Jugando a Ganar

Capítulo 7 "Nala"

Henry

William Herms, estaba saliendo de la cafetería junto a Sadie, conversando de manera muy animada. Mi mirada se posó sobre ella, la miré serio, pero no pude ignorar los hoyuelos que se le hacían en las mejillas, cuando sonreía.

Los vi marcharse y por alguna razón, no podía sacarme aquella imagen de la cabeza.

Entré con los chicos a la cafetería y nos sentamos en una mesa, ubicada en una esquina.

—¿Intentas convencernos de que debemos venir a las prácticas con la tipita esa? —dice Mario, con un tono de burla.

—Intento convencerlos, de que deben cuidar su puesto en el equipo, si realmente les interesa que lleguemos a las finales. De lo contrario, serán reemplazados.

—Ese viejo no se atreverá a reemplazarnos, solo démosle tiempo de que se canse y entienda quienes mandamos aquí —expresa, Johan.

—En serio piensas arriesgarte. No conocemos a ese tipo, ni que tan testarudo puede llegar a ser. Lo primero que me dijo cuando hablamos, fue que podía reclutar nuevos jugadores.

—¿Dónde encontrará jugadores tan buenos como nosotros, para reemplazarnos? —alega Mario.

Sonreí divertido, al escuchar aquello.

—Sí, somo tan buenos que jamás hemos logrado llegar a una final y yo no se ustedes, pero quiero hacerlo antes de graduarme y este es la última oportunidad para ello.

—No entiendo por qué defiendes a ese viejo y a su patética hija. ¿En serio crees que ese intento de entrenador y esa pigmea que se cree una sabelotodo, nos van a ayudar a llegar a las finales? —expresa Mario

—No estoy defendiendo a nadie, solo soy realista. Es lo que hay y no pienso desaprovechar la última oportunidad de ser campeón. Yo seguiré yendo a las prácticas con la preparadora física y a los entrenamientos. Ustedes pueden hacerlo que les dé la gana, solo espero que no terminen arrepintiéndose —dije, mientras me ponía de pie y salía de aquel sitio.

Tenía claro que no iba a ser fácil convencerlos, pero se estaban pasando de obtusos y eso, me molestaba de sobremanera.

Salí de la cafetería y caminé hasta mi auto, en ese preciso momento vi como William le abría la puerta de su carro a Sadie, para que entrara en el suyo.

Sentí deseos de acercarme, de advertirle que él no era un buen chico, pero preferí no meterme en más conflictos con William. Los últimos anos nuestros enfrentamientos habían sido constantes, desde que por su indisciplina el antiguo entrenador loa echó del equipo y yo terminé asumiendo su puesto.

Los vi alejarse y subí a mi auto, debía llegar a casa. Había una rubiecita esperándome para una tarde de té en el jardín, con los peluches y las muñecas como invitados especiales y yo, tenía que servirles el té.

Bajé del auto y me fui directo al jardín, por la puerta de un costado. Mi hermanita me estaba esperando y apenas me vio acercarme, corrió hacia mí.

—Llegas tarde —dijo en un tono de reclamo.

—Lo siento—me disculpé.

—Podemos empezar cuando quieras.

—Si porque el señor oso y la barbie, ya me dijeron que mueren de hambre.

—Eso te dijeron.

—Ujumm

—Bien, entonces debemos servirles primero a ellos el té.

—Me parece buena idea.

Naty me tomó de la mano y me llevo, hasta donde estaban sus muñecos, cuidadosamente arreglados.

Un juego de té, color rosa con florecitas blancas, estaba dispuesto sobre la mesa y a mí, me tocaba servirlo. Si mis compañeros de equipo me vieran jugando a té, con mi hermanita, de seguro se burlarían por el resto del año, pero no me importaba. Verla feliz, era lo más importante para mí.

La noche cayó y finalmente decidimos entrar a casa, veníamos tomados de la mano cuando nos topamos con mamá. Venía llegando y lucía desencajada, como su hubiera estado llorando.

—Hola —dice apenas nos vé. Se acercó a Naty y dejó un beso en su frente.

—Hola, hijo —dice ella, cuando deja un beso en mi mejilla.

El olor a licor, invade mis fosas nasales y solo niego.

—Naty, ve por tu nana. Dile que te prepare para la cena.

—Está bien —responde ella, mientras camina hacia la cocina.

—¿Estás ebria? —solté con desprecio.

—No es cierto, solo fueron un par de copas.

—¿Por qué le permites que te destruya de esta manera?

—Tú no lo entenderías.

—¿Qué es lo que no entendería? Que le permites a mi padre que te destruya, con sus infidelidades, que le permites que te dañe, que te humille, que te ridiculice. ¿Por qué no te divorcias de una vez por todas?

—¿Y convertirme en el hazmerreír de todas mis amigas?

—Desde hace mucho tiempo eres el hazmerreír de tus amigas, madre.

Una cachetada resuena en aquel espacio y siento el escozor sobre mi mejilla. Los ojos de mi madre se abren en demasía, como si hasta este momento comprendiera que acaba de golpearme. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero me contengo.
La miro fijamente, por unos segundos, como si necesitara encontrar allí frente a mí a la mujer que era mi madre, a la real y no a los vestigios que la traición y el dolor, han dejado.




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