Juegos de azar

Prólogo

Prólogo.

La élite es bastante turbia. Tiene ese hedor a sangre sucia y lenguas hipócritas.

Todos piensan tener la razón, que sus ideas son legítimas y no hay nada ni nadie que pueda oponerse. En caso de hacerlo, se te enmarcará de traidor. De ignorante. Te convertirás en un rechazado de por vida y jamás serás invitado a las grandes fiestas en el Palacio de las Armas.

Armas.

Y es que las hay. De doble filo, de empuñaduras de plata y de balas de metal. Sólo que no son reales. No al menos físicas. Las personas tienen una lengua filosa que mata, envenena y sucumbe. Incluso te pueden manipular fácilmente. Así que dime, ¿no son esas las habilidades de un arma? Total, no hay distinción.

Esos pensamientos son los que se deslizan por mi cabeza todo el tiempo. Me hacen sentir ahogada y seca al mismo tiempo. Jamás me sentí parte de su club, nunca tuve la confianza de pavonearme como ellos o usar un vestido de seda con glamour. No estoy en su misma civilización, ciudad, mapa o planeta. Me siento desorbitada y pienso lo difícil que es soportar guardarme todas estas ideas hasta no poder dormir.

Entonces pensarás: “lárgate entonces”

Fácil sería.

La habitación en la que me encuentro es de colores oscuros, pero sé que se trata de la sala de estar de un departamento. Uno de esos lujosos que parecen más habitaciones de hotel que otra cosa. Las paredes de tonalidades azules fuertes sólo me hacen sentir en una caja de cartón, totalmente aprisionada. No hay luz aquí, es como una escena de terror en la que, de imprevisto, saltará el asesino para alertar a los espectadores. Para hacer más emocionante todo.

Estoy, pero a la vez no. Siento la alfombra amortiguar la incomodidad de mi cuerpo, ya que me encuentro en el suelo. Lo sé, porque puedo ver el techo de grandes candelabros mecerse de un lado al otro por el aire que entra de algún lugar. ¿De dónde exactamente? No veo alguna ventana cerca.

Mi cabeza palpita sin control y mi pulso está totalmente alocado. No voy a hablar de lo desesperada que es mi respiración, como si acabase de revivir de no sé dónde.

Mi manos están frías… ¿qué es esto? ¿Qué es este líquido que se desliza por mi mano? ¿Por qué se siente tibio?

No puedo ver qué es lo que sostengo con firmeza y mucho menos el origen del líquido. Quizá es el poder de mi mente, pero comienzo a imaginarme que es agua. O algo más espeso. ¿Espeso o líquido?

¿Qué es lo que aferro con tanta fuerza?

No puedo ver, pero uso la otra mano para palpar el objeto y darme una pista de lo que puede ser.

Entonces… siento el filo.

¿El filo?

¿Qué significa esto? ¿Qué es? ¿Un cuchillo? ¿Navaja? ¡¿Qué demonios es?!

Intento que mis ojos se adapten a la escasa luz para poder visualizar mejor el objeto. Y es ahí cuando un vacío inunda la boca de mi estómago.

Es un cuchillo empapado en sangre.

¿Mi sangre?

Grito eufórica soltando el arma y algo dentro de mí se quiebra al instante. Trato de encontrar evidencia de alguna herida en mí, pero, al hacerlo, mi movilidad se ve interferida por un dolor intenso en la pierna izquierda, tan intenso que exclamo una maldición a lo alto.

¡Qué dolor! ¡Es tan horrible, que siento morir!

Mi abdomen también duele a lo grande y es ahí que levanto mi camisa torpemente, debido a que mis reflejos no sirven en estos momentos, y me aseguro de que no haya algo malo en mí.

Y no. Es un dolor punzante, pero muscular.

¡Me duele!

Lágrimas empiezan a jugar en mis mejillas a consecuencia del dolor y mi falta de habilidad por lidiar con él.

Tengo miedo. No sé qué está pasando. No comprendo absolutamente nada. Y para empeorarlo todo, siento algo desvanecerse por mi cuello.

Sangre.

Otra vez.

Entonces, por mi indiscutible pánico, trato de arrastrarme hasta la única ventana que veo. Y quiero, por todos los medios, abrir la cortina. Lo necesito con desespero.

Me estoy ahogando en mi desesperación por entender todo lo que está ocurriendo, pero sólo obtengo sentirme peor. Que me hiera cada vez que me arrastro hasta la ventana y la sensación de perder toda movilidad de la pierna izquierda.

Finalmente se me ocurre.

Levanto el pantalón de lana, que me obsequió Lidia… ¿quién es Lidia? ¿Por qué de pronto…?

Lo olvido.

Sólo me limito a subirme el pantalón hasta lo que puedo y entonces lloro a grandes sollozos.

¡La tengo rota! ¡Está inútilmente decaída! ¡Empapada en sangre sólo haciéndome sentir la mujer con más discordia en el mundo!

¿Verdaderamente la tengo rota? ¿En serio?

Niego con la cabeza negándome ante ese hecho.

¡Me niego!

¿Puedo perder la pierna?

¡¿Qué está ocurriendo?! ¡¿Cómo es que terminé aquí?! ¡Alguien, por favor, ayúdeme!

Ayudarme.

¿Cómo?




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