(***)
Henry
Me detengo, porque necesito que mi respiración se acompase y que los latidos de mi corazón vuelvan a la normalidad. Me inclino y llevo mis manos a las rodillas, mientras proceso lo que acaba de pasar. No entiendo, ¿cómo pasó? Ni en qué momento. Solo que sé que en los últimos minutos de la competencia, ella me rebasó, luego de que yo estuve la frente, en toda la carrera.
Levanto la mirada y veo la expresión de desconcierto en el rostro de mis amigos, no los culpo, ni yo mismo puedo creer lo que acaba de suceder.
Me incorporo y camino hacia ellos. Nadie dice nada, solo me miran como si les costara procesar lo que todos acabamos de vivir.
—Capi … —dice Mario, pero no completa la frase.
—Ganó y en buena lid, nos toca cumplir nuestra parte del trato.
—¡Te ganó una chica! —exclama Johan incrédulo, el tono tiene un matiz de burla, pero la expresión de su rostro se vuelve neutra, cuando se paró de pie frente a él.
No digo nada, solo lo miro, pero sé que entiende perfectamente a qué se arriesga, si articula una palabra más. La expresión de su rostro me lo deja claro y justo en ese preciso momento decido alejarme de él y caminar hacia el nuevo entrenador, que se encuentra junto a su hija.
Me paro frente a ellos y cruzo los brazos sobre mi pecho. Estoy molesto, conmigo, con ella, con ese viejo que ahora nos va a entrenar y con todos mis compañeros de equipo que no dejan de mirarme.
—Bien, creo que su nueva preparadora física, debe darle algunas instrucciones.
En la voz del hombre se nota un matiz de orgullo, de satisfacción, que para nadie pasa desapercibido.
La pigmea se pone frente a él y se dirige a nosotros.
—Los espero mañana a las cinco de la mañana, en este lugar —expresa ella.
—¿Qué? ¿Acaso se volvió loca? —grita uno de mis compañeros, desde el anonimato.
—¿Cuál es el problema? Si mi memoria no me falla, alguien dijo hace un rato que ustedes son deportistas de alto rendimiento, así que deben tener una rutina de ejercicios que los mantenga en forma.
Mientras habla, la pigmea repasa su mirada entre mis compañeros y yo.
—¿Alguna objeción? —pregunta finalmente.
—Que sea a otra hora —expresa Mario en un tono serio.
—Será a esa hora y trabajaré, con quien esté dispuesto a madrugar. De igual manera, pasaré el reporte de asistencia a su entrenador y él decidirá qué medidas tomará con quienes no asistan.
El entrenador solo hace un movimiento de cabeza, para dejar claro que está de acuerdo con ella y en ese preciso momento entiendo, que esto no es bueno, que ya han trabajado juntos.
—Con permiso, los dejo con su entrenador —dice ella, justo antes de alejarse, hacia los vestidores.
El entrenamiento inicia y aunque aún estoy molesto no puedo negar que muchas de las técnicas que está utilizando el entrenador, no las conocía. Tres horas reloj estuvimos allí, reconociendo las fortalezas de cada uno de los miembros del equipo e identificando las debilidades, porque según el entrenador toca trabajar en las mismas. Terminamos exhaustos, adoloridos y de un pésimo humor.
—Los espero mañana, después de clases —solo rodé los ojos al escuchar aquello, no estaba seguro de poder volverlos a arrastrar mañana hasta aquí y francamente tampoco tenía muchas ganas de hacerlo.
En silencio regresamos a los vestidores, podría sentir la tensión crepitar en el lugar, pero nadie se atrevía a decir nada.
—¿Cómo mierda te dejaste ganar? —explotó Jahir, finalmente —Mier… ahora tendremos que dejarnos preparar con ese pedacito de gente.
—No me dejé ganar, ella me ganó y punto.
—y lo dices así, como si nada —expresa Jahir, viniendo hacia mí, con la intención de golpearme.
—Ey, la tipa es maratonista, el caso es que ninguno de nosotros lo sabía — dice Johan, mientras nos muestra la pantalla de su celular.
Tomo el aparato y reviso con detenimiento lo que dice sobre Sadie Aldridge y en ese momento, comprendo todo. La tipa era miembro del equipo de atletismo de su escuela y formaba parte del equipo estatal. Era dueña del récord estatal en maratón y como si fuera, entrenaba al equipo de primaria de su escuela.
—¡Rayos! —habla Jahir, apenado —Lo siento, Capi, yo…
—Está bien, nadie lo sabía —dije, restándole importancia al incidente.
—Pese a todo eso, no estoy de acuerdo, en que ella nos entrene —agrega Mario.
—Por lo pronto es nuestra única opción —respondí.
—Yo no vendré —dice Mario.
—Tampoco yo —agrega Jahir.
—Ni yo —expresa Johan —Ya bastante tenemos con lidiar con el entrenador de cuarta.
—Bien, no pretendo obligarlos. Cada uno es responsable de cuidar su puesto en el equipo.
—¿En serio crees que podrán reemplazarnos a todos? —expresa Johan con una sonrisa irónica.
—No lo sé, pero prefiero no correrme el riesgo —dije, mientras me ponía de pie, y salía del vestidor con mi bolso a cuestas.
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Editado: 06.12.2025