Jugando a ser papá

XV. Celos

Cuando vi la molestia en el rostro de Valeria al notar mi presencia en la cafetería deseé que me tragara la tierra y me escupiera en China; pensé que sería un desastre, que haría una escena frente a todo el mundo y se marcharía del lugar resoplando como un animal enfurecido, pero, para mi sorpresa, la novia de Noah ha sido más civilizada que yo.

No puedo creer que diga esto, pero me alegra que esté aquí, pues de no ser por ella esta reunión hubiese salido verdaderamente mal, ya que por más que intento no logro disimular mi enfado hacia Noah, quien parece arrepentido de haber venido en primer lugar.

No suelo ser así. Por lo general soy bastante tranquila y acepto todo con una sonrisa, pero con Noah es diferente; le tengo tanta confianza, que incluso es sencillo enojarme con él.

—Si me disculpan… —interrumpo a Valeria mientras le cuenta a Diego a detalle sobre el breve momento de su vida en el que deseó estudiar medicina—. Debo ir al sanitario. Ahora vuelvo.

Diego se levanta de inmediato, mueve mi silla como el caballero que es y no me pasa desapercibido el momento justo en el que Noah pone los ojos en blanco con aburrimiento. Le lanzo una mirada severa que lo hace encogerse de hombros, pero este me sonríe de forma descarada, provocando que mi mandíbula se tense por el coraje.

Me alejo de la mesa y camino unos cuantos pasos hasta detenerme afuera del sanitario, oprimo mi pulsera repetidas veces y espero un poco a que Noah capte la señal y se encuentre conmigo. Al cabo de unos minutos lo veo llegar con el semblante preocupado.

—¿Estás bien? —pregunta examinándome de pies a cabeza.

—¿Qué estás haciendo aquí, Noah?

—Mi pulsera vibró como loca, pensé que querías que viniera —responde, haciéndose el bobo.

—Me refiero a la cafetería —explico, por si no había captado la pregunta—. ¿Por qué vinieron precisamente aquí? Y no te hagas el tonto, sabías que estaría en este preciso lugar, te lo dije cuando me llamaste.

—Anel…

—No hagas esto, Noah, por favor —suplico pellizcándome el puente de la nariz con frustración—. No intentes controlar cada minuto de mi vida. No seas como… él.

Se queda callado por unos segundos antes de preguntar con dolor en su voz:

—¿Crees que soy como Gael?

—Sé que no eres como él —aclaro—. Por eso me extraña este comportamiento. Te amo, Noah. Sé que te preocupas por mí, pero… ¡me estás asfixiando!

—Perdón, Ann… solo… no sé qué me pasó —admite bajando la cabeza—. Acabas de separarte de Gael y cuando escuché que estabas acompañada por este tipo… Jamás lo habías mencionado ¿y de pronto ya están saliendo a comer…? Tenía que conocerlo.

—Te entiendo —digo tomando sus manos—. Sé que después de lo de Gael tienes miedo de que vuelva a equivocarme, pero, créeme… aprendí mi lección.

—Eres demasiado buena para este mundo jodido, Ann. —Acaricia mi mejilla con su pulgar y no puedo evitar el estremecimiento que me recorre de los pies a la cabeza y me eriza los vellos de los brazos—. Solo quiero que seas feliz. Tienes que aprender a conocer a las personas y poner límites cuando algo no te guste…

—Es lo que estoy haciendo justo ahora.

Noah me regala una de sus hermosas y más brillantes sonrisas, indicándome que ha entendido mi punto por fin. Pega su frente a la mía, cierra sus ojos y suelta un suspiro que me encoge el corazón.

«Si supieras todo lo que me haces sentir, Noah», pienso al tenerlo tan cerca que, si quisiera, podría recorrer los centímetros que separan nuestros labios y…

—Esa es mi amiga —suelta, bajándome de la nube en la que estaba flotando.

—Esa soy yo… tu amiga —balbuceo con falsa alegría, procurando no hacer evidente mi decepción—. Vamos, amigo, regresemos a la mesa.

—Ve tú primero —dice. Por poco olvido que su novia está en la mesa, esperando por él—. Entraré al sanitario para hacer tiempo.

—Gracias por entenderme, Noah —mascullo antes de dejarlo y regresar a la mesa, pero apenas he dado unos pasos cuando escucho que dice:

—Lo que sea por ti, Ann.

Cuando llego a nuestra mesa me encuentro a Valeria y Diego sumidos en una agradable conversación. Los ojos del doctor recaen en mí y su sonrisa ilumina su —ya de por sí— hermoso rostro.

—Disculpa la tardanza, había alguien adentro —miento—. ¿Ya pidieron la cuenta?

—Aún no —responde Diego—. No sabía si te apetecía algo más.

—Oh… no, estoy bien, gracias —murmuro apenada.

—¿Y ustedes? —pregunta a Valeria, quien no deja de voltear en busca de Noah.

—Yo no, gracias, pero no sé si Noah quiera algo. ¿No lo viste, Anel? Hace rato que se fue.

—Mm… no —digo con toda la seguridad que puedo reunir.

Me sabe mal mentirle, pues se ve que lo quiere y se preocupa por él. «Jamás volveré a ponernos en esta situación», me prometo al notar la angustia reflejada en los ojos de Valeria. Me agrade o no, ella no se merece esto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.