Jugando a ser papá

XVIII. Sincero

—Noah, no. ¡No! Por supuesto que no —repite Anel por tercera vez desde que le propuse cuidar de Alex mientras ella trabaja.

Hace apenas unas horas que salió de la clínica, pero yo no pude esperar para saber cuál había sido el diagnóstico, por lo que regresé a su casa después de pensar mucho en la manera de ayudarla a resolver el problema con la guardería y lo único que se me ocurrió fue ofrecerme a cuidar personalmente de él. Creo que puede funcionar.

—No va a funcionar —asegura, cortando de tajo mis esperanzas.

—¿Por qué? ¿No confías en mí? —cuestiono con tristeza.

—No se trata de confianza, Noah. Claro que confío en ti…

—Pero no lo suficiente como para que cuide de tu hijo.

—Yo… no… No es eso —balbucea negando con su cabeza mientras camina en círculos por la estancia de su casa—. Cuidar de un bebé no es fácil y requiere de todo tu tiempo. No quiero darte molestias, de verdad. No te preocupes, yo me encargaré…

—¡¿Lo dejarás en la guardería en su estado?! —pregunto escandalizado—. ¿Crees que lo cuidarán mejor que yo?

—Noah… no te ofendas, pero… tú no tienes ninguna experiencia cuidando niños. Ni siquiera te he conocido una sola mascota desde que somos amigos.

—¿Estás comparando a Alex con una mascota, Anel?

—No. ¡Un bebé es mil veces más demandante que una mascota, Noah! —chilla con desesperación—. Tienes que alimentarlo y cuidar que no se ahogue en el proceso; procurar que no se meta nada a la boca con lo que se pueda asfixiar, dormirlo, entretenerlo, cambiar sus pañales… ¡¿Sabes siquiera cambiar un pañal?! Además, ¿ya hablaste de esto con Valeria?  

«No creo que esto le entusiasme demasiado a Valeria, pero no es como si fuera a pedir su permiso», pienso, pero no se lo digo a Anel porque sé que lo usará de pretexto para rechazar mi propuesta.

—Mm… no creo que haya ningún problema con Valeria —respondo con seguridad—. Y, no, no sé cambiar un pañal, pero seguro que puedes darme un curso exprés antes de mañana. Te prometo que aprendo rápido. Será pan comido.

—Mm… permíteme dudarlo —masculla dubitativa—. Ah, Noah… ¿porqué me complicas la vida? —suspira con cansancio y se deja caer a mi lado en el sofá.

—Por el contrario, querida, Ann. —Me giro hacia ella, masajeo sus hombros suavemente y me quedo embobado cuando cierra sus ojos y exhala un gemido de aprobación que me pone los pelos de punta—. El único propósito de mi existencia es facilitar tu vida, bonita.

—No lo sé, Noah… —suspira abriendo sus ojos—. ¿Y tu trabajo? ¿Qué pasó con tu empresa?

—Ya casi está todo listo para arrancar —le explico—. Ya tenemos la oficina y hemos contratado a algunos programadores que están encantados con el proyecto. Dylan se ha hecho cargo de las entrevistas mientras que yo me estoy ocupando de equipar el edificio. Resulta que hacemos un equipo increíble, para variar.

—Me alegra verte tan emocionado. —Sonríe orgullosa—. Noah… me da pena preguntarte esto, pero… ¿cómo están haciendo para costear todos los gastos? —cuestiona avergonzada y la entiendo. Hasta donde ella sabe, ni Dylan ni yo poseemos los recursos necesarios para crear una empresa desde cero.

—Verás… hace dos años tuvimos una exposición en la universidad; hubo representantes de la industria de los videojuegos presentes y… resulta que uno de mis prototipos tuvo suerte. Me hicieron una oferta por él y la acepté. Fin —resumo sin adentrarme en los detalles.

 No creo que «suerte» sea palabra más acertada para describir el éxito que tuvo mi trabajo, pues me estoy quedando corto, pero no quiero arriesgarme a que Anel cambie su actitud hacia mí. Creo que es poco probable que lo haga, pero es un riesgo que no correré. Solo Dylan y mis padres saben el monto exacto que recibí y por el momento así seguirá.

En realidad, no es el único secreto que guardo celosamente de Anel y la conciencia me carcome por ello.

—Eso es… increíble, Noah —exclama lanzándose a mis brazos—. Estoy tan orgullosa de ti.

Soy consciente de que su abrazo no significa lo mismo para ella que para mí, pero me permito disfrutar de cada segundo que pasa entre mis brazos.

—Sí, ha sido increíble. Recibí una muy buena suma de dinero y pienso invertirla en mi empresa.

—¿Fue… fue mucho? —indaga asombrada regresando a su lugar.

—Mm… No me cambies de tema —la reprendo, evitando la pregunta—. Anel, déjame ayudarte. Confía en mí. Solo dame una oportunidad —pido—. Si Alex no se siente cómodo conmigo no insistiré más, te lo prometo.

—Noah…

—Anel…

—Está bieeen —acepta rodando los ojos—. Pero si pasa algo, cualquier cosa…

—Te llamaré —completo la oración por ella. Es un ritual que parece repetirse entre los dos.

—Noah, si esto no es un símbolo del amor y la confianza que te tengo, entonces no sé qué es —masculle con seriedad—. Alex es mi vida entera.

—Lo sé, por eso voy a cuidar bien de él —prometo—. Ya lo verás. No querrá separarse de mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.