Jugando a ser papá

XIII. Sentimientos

Estuve a punto de confesarme ante Noah. Agradezco a Dios por la inoportuna interrupción de Valeria, pues, de no haber llegado justo en el momento en que lo hizo, no sé hasta dónde hubiera sido capaz de llegar.

Admito que su presencia me hace sentir por demás incómoda, como una intrusa en mi propia casa. El verla al lado de mi amigo y saber que vivirán juntos no termina de convencerme del todo, pero ¿qué puedo hacer al respecto?  

Por otro lado, ver a Alex en brazos de Noah remueve toda clase de emociones en mi interior. Su conexión fue automática, como si se conocieran de toda una vida. Mi corazón se estruja de solo pensar en todo el tiempo que perdí con Gael, todos sus desprecios hacia Alex, su falta de interés y la manera en que siempre lograba hacerme sentir insignificante y a mi hijo un estorbo.

Pero esto… ¡Dios! Esto se siente tan correcto.

—Bebé… ¿no crees que es hora de irnos? —pregunta Valeria después de horas de conversación que, francamente, me pasó de noche.

«Bebé», imito en mi mente con voz melosa y lucho contra el impulso de poner los ojos en blanco. Apenas puedo creer que Noah le permita llamarlo de una forma tan ridícula.  

—Aún es temprano —dice Noah, fascinado, observando a Alex bostezar.

—Es medianoche, bebé —refuta su novia, impaciente—. Solo mira a Alex, ya tiene sueño. Y de seguro Anel necesita descansar para poder madrugar a su trabajo, ¿cierto, Anel?

«Cierto», pienso, pero de solo ver el cariño con el que Noah estruja a mi hijo y lo mece sobre su hombro para que se duerma, me lleva a pensar de la manera más egoísta posible al decir:

—No importa, tampoco entro tan temprano.

Valeria suspira de forma teatral y se aplasta más en el sofá con los brazos cruzados como una niña malcriada.

—Pues yo sí tengo sueño —dice después de unos minutos.

—Puedes llevarte el auto, yo pediré un taxi más tarde —resuelve Noah, pero, aunque me encantaría poder compartir con él un poco más, sobre todo lejos de su novia, incluso para mí es demasiado.

—Por supuesto que no, Noah —lo reprendo—. Esta zona es peligrosa de noche. Valeria tiene razón, es tarde.

—Perdón, Ann, no quería desvelarte —dice mortificado, como si hubiera despertado de un trance—. ¿A qué hora entras a la clínica?

—A las nueve, pero debo dejar a Alex en la guardería antes.

Me pregunta si puede llevarme, pero me niego al ver el horror en la cara de Valeria. Lo convenzo de irse, prometiendo vernos más seguido ahora que también vive en la ciudad y después de media hora de despedidas, él y su novia se van, dejándome un enorme vacío en el pecho.

No sé por qué, pues Noah ha salido con otras chicas, Valeria me hace sentir tan amenazada; como si por fin hubiese llegado La chica, la única capaz de apartarlo de mi lado.

Recuesto a mi hijo en su cuna y voy a la soledad de mi cama con ese pensamiento arremolinándose en mi cabeza. De solo imaginar a Noah compartiendo su cama, sus días, sus noches… su vida con Valeria, mi estómago se aprieta y me entran unas horribles ganas de llorar.

 

*✩‧₊˚*✩‧₊˚*✩‧₊˚*

Inicio mi mañana como todos los días: me visto para el trabajo, preparo la mochila de Alex, desayunamos y salimos en punto de las ocho para esperar el autobús que nos dejará en la guardería; sin embargo, este día es diferente, pues, al salir de la casa, lo primero que logran ver mis ojos es a un sonriente Noah al pie de su auto, esperando con los brazos cruzados frente a su pecho. Al vernos, se apresura en tomar a Alex y la mochila que cuelga de mi hombro.

—¿Noah? ¿Qué haces aquí? —cuestiono confundida.

—Te llevaré al trabajo, ¿no es obvio?

—Pero… te dije que no hacía falta. Además, no creo que a tu novia le agrade la idea…

—Valeria es mi problema —me corta, dirigiéndose al auto—. Anda, sube, hoy seré tu chofer.

Me abre la puerta y espera con esa sonrisa despreocupada guindando en su rostro. No discuto más y entro, pues lo que quiero es que el viaje sea rápido y así pueda regresar a sus ocupaciones, o al lado de Valeria. Aunque se me revuelva el estómago al pensarlo, ella es su novia y merece respeto. Nunca, sin importar mis propios sentimientos, le haría daño a otra mujer inmiscuyéndome en su relación.

—Ann, quería pedirte disculpas por haber llegado así ayer —masculla con tiento—. Fue un error traer a Valeria sin avisarte; sé que puede ser algo… extrovertida, pero es una buena chica, ya la conocerás mejor.

—Sí… eso parece —digo girando mis ojos hacia la ventanilla.

—Nosotros… necesitamos hablar…

—Noah, déjalo, por favor —suplico, sabiendo perfectamente a dónde quiere llegar.

De solo recordar lo que estuve a punto de decirle, la culpa arde como una braza en el centro de mi pecho.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.