(***)
Henry
Conocer al nuevo entrenador, no fue lo que esperaba. Solo lo vi por unos minutos, en la presentación formal que nos hizo el director. El tipo ni siquiera parece atleta, no estoy seguro de que alguna vez lo haya sido. Es de estatura media, contextura gruesa y de unos cincuenta y seis o cincuenta y siete años. Nada que ver con nuestro antiguo entrenador, quien era un tipo atlético, y que con mucho llegaba a los tercios ocho años.
—¿Cómo que el preparador físico renunció? —pregunta el hombre exaltado.
El asombrado no solo es él, yo también quedé de una pieza. Tenía conocimiento de que había prescindido del entrenador, pero no de que también nos habíamos quedado sin preparador físico.
—El tipo decidió renunciar, por su lealtad con el antiguo entrenador —responde el director.
Cierro los ojos, intentando contener mi frustración, esto está peor de lo que yo pensaba.
—¿Y cuándo llegará su reemplazo? —cuestioné de manera directa.
—Ha sido imposible, conseguir un reemplazo.
—Lo que intenta decir es que ¿voy a asumir mi rol como entrenador, sin poder contar con la ayuda de un preparador físico? —pregunta el recién contratado entrenador.
—Así es. ¿Lo toma o lo deja? — cuestiona el director, como si en lugar de estar hablando del equipo de futbol y sus jugadores, lo estuviera haciendo de papelería o algo por el estilo.
—No se me dijo nada de esto, antes de trasladarme aquí.
—No, pero estoy seguro de que en su limitado abanico de opciones nuestra preparatoria era la mejor —alega el director, en un tono serio.
Puedo ver la expresión de sorpresa en el entrenador, que lo mira fijamente. Procesa las palabras por algunos minutos, antes de responder.
—Lo tomo —dice finalmente.
—Bien, entonces usted será responsable que conseguir un preparador físico para estos chicos. Con permiso, tengo cosas importantes que hacer.
Veo al director marcharse y la rabia que siento se acrecenta. Es mi último año en la preparatoria y mi sueño era irme con un trofeo de campeón en mis manos, pero parece que no sucederá.
Me giro para marchar, pero la voz del nuevo entrenador me detiene.
—A las dos de tarde iniciamos nuestra práctica. Avísale a tus compañeros de equipo, Drummond.
Sonrió y niego, antes de volver a girarme para quedar de frente a él.
—Les diré, pero no estoy seguro de que lo acepten como entrenador y sigan sus órdenes, me incluyo en eso—respondí.
—Pues si quieren ser parte de este equipo, les tocará hacerlo —expresa el hombre, con autoridad.
—¿Y si no?
—Se convertirán en parte de los espectadores.
—¿Y entonces a quién se supone que entrenará?
—A todos los chicos que estén dispuestos a formar parte del equipo y a obedecer al nuevo entrenador. Estoy seguro de que hay muchos interesados, allá afuera —dice, con suficiencia.
—Novatos, neófitos, gente que lo único que sabe es gritar para celebrar un Touchdown.
—Gente con hambre de aprender, con sed de gloria y con deseos de tener una oportunidad. ¿Acaso olvidaste lo que se siente ser novato, que encuentren en ti el talento y lo exploten? Estoy seguro de que deben haber muchos diamantes en bruto allá afuera, tal vez hasta podamos reemplazar con ellos a las estrellitas del equipo.
—Si se refiere a mí, le advierto que yo no soy reemplazable.
—Todos somos reemplazables —me responde con una seguridad, que me hace enmudecer.
—A las dos de la tarde, Drummond, y asegúrate de que tu gente llegue temprano —expresa el hombre, justo antes de pasar a mi lado y encaminar sus pasos hacia su oficina.
Suelto el aire que tengo retenido, siendo plenamente consciente de que el entrenador y yo, hemos empezado mal, pesimamente mal, pero bueno, eso tampoco es que me robe la calma.
Regreso en busca de los chicos para darles las noticias. Por la reunión con el director no llegué a la primera hora, que era la de literatura. Estoy seguro de que eso me costará un buen regano, pero para nadie es un secreto de que el fútbol es prioridad para mí.
Me entretengo conversando con ellos y respondiendo alguna de sus inquietudes, cuando de repente una pigmea, interviene en nuestra plática y arremete contra nosotros. No es lo que dice lo que capta mi atención, sino la manera como lo hace. La pasión con la que defiende al nuevo entrenador, al escucharnos referirnos a él, de maneras no tan cariñosas.
—No pueden opinar así de alguien que ni siquiera conocen, no saben nada de su trabajo, ni de su manera de entrenar —expresa la chica, evidentemente enojada
—¿Y tú quién eres? —pregunté, algo desconcertado por su intromisión.
—Eso no importa, lo que sí importa es que conozco el trabajo de su nuevo entrenador y les puedo asegurar que está muy lejos de ser un entrenador de cuarta —expresa enojada, mientras lleva ambas manos a su cintura. Su respiración es algo agitada y el tono de su voz, algo elevado.
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Editado: 06.12.2025