dios, había soñado tanto con este momento, que no sabía cómo no me había percatado antes de a dónde nos dirigíamos.

Desde que descubrí mi obsesión con todo lo relacionado con Disney a los… ¿dos años quizá?, había sido un no parar. Tenía que admitirlo, había sido de esas niñas que han vivido toda su infancia rodeada de princesas Disney, y que cuando jugaban con las Barbies hacían bodas cada dos por tres. Pero claro, luego crecías y te dabas la hostia contra la pared. Te dabas cuenta de que nadie iba a ir a rescatarte de la torre en la que te encontrabas prisionera, y que la única opción que tenías era buscarte la vida por tu cuenta y no depender de nadie.

Y también descubres que los cuentos de Disney no eran realmente así. Pero claro, tú a un niño pequeño no le podías decir que las hermanas de cenicienta en realidad se cortaron los dedos de los pies para que les entrase el zapatito de cristal, o que en realidad la sirenita… En resumen, que estaría feo decirles eso. Sería tan traumático para ellos como lo fue para mí.

—En realidad la sirenita se convierte en espuma de mar porque el príncipe se casa con otra chica —susurraron en mi oído.

<<La madre que me parió>>. 

Giré mi cabeza de una manera tan brusca que poco más y me rompía el cuello.

¿Qué leches hacía Nathaniel aquí?

Lo observé de arriba a abajo sin pronunciar palabra alguna. No estaba segura del por qué, pero no me apetecía verlo hoy para nada. Al ver que permanecía callada volvió a hablar.

—¿Te he destrozado la infancia o qué? —Sus ojos estaban llenos de picardía, a la espera de ver una reacción en mí.



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Editado: 16.10.2022

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