Jared Arévalo: El Inicio [saga Arévalo #7]

Capítulo 12

Jared

—Milord,¿necesita algo más? —fruncí el ceño, me acababa de haber lavado y puesto una bata, era hora de dormir pero sentía una inquietud.

—Batles, busca la ropa que nos prestaron la ultima vez — él se alarmó.

—Pero ya está listo para dormir...— lo interrumpi.

—Siento una inquietud, es cómo si Tshilaba me llamará— el gesto que hizo Batles era como si yo estuviera loco, hasta yo lo estaba pensando, pero volví a sentir ese llamado desesperado —Hazlo.

Busque mis botas, me paseaba por todo el cuarto. Me sentía inquieto, cuando Batles entró con la ropa, casi se la arrebate para vestirme rápido.

—Me iré a preparar para acompañarlo—negué.

—No podemos perder tiempo.

— Pero su caballo no está preparado.

—Se andar a pelo —me calce y salí como un rayo.

Fui a los establos y el mozo de cuadra ya estaba durmiendo, entre sin hacer ruido, tomé a Tormento y salimos.

—Amigo, necesito que vueles, pero trata de no lastimarte —después de acariciar su rostro, subí en él y salimos rápidamente.

Tshilaba

— ¿Pasa algo?— levanté el rostro y miré a Gyula con aquella mirada de satisfacción.

—Nada Gyula, todo está bien—él se movió tratando de mirar hacia dentro de la carreta.

—¿Dónde está Jimena?— no sé que haría pero no le entregaría a Jimena, si era posible la amarraria a la cama mientras el efecto de la cantárida pasaba.

—Dormida— no disimulo la sorpresa en su rostro, me imaginó esperaba verla arrastrándose de la carreta hacia él rogándole que la tomará para librarla de su tormento, Gyula había actuado con bajeza tratando de tomarla, para así forzarme a que los casará —Estaba muy cansada fue un día agotador — saqué un panecillo de los que yo había preparado, los que le dieron a Jimena los había guardado, pero el pavor que vi en la mirada de Gyula al verme con el panecillo me dio risa.

— ¿Deseas uno? Se los enviaron a Jimena, pero ella odia los panecillos, así que me los comeré yo, de hecho ya probé uno. Suspiré debía ser toda una actriz. —¡Oh Gyula! — me abanique y lo miré —Mi cuerpo arde — empecé a levantarme y él a retroceder —Siento que mi ser se está volviendo fuego líquido—pasé mi mano por su brazo— Estas fuerte... — él se dio la vuelta y salió corriendo, solté una carcajada, se lo merecía por haberle dado cantárida a Jimena. Seguí pensando con toda mi fuerza en Jared, para que él sintiera mi angustia y esperaba que fuera inteligente y llegara al campamento. Si mi nieta iba a perder la virginidad sería con el hombre que fue creado para ella, su otra mitad, su alma gemela: Jared Arévalo.

Escuché los cascos de un caballo, giré el rostro y solté el aire retenido, Jared me había escuchado, desmontó su caballo y corrió hacia mi.

— Tshilaba, disculpa que venga a estas horas pero sentí dentro de mi como si me necesitabas... quizás actúe impulsivamente.

— Te he llamado y has escuchado Jared, sentía angustia que ignorarás mi llamado.

Él estaba claramente preocupado.

—¿Dónde está Jimena?

— Precisamente es por ella que te he llamado. Ella...—suspiré —Te necesita.

Dejé salir las lágrima contenidas y le relaté en la trampa que había caído Jimena, por lo que estaba pasando y sobre todo la única manera en que él podría ayudarla.

—Para una gitana su virginidad lo es todo, el sueño de Jimena se verá destruido, no podrá casarse.

—Puedes sedarla Tshilaba.

—No lo entiendes Jared, le administraron cantárida, ella puede morir de deseo, no fue poco lo que le dieron.

El se pasó la mano por el pelo.

—Tshilaba, ¿por qué le hicieron esto?

—Me han querido presionar para consentir un matrimonio con Jimena, me he opuesto y le hicieron esto, quizás sólo querían usarla y desecharla.

Jared apretó la mandíbula.

— Lo mataré —me le acerqué y puse mi mano en su hombro.

—Mata el fuego que hay en mi nieta, te advierto te puede llevar toda la noche —Tshilaba tomó mi mano y me guió a otra carreta, era más nueva y sobre todo era muy bonita —Esta es la carreta que le había comprado a Jimena para su vida con su esposo —la miré con tristeza —Pon la tranca en la puerta Jared cuando entres y no olvides que mi nieta puede morir de deseo— me giré pero él tomó mi brazo.

—Lamento ser quien destruya el sueño de Jimena de llegar pura a su matrimonio — lo miré a los ojos y me di cuenta que era sincero.

—Tú no la envenenaste Jared, sólo me ayudaras con el tormento de Jimena.

Me marche sin mirar atrás, entre a mi carreta y ahí deje que mi alma se vaciara a través de las lágrimas.

 




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