Ahora estoy acostada tratando de dormir, apenas son las tres de la mañana.
Me duele la cabeza de tanto pensar en lo que pasó, quisiera olvidar rápido pero no creo que esta vez suceda.
Prendo la lámpara de la mesa de luz que está al lado mío, abro el cajón y rebusco entre las pocas cosas que tengo guardadas y doy con el blanco, la foto. Una lágrima siento caer a penas la veo, no puedo creer lo que me han hecho, lo que le han hecho. Pero iba a perjudicarnos si me quedaba.
—Lo siento mucho —susurro derramando más lágrimas.
Ver la foto me hace recordar todo lo que tengo que hacer, pronto debo enviar lo que necesita, ella estando con su familia crecerá mejor... sin mí...
Dejo rápido todo como estaba antes de traer más recuerdos y estar peor como aquella vez. No puedo caer en depresión una vez más, no puedo.
Ruidos en mi puerta se escucha varias veces.
—Laira.
Es Felipe.
Mis ojos se vuelven a cerrar por el sueño... y vuelve a tocar. Me levanto arreglandome un poco el cabello, abro y lo veo cambiado listo para salir.
—¿Había algo pendiente hoy? —restriego mis ojos para poder ver mejor.
—No.
—Mejor porque no quería salir —me apoyo en el marco de la puerta.
—Perdón por despertarte.
—Igual tenía... —tapo con el brazo mi boca al bostezar—, que despertar.
—Parece que alguien no durmió bien anoche.
—Mmm... un poco.
—Te dejaré para que duermas un poco más.
—Gracias. ¿Saldrás?
—Sí. Una cita programada para hoy.
—Con Rosa —el pasa una mano por su cabello asintiendo—. ¿Sabes lo que tienes que hacer?
—Venía a... venía a preguntar.
Verlo nervioso es tierno.
—Esperen su turno para hablar así se escuchan mutuamente y todo fluye después.
—Entiendo —vuelve a pasar la mano por su cabello, notablemente nervioso.
—No actúes como robot. Relájate y listo.
—Bien.
—¿Le preguntaste a alguien más?
—Sí, a Thomas y me dijo lo contrario.
Hombres, que raro. Aunque no todos son iguales pero parece que justo Thomas no es la excepción.
—Ajá. Bueno eso sería todo.
—Gracias.
—No hay de qué. Ve y disfruten del día.
—¿Estarás bien aquí?
—Durmiendo sí —bostezo otra vez y ya mis ojos se están cerrando.
—Nos vemos después —le sonrío y cierro la puerta.
Espero a que se vaya, una vez que escucho arrancar el auto de él, busco mi ropa y entro rápido al baño.
Debo aprovechar de que estaré sola por no sé cuánto tiempo.
Me baño y cambio rápido, solo pinto mis labios y rizo las pestañas. Dejo secar mi cabello al natural así que solo hago una media cola.
—Lista —tomo mi bolso y las llaves de la casa.
Bajo con cuidado las escaleras porque a veces me traicionan los tacones cuando voy por las escaleras, tengo una suerte.
Al llegar a la entrada, abro y salgo cerrando con llave la puerta.
Debo hacer una visita... a mis padres.
Por suerte no queda tan lejos y como camino rápido, llego en pocos minutos.
Sé que es domingo pero es raro ver la casa de mis padres tan sola.
Camino despacio a la puerta pensando en las reacciones de ellos al verme otra vez aquí. Lo hago, toco la puerta.
Ni pasos, ni ruido, ni nada. A lo mejor estén durmiendo. Toco nuevamente y nada.
—Hace unos días que se fueron —pego un brinco al escuchar una voz baja.
Un niño está al lado mío mirando fija la puerta. Es bajito y rubio.
—¿Ah sí?
—Se fueron con cosas y no volvieron.
—¿Qué? —miro la puerta, doy un paso hacia ella—. ¿No sabes si volverán?
No obtengo respuesta de él, o sea que no sabe. Miro atrás pero... no está. ¿Y el niño?
Por suerte traje la llave, la introduzco y abro. Confirmo lo que ese niño dijo, está oscuro y sucio todo. Los muebles están pero se siente que no hubo un alma en días.
Recorro el lugar hasta dar con el desayunador de la cocina, en donde arriba de este hay un sobre que tiene polvo. No lo dudo y la abro.
