(***)
Henry
No fue fácil, pero finalmente convencí a los chicos del equipo a asistir al entrenamiento. En este momento estamos en los vestidores, preparándonos. La tensión es latente y el silencio incómoda. La algarabía y la energía que se desbordaba en las ocasiones anteriores en este sitio están ausentes y no hay que ser adivino para comprender que el desánimo vino a reemplazarla.
—Vamos, chicos, que se hace tarde.
Mis compañeros me miran con mala cara, mientras que Mario y Johan se acercan a mí.
—Si sabes que esto está mal, capi. Nadie quiere a ese tipo.
Resoplo frustrado, antes de responderle.
—En este punto no se trata de querer. Se trata de que si realmente aspiramos a
llegar a los finales de conferencia del campeonato, tenemos que empezar nuestra preparación desde ya, no podemos perder el tiempo —dije en un tono que no admitía ningún tipo de discusión.
—No creo que lleguemos a eso, con ese intento de entrenador.
—Pues lo que hay, así que nos toca.
Pude ver en sus ojos que mis palabras no habían sido tan convincentes como yo esperaba, pero al menos nadie refutó.
En una especie de procesión del silencio, caminamos de los vestidores hacia el campo, donde ya nos esperaba el entrenador. Hicimos un círculo a su alrededor, esperando sus instrucciones.
—Buenas tardes, mi nombre es Allan Aldridge y soy su nuevo entrenador. —Los gestos de desagrado no se hicieron esperar y, aunque nadie dijo nada, la tensión del momento era palpable. —Entiendo que lo del cambio de entrenador es algo que no les ha caído bien. Pero vine aquí a hacer un trabajo y solo espero que me permitan hacerlo. —Esta mañana me enteré de que tampoco contamos con un preparador físico, pero ya tengo eso cubierto, al menos por ahora.
—¿A qué se refiere con cubierto? —pregunté finalmente.
—Conseguí a alguien que me ayude.
—¿A alguien? Esto no es un juego para nosotros, entrenador. Queremos ganar, llegar a ser campeones esta temporada. Así que eso de “alguien” no aplica aquí.
—Es alguien con experiencia.
—Ah, sí y ¿quién es?
—Yo —responde una voz femenina a mis espaldas—. Inevitablemente, giro para encontrarme con unos ojos verdes que me miran fijamente.
Allí de pie, frente a mí, se encuentra una chica y no es cualquier chica, sino la misma que hace un rato defendió con uñas y dientes al nuevo entrenador. Está vestida con un conjunto deportivo negro que evidencia su cuerpo atlético y bien trabajado, usa una gorra roja y una coleta; sobresale de la misma.
—¿Y tú quién eres? —pregunta Mario de forma tosca.
—Sadie Aldridge, mucho gusto —responde ella con marcada ironía.
—En serio que trajo a su hija, como preparadora física.
—¿Tienes algún problema con eso?
—Drummond, mi hija es … —Intenta decir el entrenador, pero lo interrumpo.
—Esto debe ser una maldita broma —dije, mientras apretaba los puños, con fuerza—. Ni suene que vamos a aceptar algo como eso —expresé.
(***)
Sadie
—Ni suene que vamos a aceptar algo como eso —expresa el castaño de ojos oscuros y estampa de modelo de revista, con una seguridad abrumadora.
—¿Y por qué no? —cuestioné.
—Porque eres una chica.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Somos jugadores de alto rendimiento; dificulto que tengas algo que aportar para mejorar nuestra resistencia en el campo —dice él, con el desprecio dibujado en el rostro.
No me amilano, más bien decido acercarme a él, en un gesto que busca demostrar que no me intimida.
—Hagamos una prueba —dije, sería—, tú y yo, en una competencia de resistencia. Si yo gano, ustedes permiten que yo sea su preparadora física —dije repasando el rostro del grupo de hombres que me rodeaban.
—¿Y si yo gano?
—Me voy y no me vuelven a ver por el campo de juego, ni siquiera como espectadora —aseguré, girándome nuevamente hacia él—. ¿Qué dices, Drummond?
Una sonrisa de burla se dibujó en sus labios, mientras que las carcajadas de sus compañeros no se hicieron esperar y en ese momento supe que él iba a aceptar.
—Está bien, pero luego no digas que fue un abuso, esta competencia. Tú lo propusiste y yo solo acepté.
—No va a escuchar ni una sola queja de mi parte, señor Drummond —expresé sin dejar de mirarlo, aunque para hacerlo tenía que levantar la cabeza, debido a que su estatura superaba por mucho la mía.
—Bien, entonces hagámoslo.
Con el rabillo del ojo, pude ver cómo mi padre negaba con la cabeza. Sabía que ganarle a este idiota no sería fácil, pero haría mi mejor esfuerzo.
—Bien, entonces escoja usted la prueba de resistencia —dije, seria.
Lo vi sonreír con malicia, mientras miraba alrededor.
—¿Qué te parece completar diez vueltas alrededor del campo de juego? El primero que llegue será el ganador y luego de eso, no quiero verte por aquí, no por equivocación.
—Muchachos, esto no es necesario —dice mi padre.
—Claro que lo es, papá, soy una chica, necesito demostrar que soy capaz. ¿No es cierto? —dije mirando al troglodita con el que iba a competir.
—Llamen a una ambulancia, estoy seguro de que a la tercera vuelta ella necesitará oxígeno —expresa uno de sus compañeros en tono de burla.
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Editado: 06.12.2025