Jimena
Tshilaba aún no se sentía del todo bien pero su mirada era como la de un halcón, no dejaba de acecharme-
— ¿Pasa algo? —desvié la mirada y no encontraba las palabras para decirle los acontecimientos— Dos días Jimena que pareces un perro con pulgas, no estas quieta, me lo dices o lo averiguo.
Suspire y toque mi cabello.
—Gyula estuvo aquí hace dos días, estaba molesto porque se dio cuenta que Jared no es zíngaro, él estaba alterado y me dijo que nos daba esta semana para una respuesta.
—¿Qué más Jimena?
—No quiere a Jared cerca, Tshilaba, me ha dicho que si no hay respuesta, tomara sus medidas — mi abuela bufo —Robo un mechón de mi cabello.
Tshilaba entrecerró los ojos.
—No te preocupes por el cabello, haga lo que haga no podrá hacer nada, no te le acerques Jimena y procura no estar sola —mi abuela ingreso a la otra carreta, la que estaba destinada a ser mía una vez me casara — No me molestes, estaré en meditación.
Asentí y me puse a limpiar y preparar el almuerzo, quería sentirme mejor pero me era totalmente difícil, quizás para Tshilaba no era preocupante pero ella no vio la mirada de odio de Gyula ni escucho el tono de voz que empleo para decirme que yo le suplicaría para casarme con él.
Trate de relajarme tarareando canciones, después que hice todos los quehaceres, me senté debajo de un árbol frondoso y empecé a tallar. Mi mente comenzó a tomar el control y empecé a tallar una gitana embarazada, sonreí, y la hice a un lado, faltaba tallar al padre del bebe.
—Señorita — levante la mirada y me encontré con la mirada tierna de un niño —Le envían esta bandeja de panecillos — fruncí el ceño, no recordaba de que familia era el pequeño, no pregunte por que me dio vergüenza recibir un regalo de su familia y yo no recordar nada.
—Gracias pequeño — deposite un beso en su mejilla y mire los panecillos que estaban espolveados con canela en polvo, olían deliciosos, sentí mi estómago crujir y con mucha hambre empecé a devorar uno, le dejaría a Tshilaba y si este día aparecía Jared le compartiría, dos días sin verlo, lo extrañaba no podía negarlo aunque no entendía la razón. termine de devorar el panecillo y continúe tallando la imagen del padre de la figurita, no sé cuánto paso pero sé que de repente empecé a sentir mucha sed, me levante para buscar agua pero sentí una oleada de fuego recorrer mi bajo vientre, justamente en mi parte intima, fruncí el ceño no sabía que me pasaba, caminé hacia la carreta necesitaba beber agua, pero el solo hecho de la fricción de mis piernas me causaba un fuerte deseo, me sujete fuerte de la mesa que esta antes de llegar a la carreta, deseaba calmar mi deseo con un hombre era tan fuerte que no me importaba quien fuera, lagrimas recorrieron mi rostro, no sabía que me estaba pasando, era una mujer virgen, pero en este momento deseaba ser poseída por un hombre, cualquier hombre que apagara la llama que estaba quemando mi cuerpo.
— ¡Tshilaba! — Mi grito era desesperado, mi abuela tenía que ayudarme porque el deseo se estaba apoderando de mí, sentía mi piel arder, gire mi rostro y vi a Gyula... un hombre, estaba revisando las ruedas de una carreta muy cerca de nuestro hogar. Él levanto su rostro y su mirada conecto con la mía, recorrí con mi mirada su torso, la camisa se pegaba a su cuerpo y me parecía sexy, di un paso, mi cuerpo estaba quemándose, necesitaba el alivio que solo un hombre me podría dar.
—Jimena —mi abuela llego corriendo hacia mí, su rostro era de preocupación — ¿Qué pasa?
Negué
— No lo sé, solo sé que mi cuerpo arde de deseo, Tshilaba no sé qué me pasa —solté las lágrimas.
—¿Qué has bebido Jimena? —Mi abuela no espero respuesta, empezó a mirar hacia alrededor buscando hasta que camino a la mesa donde tallaba, vio la bandeja de panecillo y empezó a olerlos — ¿Quién te los dio? — negué
_—Vino un niño de nuestro campamento a dejarlos, no le pregunte quien lo envió — jadee al sentir los pezones de mis pechos duros como rocas, el deseo estaba aumentando.
—¿Cuantos comiste?
—Uno —avance otro paso, mi mirada estaba fija en Gyula, el podía calmar mi deseo, apagar el fuego, era algo tan fuerte que me estaba matando, solo su mirada hacia que mi cuerpo ardiera más, mi abuela me sujeto fuerte del brazo.
—Has sido envenenada con cantárida, Jimena — mi abuela me empujo fuerte a la carreta y me sentó en el camastro, sentía mis músculos contraerse de deseo en mi parte intima.—Tienes que vomitar Jimena —mi abuela empezó a preparar sus hierbas rápidamente.
—¿Eso sacara a ese escarabajo de mierda de mi cuerpo?
— Sabes bien que no Jimena, por tu reacción me doy cuenta que te administraron una gran cantidad —me extendió el líquido, solo sentir el olor me produjo nauseas pero Tshilaba insistió hasta que lo tome, casi al instante devolví todo mi estómago, me sentía débil.
Tshilaba me miro con tristeza.
— Hoy te diste temprano tu baño, cambia tu ropa y perfuma tu cuerpo— fruncí el ceño, pero más al ver aquel rostro triste de Tshilaba —Apúrate Jimena, te preparare un té que te dormirá un rato, mientras el malestar pasa, usas la otra carreta-
— ¿Porque la otra carreta?
— Tu deseo aumentara Jimena y yo no puedo ayudarte en apagarlo — se giró y mire lágrimas en su rostro —Esta no era la manera en que espere que perdieras tu virginidad.
Hice lo que mi abuela me dijo, mi cuerpo era un volcán a punto de hacer erupción, había caído en una trampa, pero nunca imaginé que en nuestro campamento usaran la Cantárida.