El resto del tiempo que estoy en el vestidor no pronuncio palabra, termino de vestirme y salgo de allí. El ambiente se siente tenso y no estoy para soportar más estupideces de nadie.
Camino hasta el estacionamiento y cuando voy llegando a mi auto, me encuentro a Isabela.
—¿Qué quieres? —pregunté en un tono poco amable.
—Te estaba esperando.
—¿Para qué?
—Supongo que debe estar malhumorado después de lo que pasó con la idiota esa. En serio no puedo creer que te haya ganado. ¿Sabes que es una persona violenta y de modales y educación cuestionables? ¿Te dejaste ganar cierto?
Su verborrea, solo me provocó fastidio y decidí no contestar.
Subí a mi auto y lo puse en marcha.
—¿Oye, piensas irte y dejarme aquí? —reclamó ella.
—No estoy de humor.
—Puedo ayudar a que te distraigas y…
—No estoy de humor —repetí.
—Henry…
—¿Qué parte de que no estoy de humor, no entendiste?
Mis palabras carecen de sutileza y soy consciente de ello, pero me tiene sin cuidado. Acelero y salgo del estacionamiento, dejando a Isabella de pie allí.
Manejo a más de la velocidad permitida, la furia que siento es difícil de explicar con palabras. En menos de veinte minutos estoy en casa y lo único que me anima a entrar en este lugar, es mi hermana pequeña que de seguro me está esperando, como cada día al pie de la escalera.
Naty es mi debilidad, la razón por la que no he mandado todo al diablo y no me he marchado de aquí. Esto es más que una casa, parece un campo de guerra. Mis padres viven en un conflicto constante. Las infidelidades de papá son cada día más constantes, mientras que mi madre vive aparentando tener el esposo perfecto y la familia perfecta, cuando a decir verdad, todo aquí es una pantomima.
Entro a la enorme y elegante sala y de inmediato escuchó su voz.
—Hermanito, llegaste —dice mientras corre, hacia mí con los brazos abiertos.
Algunos mechones rubios caen sobre su rostro, pero eso no le resta nada a la hermosa sonrisa que me regala.
Naty tiene siete años. Ella nació con una condición especial, tiene hipoacusia severa, pero utiliza un implante coclear que le permite escuchar. Pese a ello, yo decidí aprender el lenguaje de señas, así que ella y yo, cuando no queremos hablar, nos entendemos de esa manera, es como si fuera nuestro idioma especial, ya que a papá y a mamá, jamás les interesó aprenderlo.
—Te estaba esperando para merendar —dice mientras me llena de besos.
—A sí ¿y que me vas a invitar a merendar?
—Gelatina de colores —dice entusiasmada —la nana la hizo.
—Ummmm, eso suena bien. ¿Y mamá? —pregunto, aunque temo conocer la respuesta.
—Se fue temprano y no ha regresado —dice Naty, en un tono triste.
—Ya no debe tardar —respondo, sabiendo que no es cierto —Ven vamos, por esa gelatina —Agrego mientras la subo a mi espalda, para cargarla.
—Henry, sabes una cosa.
—No, no sé. Dime, princesita.
—Tú eres mi hermano preferido y te quiero mucho.
—Bueno, te recuerdo que soy tu único hermano.
—Por eso mismo, eres mi preferido.
Solo sonrió ante las ocurrencias de Naty. Ella siempre será mi lugar seguro, mi ancla a tierra, mi motivación cuando siento ya no poder más y mi razón para seguir en este infierno, al que llamo casa.
(***)
Sadie
—¿Todo bien?—pregunta mamá, mientras me da un abrazo y un beso.
—Sí, todo bien.
—¿En serio le ganaste en una carrera de resistencia, al capitán del equipo de fútbol? —pregunta Charlotte, entrando a la cocina como ráfaga.
—¿Cómo sabes eso?
—Eres tendencia en TikTok, esa humillación se volvió viral. Alguien grabó los minutos finales de la competencia, los subió a la red social y pues, la magia ocurrió.
—¡Demonios! —dije, mientras observaba el video y la enorme cantidad de likes que el mismo tenía —Esto no debió pasar, no debió llegar tan lejos.
—Pues llegó y ahora el capitán del equipo de fútbol de Charleston es el hazmerreír de todos —expresa mi hermana con diversión.
Me siento en el sofá, mientras proceso todo lo que acabo de escuchar. Ese tipo debe odiarme o algo peor que eso.
—Se supone que debíamos mantener un bajo perfil para no perjudicar a papá, hermanita.
—Yo no planeé esto —me defendí de inmediato.
—Pues que no lo hayas planeado, no cambia nada.
Rodee los ojos molesta, esto estaba mal, muy mal y no tenía la más remota idea de como podía hacer que mejorara.
Me encerré en mi cuarto el resto de la tarde. Mis ánimos no eran los mejores y también me sentía algo agotada. Mi madre me subió algo para cenar y conversé con ella un rato, de lo que ocurrió en mi primer día de clases. Luego de eso, nos despedimos y me dispuse a dormir. Mañana, sería un día muy largo.
Como de costumbre me levanté temprano, desayuné bien y tomé el auto de mamá, para ir al campo de entrenamiento. Ya luego vería cómo hacía para traérselo de vuelta, para que ella no se quedara sin auto.
Llegué al campo y no había absolutamente nadie. Miré mi reloj y me cercioré de la hora. Eran justo diez minutos antes de las cinco de la mañana, por lo que asumí que debían estar por llegar.
Aproveché para calentar un rato y cuando me percaté, ya eran las cinco y media de la mañana. ¿En serio esos neardentales, se iban a atrever a dejarme plantada?
Los primeros rayos de luz se asomaron en el horizonte y en ese preciso momento entendí, en que no iban a llegar. Me sentí molesta, frustrada e indignada. Tomé mi bolso, me dirigí a los vestidores y me preparé para ir a clases.
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Editado: 06.12.2025