**Axel**
Estoy en la puerta de la casa de Amelia, en donde Katya me dijo que la fuera a buscar. Me siento ansioso y quiero verla ya. El hecho de que haya aceptado me tiene emocionado. Quiero hacerla sentir especial esta noche, quiero que disfrute, que ría y que baile conmigo.
Necesito verla feliz.
Toco el timbre y soy recibido por Vera. —Ryel. No sé cómo sentirme, tu llevando a mi hermanita a una fiesta. No sé, no me da buena espina.
Yo tampoco lo permitiría pero créeme que no se lo diré. —Bueno, espero que te cures de esos males, porque la llevaré. —sé que me querrá ahorcar con dicha respuesta pero no deja a decir nada porque llegó Amelia. Que por cierto está preciosa.
—Amelia, estás bellísima. —ella viene a darme un abrazo.
—Gracias Axel.
Su marido habla. —Para decirle que está hermosa estoy yo. Tú, estas demás.
—Vera, deja los celos. —y Amelia lo besa en los labios rápidamente para callarlo. —Ya Katya viene, está terminando de arreglarse.
Y tan dicho como tan hecho, vi que de la escalera descendía Afrodita. Katya estaba hermosa con ese vestido color rojo. Mi cuerpo comienza a sentirse de una forma que no debería. Tengo que reprime con ella. Todavía no.
Me acerco para ayudarla a bajar el ultimo escalón, pero cuando pone su pie en el piso. La tela de su vestido se abre mostrando una pierna bien formada.
Jesús, ¿en qué me metí?
No puede ser. Esta fiesta será muy larga por lo que veo. —Estás hermosa, de hecho esa palabra se queda corta para describir lo bella que estás. —noto como la piel de sus pómulos se torna con una ligera coloración rosada.
—Gracias, Axel. —miro sus ojos grises que están más expresivos que nunca, ella está hermosa a todas horas, pero hoy fue un golpe duro para mi libido.
Su pelo está suelto, pero puesto de una manera que no incomode su cara. Brilla completamente.
—Soy un hombre afortunado. —dice Vera. —Mi hermana y mi mujer son las mujeres más bellas. —ahora se dirige a mí. —Y por lo tanto te estoy dando a mi hermana, quiero que la cuides con tu vida. Nada de ideas locas. Conozco a los de tu clase, Ryel. Como siempre te he dicho, una lagrima de Gabrielle, un coñazo. ¿Así o más claro, Ryel?
Mierda, sí que es sobreprotector.
Aunque Amelia sale en mi ayuda. —Matìas Vera, deja de ser así. Tu hermana es una adulta y hace lo que quiere. Además vamos para el mismo sitio. Y tú, Ryel, cuídala, tendremos problemas si no es así. —dice lo último mirándome a mí.
Y ella que lo acompaña.
Salimos de la casa y Amelia se va con su esposo a su auto, mientras que voy al mío junto con Katya en un completo silencio, conociéndola sé que está reprendiéndose su decisión. Pues no me importa ya no se puede echar para atrás.
Abro la puerta como todo un caballero. —Suba a su carruaje, señorita. —ella sonríe.
—Gracias, caballero.
Voy hacia mi lado y conduzco detrás de la camioneta de Vera. Estoy sorprendido de que haya cambiado su Porsche, pues según y que él corría carreras de auto cuando joven. Será cierto eso que dicen que el matrimonio te hace sentar cabeza.
Llegamos a la iglesia en la cual me bajo y corro para abrir la puerta de Katya. La tomo de la mano para que salga y luego coloco mi brazo en su codo para que lleguemos juntos.
Pasamos a la iglesia y nos acomodamos en los asientos. Estoy en la fila con Thomas, Albert, y sus respectivas esposas. Me siento junto con Katya que ha aceptado la disposición y no está al lado de su hermano. Aunque estos están en una fila al frente de nosotros.
—Estoy emocionado, nuestra pequeña niña se casa. —Dice en tono dramático, Thomas. —Parece que fue ayer cuando ensuciamos de silicona el asiento de la maestra de inglés.
Albert y yo reímos. —Era tan niña. Yo que estuve en su primera borrachera y recuerdo que le gritaba a una piña “Sal de ahí Bob esponja” —todos reímos de nuevo con el comentario de Albert, incluso escuché la suave risa de Kat.
Amelia se gira hacia nosotros. —Estúpidos, hagan silencio. Nos van a sacar a todos.