Josefina, la culpable.

Josefina sin alma

En un pueblo silencioso, de pocas casas, vivían personas trabajadoras y amables, casi no salían de sus hogares para hablar con los vecinos, tenían vidas ocupadas o al menos eso era lo que se pensaba… sin embargo, había una esquina, la casa de Josefina Cruz, durante más de 30 años fue punto de referencia en dolor y gritos. Varias veces al mes, el terror se apoderaba del lugar, se podían escuchar cómo los llantos cobraban vida, las malas palabras eran habituales en esa esquina, por parte de Josefina y su único hijo, la bestia Raúl, quien desde que nació fue atormentado por su madre, continuos golpes y maltratos fueron los que cobijaron al bebé Raúl, nunca fue querido, ni disfrutó de una caricia de amor, desterrado del aprecio de su madre, se batía entre la vida y la muerte con cada episodio de odio que recibía de ella.

Con los años, los castigos fueron aumentando tanto en su frecuencia como en su crueldad, los vecinos sufrían por lo que sucedía en esa casa, pese a que trataron de ayudar, Josefina no cambió, ni se avergonzaba de su proceder, su voz se alzaba y su ser prepotente, enfermo y cruel tomaba el control de sí misma, esto a raíz del daño que ella misma sufrió en su niñez por parte de sus padres, por lo que sólo daño y el mal, era lo que conoció y lo que sabía dar. Conforme fue creciendo Raúl, así era la ira de Josefina, un día se podía escuchar cómo los llantos del niño trataban de salir de esa casa, cuando María, pasando por el lugar llevada por la curiosidad que le causaba en parte la situación, pudo ver al niño amarrado en sus manos y pies bajo el frío de la lluvia de aquél día. Esa imagen rompió su corazón al mismo tiempo de incrementar su enojo con Josefina por su crueldad, María corrió a su casa, donde explicó todo lo que vio a su familia, llorando por lo sucedido, su madre le dice con tono bajo y dulce; Dios sabe porque suceden las cosas, Dios sabe cuándo castigar el daño causado…Dios lo hará.

Al correr los días, los vecinos se reunieron entre sí, buscando una solución ante tanta maldad, el señor Juan, el carpintero dijo “hay que denunciarla”, mientras que la señora Ofelia quien era la panadera del pueblo suplicó “deberían quitarle al niño, por Dios”… transcurrían las horas y no sabían que hacer, hasta que la madre de María, la señora Isabel, les comentó “hay que hablar con ella, Dios nos dé las palabras adecuadas para que entre en razón, está poseída por el mal”. Siendo algo nuevo para todos en el pueblo, no tenían las fuerzas para denunciar a la señora Josefina, el miedo los invadía casi tanto como la cobardía, así que, pues llegado el momento, pasaron cerca de la casa del horror, sintiendo temor ante lo que podrían ver, pero el silencio les ganó, no se escuchaba nada en esa casa… era como si la vida no habitara allí, así que dejaron de insistir y volvieron a sus casas. En pie, cerca de la ventana estaba Josefina, la culpable, observando lo que iba suceder, riendo por el poder que sentía a costa del miedo que le causaba al pueblo, su hijo dormía, eran las únicas horas que el pequeño Raúl tenía paz y felicidad, encontrando estas horas su salida frente al dolor que crecía en su corazón, así no sintiera ganas de dormir se veía obligado hacerlo, para mantenerse a salvo de su madre la malvada bruja, no sabía por qué su madre no lo quería y nunca pasó tiempo con su padre, éste se había ido de la casa al saber del embarazo de su mujer, tal como figura no tenía cuán aferrarse, no sabía que era eso de un padre.

María no sabía cómo ayudar, siendo aún muy niña, desconocía el camino para sacar al pequeño Raúl de la casa, no sé mucho sobre la bruja, pensaba María, así que día tras día se la jugaba con ideas para salvar aquél niño. En las tardes, se comenzó hacer frecuente los juegos con los demás niños del pueblo, aquellos que culminaban sus tareas diarias, gozaban de algunas horas de recreación, sus madres solían acompañarlos, tanto por el cuidado de ellos como por las ganas de ver al niño Raúl. Finalmente, estas actividades dieron resultado, Josefina viendo desde su ventana cómo las demás madres salían y se reunían para largas tertulias, le vino a la mente el poder formar parte de eso, sin embargo, lograr aquello significaría dejar salir a jugar a su hijo, con lo que fácilmente se expondrían como carnada frente al pueblo. No obstante, las ganas de salir de aquella casa estaban ganando terreno en la vida solitaria y fría de Josefina, por lo que se dispuso hacerlo, un día se arregló y perfumó, al igual que lo hizo con su hijo, aquella imagen, lejos de ser querida dejaba ver una luz de esperanza para sus vecinos, aunque más adelante se dieran cuenta que sólo era una vil mentira.

Tal como una familia feliz, fue aquel encuentro entre Josefina, su hijo y el resto del pueblo, Raúl contento y ansioso temblaba por jugar con alguien más, por su parte, su madre, con la cara en alto iba pensando alguna estrategia para esquivar los comentarios que de seguro tendría que dar explicaciones sobre las torturas que tenía en casa. Tal como una brisa nueva, el aroma de su perfume llegó al lugar del encuentro, las madres contentas salieron a su encuentro, mientras soltaba a su hijo para que éste compartiera con los demás, en ese momento la libertad se apoderó del pequeño, callado y con la cara baja se acercó al grupo de niños que aguardaban su presencia, más que por el juego, por la curiosidad sobre su vida y los castigos que le proporcionaba su madre casi a diario. Sin embargo, nadie comentó nada, ni del lado de las madres, ni del lado de los niños, por temor a que ese día no se repitiera, tanto habían luchado por hacer salir de esa terrible casa al niño que un paso en falso arruinaría todo, pudo más la solidaridad y el amor que los juicios a éstos. María, tomando la iniciativa, le tomo de la mano y juntos agarraron una pelota, con ella, los demás corrían y reían sin parar, las lágrimas se habían ido para el pequeño Raúl, eso era mágico. Mientras la felicidad rondaba por un lado, las tertulias de las madres con Josefina iban para los quehaceres de la casa u otra noticia de un pueblo cercano, esto le llamó la atención a la bruja, ya que pudo ver que nadie interferiría con la forma en que criaba a su hijo, así que determinó seguir saliendo en las tardes tal como si viviera dos vidas distintas, dentro de casa se convertía en la bruja cruel y fría, fuera de esta, era la madre recta y hasta llegando ser perfecta según su propio criterio.



#16267 en Otros

En el texto hay: dolor, violencia, maltratoinfantil

Editado: 25.04.2021

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