Intenté no amarte...fallé

Capítulo 11

**Axel**

 

Al momento que le dije a Katya para ser amigos, no sabía lo que estaba pensando. Fue algo que se me ocurrió de momento, una manera sana de estar con ella. Aunque mis pensamientos no se van hacia esos lados de castidad, porque lo que quiero hacer con ella, está muy lejos de ser tendencias de amistad. Desde nuestro beso, no he dejado de pensar en cómo sería hacerlo de nuevo, probar el dulce sabor de sus labios y perderme en la suavidad de su piel.

 

Desde que llegué a mi apartamento, me he puesto a meditar sobre nuestra situación, que es difícil de por sí, bueno eso sería un eufemismo, porque parece más imposible, si bien, no voy a rendirme. Yo quiero a Kat en mi vida.

 

Es increíble que en menos de un año me haya enamorado tan perdidamente de ella. Es más, casi ni la conozco, pero siento que la he conocido desde siempre. Suena cursi y romántico, pero yo lo siento así. Es mucho más intenso que lo que sentí por Arianna y hasta que la propia Lía, que creía era la mujer de mi vida.

 

Si amé a Lía—aun lo hago pero como amigos— con ella podía hacer cualquier tontería y ella no me recriminaba, entendía mis ideas y fue mi roca tantas veces que no podría enumerar. Y ahí estuvo el dilema, yo confundí amor, con necesidad. A Lía la necesitaba para darme fuerzas, para apoyarme. Para no derrumbarme.

 

No obstante siempre pensé que me veía como un hermano —como muchas veces ella recalcó y yo también— debí de darme cuenta que sentía más por mí —que una simple amistad —pero no lo hice— la tuve para mí y le di vanas esperanzas, porque yo hacía cada idiotez, que Dios yo creo que me hubiesen dado un premio “Al idiota del año”.

 

Me acerco a la heladera y tomo una cerveza. Comienzo a rememorar el día de hoy. Nunca pensé que me encontraría con Katya en el cementerio. Pero al verla allí, tan cerca de mí, me sentí mucho mejor.

 

Desde la muerte de mi tía Bianca, no había ido más a ese lugar. Me escocía porque era un recordatorio viviente de lo muy solo que estoy. No tengo más familia conocida, pues mis padres se pelearon con mis abuelos por su matrimonio. Los Ryel no aceptaban como esposa de su hijo, una mujer que fuese la encargada de trabajar en la limpieza, es decir mi madre. 

 

Lila White —mi mamá— comenzó a trabajar a sus dieciocho años para la familia de Benjamín Ryel, un magnate de la metalurgia que era el epítome de la clase alta. Tenía mucho poder en la industria y los más de abajo querían ser como él. Su hijo Axel Ryel —mi padre — era su aprendiz, el digno hijo heredero de todo. El detalle estuvo en que se enamoró de la doméstica que se encargaba de su habitación.

 

Cuando tenía nueve años, mi padre me contó cómo se enamoró de mi mamá y aunque a esa tierna edad yo lo veía estúpido, hoy sé que no lo fue. Pues pude ver como Axel padre, amó a Lila con cada una de sus fuerzas y que supo que desde el momento que la vio, que era la mujer que sería la madre de sus hijos.

 

Lastimosamente su historia de amor fue un breve poema y no un largo cuento de hadas. Porque por culpa de un conductor ebrio, acabó con la vida de los que más he amado.

 

Han pasado ya veintiún años desde la última vez que los vi. De sentir el abrazo de mi madre, el consejo de mi padre y las peleas con mi hermana menor. De sentir lo que es el verdadero amor.

 

Y ya me puse sentimental.

 

Pero para mí este día siempre ha sido el más triste de mi vida. Y a mí no me importa llorar. Eso es algo que está en nuestro cuerpo que no debemos sentir pena de ello —aunque seas hombre— y aunque no se ha explicado por qué existen en los momentos de tristeza, pero es un medio de desahogo que tiene uno.

 

Sigo perdido en mis pensamientos hasta que escucho mi teléfono sonar y al verlo me sorprendo de quien es.

 

Contesto y oigo su linda voz. —Hola Axel ¿Cómo estás?

 

—Bien, Lía. ¿Y tú?

 

—Bien, solo quiero saber ¿cómo has pasado el día? —estoy sorprendido de que ella aún se acuerde. ¿Entienden lo que les digo? Ella sigue siendo mi roca. No sé cómo aguanté todo ese tiempo sin hablar con ella.

 

—Regular. —respondo sin más. —Gracias por preguntar.

 

La línea queda en silencio un segundo y me preocupo de que pueda decirme. — ¿Quieres venir a comer a mi casa?

 

— ¿A tu esposo no le incomodará? Ya que me odia y de repente le da un ataque de celos y me golpea. —el sarcasmo destila en mi voz.

 

—Axel, Matías sabe que tú eres mi amigo. Me tiene confianza porque lo amo. —su voz suena tierna. Estoy tan orgulloso de ella y de lo que consiguió. —Además estoy haciendo lasaña y sé que es tu comida preferida.



#576 en Novela romántica
#19 en Joven Adulto

En el texto hay: perdon, amor, dolor

Editado: 07.01.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.