Laira, mi niña, seguro que irías a buscarnos por algo, pero ahora que llegas, encuentras la casa vacía y esta carta, te dará pena. Sólo quiero decirte que nos tuvimos que ir por asunto de trabajo, ¿A dónde? lejos, es lo único que puedo decirte. Te voy a extrañar, no se cuándo te volveremos a ver, espero que estés bien.
Te queremos mucho.
Besos, Mamá y papá.
Esto que si no me lo esperaba. Lo entendí muy bien. Ellos no me quieren.
La furia y la decepción crece más en mí, rompo la carta sintiendo las lágrimas caer. Mis piernas pierden fuerza y caigo de rodillas, a través de los rayos de luz veo partículas de polvo rondar.
¡¿Qué más quieren hacerme?! ¿A quién más quieren quitarme?
Ahora estoy... sola.
Miro alrededor, todo se ilumina con la luz del sol, dejándome ver así que a lo mejor si hay esperanza en donde menos te lo esperas, pero si te llevan la última gota de emoción...
Doblo las mangas de mi camisa hasta los codos, menos mal que llevo una lila. Busco los elementos de limpieza y comienzo con mi tarea.
De esta casa no me iré, no tendré los mejores recuerdos pero hay algo en mí que dice que me quede porque está bien. Espero no equivocarme.
Muevo los muebles de un lado a otro. Voy dejando espacios grandes para poder limpiar mejor.
Pasan los minutos y la casa va tomando su aire hogareño nuevamente.
Te falta las habitaciones de arriba y mover la gran mesa del comedor.
—Ay carajo... —respiro hondo—, todo por que esto esté normal nuevamente.
Y así lo paso el domingo entero. Supuestamente es de descanso pero si Felipe salió con Rosa, ¿qué haría allá sola?
—¡Laira llegamos tarde!
Escucho su llamado del otro lado de la puerta.
—Cinco minutos...
—¡En diez minutos tenemos que estar en el trabajo y aún no nos vamos!
Ajá...
—¡DIEZ MINUTOS! —toco la pantalla del teléfono y lo compruebo.
No sé qué me picó...
La adrenalina.
A lo mejor... pero en cinco minutos estaba lista.
—Tendremos que desayunar allá —lo sigo y nos subimos al auto.
Mientras llegamos voy terminando de arreglar mi maquillaje y cabello, no entraré tan mal por las dudas.
—Espero no nos digan nada.
—Eso estoy rogando —dice acelerando un poco más al ver que en esta parte no hay mucho tránsito.
—Supuestamente los que estamos a prueba tenemos que llegar unos minutos antes del horario normal.
—Tranquila, alguien nos está cubriendo —frunzo el ceño pensativa—. Rosa.
—Claro.
En poco tiempo llegamos. Hemos pasado por partes que no conocía, pero fue de ayuda, igual llegamos al trabajo con... ningún minuto de sobra.
—Si hubiera pasado por la nueve de Julio seguro que estaría más multado que un conductor pasado de alcohol en navidad —dice a penas salimos del auto.
Rio por su ocurrencia. Pero en parte es cierto, ahí es como estar en la parte céntrica de New York, el tránsito es horrible.
Por suerte no nos dijeron nada. Cada uno fue por su lado en silencio antes de provocar algo que nos arrepentiríamos.
Justo cuando estoy por empezar con mis cosas, Carlos entra de repente.
—Laira debo hablar con vos.
—Estoy ocupada ahora, más tarde será —trato de evadirlo pero me pongo en alerta cuando se acerca al todo a mi escritorio.
—Por favor, es sobre el sábado.
—En otro momento...
—Disculpa por lo que hice... no tuve consciencia cuando lo hice —aprieto la mandíbula molesta—. Sé que te molestó y enserio lo siento mucho.
—Basta —digo en un susurro.
—No quiero que termine nuestra amistad.
Y ahí lo confirmó al todo.
No sé de dónde saco las fuerzas, pero lo digo.
—Lo que pasó fue un error y no volverá a pasar, tranquilo —la voz me sale rasposa y como sea trato de controlar mi enojo.
—¿Quedamos bien?
Quedás vos bien...
—Sí, tranquilo —su mirada cambia de una torturada a una tranquila.
—Nos vemos —asiento forzando una sonrisa.
Lo veo salir y las ganas de gritar aparecen.
Otra vez fui utilizada... otra vez.
—Mierda... —cubro mi rostro con las dos manos.
Debo olvidar... debo olvidar... debo seguir.
Con las ganas por el suelo, comienzo hacer mi trabajo. Si quiero quedar en planta permanente, tengo que cumplir con lo mío.