Henry
Cuando escuché a la pigmea, decir mi nombre, juré que era una maldita broma. Yo no podía tener tan mala suerte, entre tantas personas en este salón de clases, ella no podía ser mi compañera para el trabajo de literatura.
No me contuve y avancé hacia ella y le arrebaté el papelito de las manos. Mi acción le sorprendió, lo supe por la forma en como me miró. Leí detenidamente y para mi desgracia, no era una confusión, sino la cruda verdad escueta y cínica.
—No trabajaré con ella —sentencié.
—Bien, es tu decisión, pero si no es con ella, no es con nadie. Aquí las reglas las pongo yo y el que decida no seguirlas, debe atenerse a las consecuencias —expresa la profesora con un tono que sonaba a amenaza.
—Pero…
—Pero nada, tema cerrado. Continuemos.
La pigmea no dice nada, solo me mira asustada, me giro y me alejo de ella, para regresar a mi lugar.
No estoy seguro si esto es alguna maldición o alguien me hizo un muñequito puya, puya. Lo que, si sé, es que todo, absolutamente todo, me está saliendo mal y eso está empezando a frustrarme.
La profe empieza a dar los lineamientos para el trabajo y mi cabeza está en todo, menos en eso. Quisiera mandar todo al diablo y rebelarme, pero no puedo. Si mis notas no son acorde a las exigencias del director, van a quitarme lo único que me hace sentir verdaderamente libre, vivo, que es jugar futbol.
La jornada de clases finalmente termina y empaco mis útiles para ir al entrenamiento, pero cuando estoy en la puerta decido esperar a que ella salga. Tal vez si le pago, ella haga el trabajo por mí y así ambos nos evitemos el tener que compartir tiempo juntos.
—¿Cuánto? —dije con altanería.
Ella me mira con extrañeza, evidenciando que no entiende de que le hablo.
—¿Cuánto tengo que pagarte para que hagas ese maldito trabajo y que nos pongan a ambos la nota?
La incredulidad se refleja en su rostro, pero no dice nada, solo niega con la cabeza y se aleja de mí.
—Oh por Dios, solo ponle precio.
—Mira, puedes meterte tu dinero por donde no te da el sol. Si no quieres hacer el trabajo, ese es tu problema, no el mío. Tampoco es que a mi me haga mucha gracia, tener que trabajar contigo, pero no pienso quemarme mis pestañas y ejercitar mis neuronas, para beneficiarte a ti y tú solo hagas una transferencia de tu cuenta bancaria, para ganarte una nota. No quieres trabajar conmigo, perfecto pero si sueñes que yo lo haré por los dos.
—No puedo perder esa nota.
—No me interesan, tus problemas. Adiós.
La veo detenerse y girar para decirme algo más.
—Ah se me olvidaba, voy camino al campo, para informarle al entrenador que ningún miembro del equipo, fue a esta mañana a su preparación física.
—Yo me quedé dormido, pensaba ir pero…
—No te justifiques conmigo, hazlo con tu entrenador.
—Mañana estaré allí —dije convencido.
Ella frunció el ceño, como si le fuera imposible creerme, pero la verdad, iría, porque esta mañana una rubiecita de voz dulce que dormía abrazada a mí, no me dejó levantarme a tiempo. Y yo no tuve el corazón para despertar a mi hermanita, tan temprano.
—Bien.
Finalmente se alejó, mientras yo pensaba de que manera, ella y yo, podríamos trabajar juntos sin que el mundo ardiera, porque si algo era evidente es que, entre ella y yo, el odio crepitaba.
La reprimenda del entrenador por faltar a la práctica con su hija, fue tenaz, pero nadie se atrevió a objetar nada, porque todos teníamos claros de que no era conveniente.
(***)
Sadie
Por supuesto que me encargué de que mi padre, supiera que ninguno de los miembros de su equipo se presentó esta mañana conmigo.
Puedo entender su molestia, pero si toman en cuenta que soy yo o no tener preparador físico, entonces no deberían tener tanto problema. Además, esta es solo una medida temporal, hasta que encuentren a quien se encargue de hacerlo.
Trabajar con Henry Drummond como compañero, no me hace ninguna gracia. Por el contrario, me causa aversión.
Estoy segura de que el tipo es solo una cara bonita y un cuerpo bien ejercitado. Estoy casi segura de que llegó tarde a la repartición de materia gris y eso no es nada ventajoso para mí. Necesito cerrar mi año escolar con excelentes notas, para poder optar por una beca que me permita ir a la universidad que deseo.
En mi camino a la salida de la escuela, me encontré con la profesora de literatura y quise aprovechar la oportunidad, para disuadirla de la idea de que Drummond y yo, hiciéramos equipo.
—Profesora —dije, mientras me acercaba a ella a paso apresurado.
La mujer se detuvo y me miró asombrada.
—Dígame, señorita.
—Quería preguntarle si era posible que yo pudiera hacer sola el trabajo que nos asignó el día de hoy.
—Es en equipo de dos.
—Si lo sé, pero es que fue evidente que a mi compañero de equipo la idea no le gustó.
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Editado: 06.12.2025