Capítulo 4

Había llegado el día de la gran salida con Clara y Kat. Pasó un mes desde que decidimos lo de salir a hacer algo turístico. Yo he estado emocionado y Clara también, aunque no se puede decir lo mismo de Katya, en serio estoy creyéndome eso que dijo que prefería limpiar baños putrefactos, a estar conmigo.

No es como si me insultara.

Porque no lo hizo.

Hice un poco de investigación y pude alquilar un auto que nos llevará a los lugares que queremos conocer. He planeado hacer algo especial, algo memorable para Kat, también para Clara, que quede claro que es para ambas.

¿A quién quiero engañar? Todo lo hago por Kat. No sé por qué me he empeñado en estar cerca de ella, pero de verdad me gustaría conocerla. Y me gustaría quitarle esa mueca triste de su cara, de manera permanente.

Desde que la vi sonreír esa noche, supe que ella merecía ser feliz. Además que se veía mucho más hermosa con sus comisuras alzadas, que con el ceño fruncido. Aunque de todas formas, siempre estaba hermosa.

“Quita esos pensamientos de tu mente, Ryel” —susurra mi conciencia y creo que debo darle la razón. Es aterrador lo que estoy pensando.

Dijimos que nos íbamos encontrar en la entrada del recinto, en donde ya tendría el Jeep que alquilé.

Cuando llegó al sitio de encuentro, me pilló desprevenido que Katya fuera la única que estuviera ahí.

 —Buen día pequeña, Kat. —ella me mira fulminante como cada vez que la llamó así. De verdad que me gusta verla enojada, pues su mirada toma un matiz muy diferente. Nada que ver con el dolor. — ¿Clara, no ha llegado?

Negó. —Iba a dirigirme a su habitación en este momento.

—Te acompaño. —a ella no le agrada pero asiente.

Comenzamos a caminar, giramos para llegar al pasillo de Clara, pero al hacerlo, la fragancia de Katya llegó a mis fosas nasales. Y olía deliciosa.

Huele como a chocolate, una de mis fragancias favoritas. Nada que ver con la vainilla, que es el aroma más común que se puede hallar en el género femenino.

Sin ofender a aquellas que lo usen.

Llegamos a la habitación y al tocar la puerta salió una Clara con aspecto desmejorado. Tenía los ojos ojerosos e hinchados y la nariz roja.  Me preocupé.

— ¿Qué ocurre, Clara? —inquirí nervioso.

Sacudió su cabeza en negación. —Nada, muchacho. Solo tengo un poco de gripa.

Demonios, la salida se había cancelado.

—Bueno, Clara es mejor que descanses. Me quedaré a cuidarte. —increpó, Kat.

Clara volvió a negar. —Que va, mis niños. Yo estoy bien, solo es un pequeño virus, no hay que hacer una tormenta en un vaso de agua. Salgan ustedes, se lo merecen por trabajar tan duro. —ella sonrió a pesar de sentirse mal. —No se queden por una vieja con achaques.

—No, Clara, fuiste tú la de la idea. No podemos salir sin ti. —dijo Katya. —Reprogramemos.

Tenía razón y yo lo sabía, pero aún guardaba la esperanza de salir con Kat. —En verdad no hay problema, podemos salir otro día. —dije, olvidándome de mi discurso interno.

—No, chicos. Les digo que salgan. Me harán sentir mal, por favor. —podría jurar que casi hizo un puchero. No sé porque pero me parece que está planeando algo.

—Bueno si no te molesta. —comenté tanteando la situación. Podría ser que Katya quisiera asesinarme por solo considerar la idea.

—Te dije que yo salía solo por ti, Clara. Ahora que no vas no hay motivos para que yo vaya. —Guao, la chica en serio me odia. Mi pregunta es ¿Qué hice para ganarme su animadversión? Lo único que he hecho es darle un sobrenombre, más nada. No es como si hubiera cometido un delito.

—Katya, no seas mala con el muchacho. —Dios, como amo a esa mujer. Clara acaba de defenderme. —Unas horas con él no te hará daño. Por favor, hazlo por mí.

Miré sus hermosos ojos grises y sentí con ella una conexión que hace mucho no sentía en mí. Sus ojos me hacían imaginarme otra situación en donde ella me viese enamorada.

¿Qué estoy pensando?