Jamás pensé en el Amor

Capítulo 5

La semana había pasado rápido. Disfruté mucho de la compañía de Felipe, a pesar de todo, después de las situaciones fuertes viene la recompensa de lo bueno. Y a mí me pasó.

—Has estado distraída el resto de la semana —Felipe me impide el paso al abrir la puerta de la habitación, ya lista para salir.

—¿Qué? —sacudo un poco la cabeza algo aturdida.

—Viste, sigues distraída. Si quieres no vamos...

—Podría decir lo mismo de vos —lo acuso mirándolo seria.

Es verdad. Toda la semana parecía perdido... pensativo mejor dicho, pero lo hacía cuando estaba en presencia de él.

—Estaba cansado.

—Que casualidad —sonrío forzada pero en el momento vuelvo a mirarlo seria—, yo no.

—Entonces admites que has estado distraída.

—Por si no lo recuerdas o tienes problemas para recordar —me acerco altiva—, yo pasé por una situación difícil esta semana y con razón voy a estar así.

Su mirada dura, se relaja. Parece arrepentido.

—Laira...

—Vamos, Rosa nos espera —lo empujo un poco para pasar.

No puede acusar cuando él está en lo mismo. Puede que esté metido en tonterías, porque sí, son tonterías. Lo mío no.

¿Cómo sé que está metido en tonterías? Porque justo en este preciso momento está mirándola como tonto a Rosa. No sé qué se traen estos dos, pero me hace enojar más al pensar que yo también estoy en eso gracias a que Rosa lo ha comentado a todo el mundo.

Sí tenía que ser...

Opino lo mismo.

Ha creado rumores falsos, y justo a la nueva.

Me paso todo el camino pensando en otras cosas para no poder escuchar las indirectas de estos dos. No lo soporto, lo hacen siempre, hasta en mí presencia.

¿A alguien más le habrá pasado? Porque lo entiendo.

—Llegamos —tocan mi brazo y rápidamente bajo del auto.

—Laira...

—Vinimos para disfrutar de esta noche, así que ese tema quede para otro momento. Mejor... para ningún otro momento —doy vuelta para mirar a Felipe que está muy impresionado, a lo mejor por mi tono de voz cansado y enojado—. Ya lo arreglamos. No quiero volver a lo de antes.

—Bien. Haz lo que se te plazca —levanta las manos y pasa por al lado mío.

—Igual —lo digo fuerte para que me escuche.

Tomo aire y vuelvo a dar vuelta para ir adentro de la casa.

Con razón tan emocionado estaba Thomas, él organizó todo.

—¡Hey vinieron! —abre sus ojos y sonríe más al vernos.

—Sabes que siempre vengo a tus fiestas Thomas —mira sus uñas.

—Rosa, nunca dudo de ti. Pero Felipe y Laira, bienvenidos.

—Gracias —decimos los dos al mismo tiempo, algo que hace que Thomas frunza el ceño.

—Pasen. Tomen lo que quieran.

Tomen lo que quieran...

Vamos.

—Laira, necesito hablar contigo —me agarra del brazo llevándome a una parte donde hay menos personas.

—¿Qué sucede? —digo algo brusca.

—Que delicada —ríe negando.

—Thomas.

—Tenía una duda.

—¿Cuál?

—¿Qué hay entre vos y Felipe?

Quiere que lo golpee, por eso pregunta.

—¿Por qué tengo que responderte? Rosa te envió, ¿verdad?

—Sí. Es una muy buen amiga de hace... —se queda pensativo pero niega—, años.

—Lo sé, ella me lo dijo —sonrío tranquilizandolo—. Yo no le haría nada para perjudicarla, no soy de esas.

—Entonces...

—Con Felipe no tengo nada, no siento eso por él. Siento otra cosa que no lo puedo definir —miro hacia otro lado quedándome pensativa—, no lo sé. Sé que somos amigos, de eso estoy segura, pero hay algo más.

—¿Cómo si fuese cariño de hermanos?

—Nunca tuve hermanos, no te miento —lo miro a los ojos y puedo ver que tienen los suyos una chispa de esperanza.

—Claro.

¿Será?

—¿Listo el interrogatorio?

—Listo.

—Bien.

—Que linda estás —pongo los ojos en blanco.

¿Ahora se le ocurre decirme eso?

—Gracias.

Sólo llevo un vestido azul, casi negro, pero es simple, llega antes de las rodillas y es suelto. El escote es recto sin tiras. Y el maquillaje... apenas me maquillé, algo suave y el cabello está suelto con algo de ondas. Aprovecho de que es largo y lo luzco.

—Ahora te dejo disfrutar. Cualquier cosa me avisas.

¿Avisar qué?

No formulo esa pregunta en voz alta, error mío. O tal vez no.

¿Cree que le miento sobre lo que le dije? Por favor...

Después de esa conversación, voy por algo de tomar y me encuentro con la persona que menos pensaba. Blanca. 
Pero vuelve a hacer lo mismo, me ignora. Pero yo no. No paso desapercibida la mujer que la acompaña, es rubia y más alta que ella.

—¡Cuidado! —la advertencia llega tarde a mi y caigo sobre alguien.

Por un momento me mareo y de la nada ya alguien me ha levantado.

—¡Debes tener cuidado! —cierro los ojos intentando tranquilizar mi mareo—. No estaré ahí si vuelves a caer.

Escucho su voz distorsionada, molesta a mis oídos como si fuese que me están gritando desde hace rato.

—¡Ya cállate! —ignoro lo que dice y me alejo.

Dejo que pase el malestar y continúo mi camino. Y esta vez sí me encuentro con alguien agradable.

—¡Carlos!

—¡Laira! —rodea mi cintura con un brazo tirando de mí—. Creí que no venías.

—¿Por qué no lo haría? —lo abrazo un poco, algo incómoda por su efusividad.

—¿Quieres tomar algo? —señala atrás soltandome.

—Para allá iba.

Por fin llego a mi destino y pido algo simple: una copa de vino. Tranquilos, recién empieza esto.

En las horas siguientes, cuando Carlos tenía oportunidad aprovechaba de insinuarse a mí. Tenía que hacer de cuenta que no sabía nada.
No miento de que Carlos está para comérselo de primera, en el trabajo es uno de los más hablados de las miles de hormonas femeninas alborotadas. En realidad son cuatro los más hablados, el primero es Felipe "el nuevo", le sigue Thomas que ahí sí no discuto nada de lo que dicen, luego viene Carlos que ya dije y por último Luca que... no lo conozco pero lo nombran mucho.



#36800 en Novela romántica
#6022 en Chick lit

En el texto hay: amor, odio, dolor

Editado: 27.02.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.