—Ni crea que vamos a aceptar algo como eso —expresa el castaño de ojos oscuros y estampa de modelo de revista, con una seguridad abrumadora.
—¿Y por qué no? —cuestioné.
—Porque eres una chica.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Somos jugadores de alto rendimiento; dificulto que tengas algo que aportar para mejorar nuestra resistencia en el campo —dice él, con el desprecio dibujado en el rostro.
No me amilano, más bien decido acercarme a él, en un gesto que busca demostrar que no me intimida.
—Hagamos una prueba —dije, sería—, tú y yo en una competencia de resistencia. Si yo gano, ustedes permiten que yo sea su preparadora física —dije repasando el rostro del grupo de hombres que me rodeaban.
—¿Y si yo gano?
—Me voy y no me vuelven a ver por el campo de juego, ni siquiera como espectadora —aseguré, girándome nuevamente hacia él. —¿Qué dices, Drummond?
Una sonrisa de burla se dibujó en sus labios, mientras que las carcajadas de sus compañeros no se hicieron esperar y en ese momento supe que él iba a aceptar.
—Está bien, pero luego no digas que fue un abuso, esta competencia. Tú lo propusiste y yo solo acepté.
—No va a escuchar ni una sola queja de mi parte, señor Drummond —expresé sin dejar de mirarlo, aunque para hacerlo tenía que levantar la cabeza, debido a que su estatura superaba por mucho la mía.
—Bien, entonces hagámoslo.
Con el rabillo del ojo, pude ver cómo mi padre negaba con la cabeza. Sabía que ganarle a este idiota, no sería fácil, pero haría mi mejor esfuerzo.
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Editado: 18.11.2025