Si tuviera que definir en una sola palabra la nueva escuela, sería sencillo. “Lujo”, eso es lo que abunda aquí.
Empezando por la opulencia del edificio que se yergue en medio de una inmensa propiedad, rodeada de miles de metros de áreas verdes. En el estacionamiento, el asunto no es diferente, los autos son de último modelo y de marcas que los simples mortales, no podemos pagar. Cada uno, más elegante y costoso que el anterior.
Trago grueso, una vez pongo un pie en aquel lugar. La mirada de todos está sobre nosotras y no porque les parezcamos interesantes, sino porque somos extrañas y desentonamos con el lugar.
Charlotte camina, como si estuviera en medio de una pasarela y todos ellos fueran sus espectadores, mientras yo, miro al piso, intentando no tropezar, porque me siento completamente fuera de lugar.
Papá llegó mucho más temprano, porque tenía asuntos que arreglar con el director, pero nos envió nuestros horarios, para que pudiéramos llegar a nuestras clases.
Afortunadamente, el cambio de papá se dio a solo un par de semanas de haber iniciado el año escolar, por lo que no debemos tener problemas para ponernos al corriente.
—¡Que te vaya bien! —expresa mi hermana, en un tono serio mientras se aleja de mí.
Hubiera querido ir tras de ella o estar al menos cerca, pero vamos en años diferentes y tenemos distintos profesores. Solo espero que Charlotte entienda, que necesita comportarse para no meter en problemas a papá.
Me detengo para revisar el horario que papá me envió. Me ubicó en el ala que me corresponde y avanzo rumbo a mi salón. Gracias a Dios, tengo tiempo suficiente. Sería caótico, ser la nueva y también la que llega tarde.
Ubico el salón y entro, extrañamente no hay nadie, por lo que me ubico en una de las primeras bancas. Me gusta prestar atención y estando enfrente, es mucho más fácil.
Sacó mi agenda, los útiles que usaré y me preparo para la clase que iniciará en unos minutos.
Como si todos los estudiantes se hubieran puesto de acuerdo para llegar, entran al salón en grupo. Algunos me miran extrañados y otros solo me ignoran olímpicamente. Por mi fortuna, nadie reclama la silla que ocupo.
Unos minutos después, una mujer de unos cuarenta años entra en el salón, con paso seguro y algunos libros en la mano.
—Bien, chicos, listos para nuestra clase de literatura —anuncia la mujer, con efusividad.
Un bufido se escucha en el lugar, lo que hace que la profesora solo niegue con la cabeza.
—Su amor por las letras, me deja estupefacta —dice la mujer, justo antes de girarse y mirarme, como si yo fuera algún bicho raro.
—¿Y tú eres…?
—Sadie Aldridge, profesora —respondo, de inmediato.
—Oh perdón, perdón, cierto se me anunció que tendría a partir de hoy una chica nueva. Bien entremos en materia, William Shakespeare, será nuestro autor para este curso —expresa ella, retomando su cátedra.
Me emociono, porque justo en el curso anterior, en mi antigua escuela, estudiamos a Shakespeare y yo quedé, completamente encantada.
La mujer nos da una clase magistral sobre el escritor y nos lleva en un viaje fascinante sobre su vida y dobras y cuando finalmente termina, nos deja caer un balde de agua fría.
—Harán un trabajo en grupo de dos, una monografía sobre un tema que yo les asignaré. —Hasta ese punto todo iba bien, pero de repente —Los grupos serán al azar.
—¿Cómo qué al azar, profesora? Ya cada uno tiene con quién trabajar, nos conocemos —alega una chica, en tono de reclamo.
—Y yo también los conozco y sé quiénes trabajan y quiénes no, por eso ahora dejaremos que el azar, sea quien decida.
Los murmullos y las expresiones de molestia, no se hacen esperar.
—La próxima clase, cada uno sabrá con quién le corresponde trabajar.
La mujer toma sus pertenencias y sale del sitio, dejándonos a todos, estupefactos. Especialmente a mí.
Me concentro en mis apuntes y aunque siento sus miradas sobre mí, las ignoro. Nunca he sido una persona muy sociable.
—Hola —escucho decir a una voz femenina, justo a mi lado —Soy Liz.
—Hola —respondo —Soy Sadie, mucho gusto.
La chica que está frente a mí, parece agradable. Es alta de cabello castaño, ojos caramelo, estatura mediana.
—Bienvenida a la preparatoria Charleston.
—Gracias —dije sonriendo, de forma genuina.
—Si ocupas algo, estoy a la orden. Sé lo difícil que es ser la nueva.
Hice un gesto de asentimiento, en señal de respuesta, mientras la vi alejarse. El resto de la tarde me mantuve en silencio y sin levantarme del lugar, hasta la hora del receso, en donde decidí ir en busca de mi padre, necesitaba saber cómo le había ido en la reunión con el director.
Mientras avanzaba por uno de los pasillos, me encontré con un grupo de chicos. No tenía que ser adivina para saber que eran parte del equipo de fútbol. Pasé junto a ellos, por lo que pude escuchar lo que hablaban.
—Entonces el tipo es un nadie —dice uno de los chicos.
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Editado: 06.12.2025