Intercambio de Corazones

45. Verdades reveladas

Alexa se dirigió adentro de la casa nuevamente, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho. Buscó a Arkady y no lo vio con su grupo de amigos. Las palabras de Ekaterina seguían sonando en su mente, cada sílaba como una daga que se clavaba más profundo.

Pasó entre los alumnos, golpeando a algunos al pasar sin molestarse en disculparse. La música retumbaba, pero todo parecía distante, como si estuviera sumergida bajo el agua. Siguió buscándolo hasta que finalmente lo encontró en un rincón, hablando muy animado con una chica de cabello rubio que reía tontamente ante cada palabra que él pronunciaba.

El nudo en su garganta se apretó más. Las palabras de Ekaterina retumbaban aún más en su oído mientras observaba la escena. La forma en que él se inclinaba hacia la chica, el mismo gesto que había usado con ella tantas veces.

Cuando Arkady la vio, su expresión cambió un poco. Un destello de… ¿culpa? ¿sorpresa? Pasó tan rápido que Alexa no pudo descifrarlo.

—Hey, Alexa —le dijo como si nada, como si no hubiera estado susurrándole al oído a otra chica segundos antes, como si no le hubiera dicho a ella la noche anterior que era especial.

Pero ella no se detuvo, no respondió. La ira corría por sus venas, consumiendo cualquier rastro de la chica tímida y complaciente que había sido. Se sentía mal, usada, humillada. Y sin pensarlo, sin medir consecuencias, lanzó un derechazo que conectó directamente con el rostro de Arkady.

Le dolió bastante la mano a Alexa, un dolor agudo que se disparó desde sus nudillos hasta su muñeca, pero eso no le importó. Al menos se había descargado, al menos por un segundo la humillación se había convertido en otra cosa.

Un “uuuhhh” resonó en toda la fiesta y todos los presentes se habían quedado mudos. La música seguía sonando, pero nadie bailaba ya. Todos los ojos estaban fijos en ellos, en Arkady tocándose la mejilla enrojecida, en Alexa temblando de rabia.

—¿Qué carajos te pasa? —gruñó Arkady apretando su rostro golpeado, la incredulidad mostraba la furia en sus ojos.

—Creíste que era estúpida, ¿no? —Alexa temblaba, pero su voz sonaba clara y fuerte—. ¿Ya me usaste bastante y te ríes de mí?

—¿De qué carajos hablas? —gruñó de nuevo, haciéndose el desentendido, pero sus ojos se fijaron a lo lejos detrás de Alexa para ver a Ekaterina mirándola seria.

—Ah, ya entiendo —dijo él, dibujando una media sonrisa que hizo que Alexa quisiera golpearlo de nuevo—. Alguien se te fue con chismes y acusaciones baratas. Dime, ¿qué te dijo ella? ¿Le creíste?

Arkady se paró frente a Alexa intentando intimidarla con su altura, acercándose tanto que ella podía oler la mezcla de colonia cara y alcohol en su aliento. Pero Alexa no retrocedió. En cambio, levantó el mentón, desafiante.

—Eres un imbécil, eso es lo que eres —las palabras salieron como veneno de sus labios—. Querías burlarte de mí como siempre lo hiciste, todos estos años que me hiciste la vida miserable.

Su voz tembló ligeramente en la última palabra, y odiaba eso, odiaba mostrar debilidad ante él.

—Vamos, Alexa, no te creas la gran cosa —le dijo con un tono condescendiente que le revolvió el estómago—. La vida no gira en ti como tú crees.

Ella soltó un jadeo silencioso, como si le hubieran dado un puñetazo invisible en el abdomen. Todas las ilusiones, todas las noches soñando despierta, todos los mensajes que había releído mil veces… todo había sido una farsa.

Sin más, se dio la vuelta para caminar apurada y salir de la fiesta. Los alumnos se abrieron paso dejándola pasar, algunos murmurando, otros mirándola con lástima, esa lástima que siempre había detestado.

Arkady la siguió sin dudar hasta alcanzarla en el jardín, tomándola del brazo para detenerla.

—Suéltame —gruñó ella, intentando zafarse.

—No, Alexa, escúchame…

—No, no me creo la gran cosa —le interrumpió, con las palabras saliendo atropelladamente—. Yo soy una simple chica que cayó en tus mentiras, que creyó en todo y cada una de tus palabras. El que se cree el rey del mundo eres tú. Tan ilusa fui al creer que tú, después de todo lo que me hiciste, te podías fijar en mí.

Arkady tragó grueso. La realidad era que Alexa le gustaba, pero no al punto de querer formar un futuro con ella, y lo mejor era eso, era terminar así. No quería aclarar nada, había verdades, y también mentiras, no lo iba a negar, pero no quería un futuro con Alexa, eso lo tenía claro y ella se merecía algo mejor que él.

—Te mereces a alguien mejor que yo —dijo finalmente, y por primera vez en toda la noche, parecía sincero.

Alexa lo miró fijamente mientras respiraba agitada, parecía que al respirar se quemaban sus pulmones.

—Y tú mereces que el karma te cobre de la peor manera por todo el daño que me hiciste —respondió ella aun con tanta rabia.

Arkady quería detenerla al ver en sus ojos la tristeza, el dolor que él le había provocado. Algo se quebró dentro de él al presenciar cómo años de burlas y, finalmente, este juego cruel culminaba en la mirada devastada de Alexa. Una parte de él quería explicarle todo, decirle que las cosas no eran exactamente como Ekaterina las había pintado, porque sí a ella también le había mentido y era esa obsesión que tenia de que todas las chicas estuvieran detrás de él, lo que le condenaba, pero sabía que si la detenía iba a ser peor para ambos.

—No te usé, no de la manera que tú crees —dijo Arkady con una vulnerabilidad en su voz que nunca antes había mostrado.

Alexa se detuvo un instante, su espalda rígida, sus manos cerradas en puños tan apretados que sus nudillos se volvieron blancos. Se giró lentamente, y cuando lo miró, Arkady vio la intensidad de sus ojos.

—Eres la peor persona del mundo —cada palabra cayó como una piedra entre ellos—. Nunca, nunca en tu vida me vuelvas a dirigir la palabra.

No había lágrimas en sus ojos ahora, solo una resolución firme, una furia fría que era más intimidante que cualquier arrebato emocional.




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