Jugando a ser papá

XIX. Niñero

Después de reflexionar sobre las palabras de Valeria durante toda la noche, pude comprender que tiene razón: no estamos caminando en el mismo sentido. Ella ha hecho todo lo posible por complacerme, por sacar a flote nuestra relación y ser la persona que cree que necesito, mientras que yo no he hecho otra cosa desde que llegamos a la ciudad que no sea ignorarla.

No he sido un hombre justo con Valeria y, por ello, he tomado la decisión de comprometerme en serio en nuestra relación. Anel siempre será una parte importante para mí, pero Valeria es la mujer con la que decidí compartir mi vida y se merece todo mi respeto.

No sé lo que pasará el día de mañana, pero hoy pienso esforzarme en compensar todo el daño que sin querer le he hecho durante estos días.

—Nena, me voy por Alex, ¿está bien?

Dejo un beso en su mejilla y no espero una respuesta de su parte; emite un gemido adormilado que me hace sonreír y salgo de la casa siendo las siete y treinta de la mañana. Conduzco hasta el edificio de Anel y llego faltando diez para las ocho.

—¡Buenos días! —exclamo sonriente cuando abre la puerta y entro al departamento, encontrando a Alex en su sillita de comer—. ¿Cómo amaneció?

—Hola, Noah —saluda Ann—. Sigue un poco decaído, pero después del antibiótico ya no le ha dado fiebre.

—Eso es bueno. ¡Hola, campeón! —Me acuclillo frente a él y me alegro al ver su sonrisa—. ¿Estás listo para ir a casa conmigo?

—Estábamos desayunando, siéntate —dice Anel—. Tengo algunas cosas que repasar antes de que lleves a Alex a contigo.

Hago lo que dice y ella me sirve un plato de comida, como siempre. No sé qué obsesión tiene con darme de comer cada vez que puede, pero no me quejo; la verdad es que me gusta que lo haga.

—¿Qué pasa? No te habrás arrepentido ¿o sí? —cuestiono al notar su seriedad—. Porque debo decirte que me volví un poco loco ayer y tengo algunos planes para hoy.

—Noah… aún estás a tiempo de cambiar de opinión —espeta dubitativa—. Puedo llevar a Alex conmigo al trabajo en lo que mejora y…

—Y nada —declaro—. Estoy más que seguro de hacer esto. Quiero hacerlo —reitero con confianza, por si no le había quedado claro.

—Ah… —suspira derrotada—. En ese caso, debes saber algunas cosas. Te hice una lista con sus horarios y los medicamentos que le tocan. Te advierto que no le gusta tomar medicinas y puede que batalles un poco al dárselas. —Hace una mueca de angustia antes de entregarme la famosa lista—. Aquí está todo lo que tienes que saber, pero si tienes alguna duda puedes llamarme en cualquier momento.

—Lo sé, lo sé, no pasará nada, Ann. —Doblo la hoja sin siquiera mirarla y la guardo en el bolsillo de mi chamarra—. Alex estará bien, ¿cierto, campeón?

—Okey —acepta no muy convencida—. Termina de comer entonces que debo llegar al trabajo.

—¡A sus órdenes, mi general! —exclamo haciendo un saludo militar que la hace rodar los ojos—. No recordaba que fueras tan mandona —me burlo.

Observo cómo esa pequeña mujer que se dice mi amiga se levanta de la silla y comienza a ordenar la cocina en tanto yo termino de desayunar, y siento un orgullo indescriptible al saber que he sido parte de cada momento de su vida que la ha llevado a ser la hermosa y fuerte persona que ahora es.

«¿Es normal admirar tanto a alguien?», me pregunto. Bajo la vista a mi plato cuando me descubre observándola y me apresuro a terminar mi desayuno. Le ayudo a limpiar y cuando estamos listos salimos de su casa con rumbo a la clínica.

—Te dejaré en el trabajo —digo cuando estamos en el auto—. Después debo ver a Dylan en la empresa; necesito saber si llegaron los equipos que pedí. Luego iremos a casa.

—¿Cuándo me llevarás a conocer la empresa? —pregunta—. Tengo mucha curiosidad.

—En cuanto esté todo listo para arrancar operaciones —respondo—. Tampoco conoces mi departamento —le recuerdo—. Le pediré a Valeria que organice una cena esta semana para que vengas, ¿qué te parece?

—No hay prisa —murmura girando su rostro hacia la ventanilla y sé que algo no está bien.

—¿Qué pasa? ¿No quieres saber en dónde vivo? —pregunto extrañado.

—Claro… solo digo que no hay prisa, puedo esperar —espeta sin mirarme.

—¿Hay algún problema, Ann?

—No, Noah… no pasa nada.

—Okeeey —acepto sin querer ahondar más en el tema—. Pero sabes que puedes venir cuando quieras; no necesitas invitación.

—¿A Valeria no le molestará que vaya a tu casa cuando quiera? —pregunta con un toque de brusquedad que no me pasa desapercibido—. Digo… soy tu amiga, pero ella es tu pareja y… no creo que le agrade ver todo lo que haces por mí.

—¿Acaso estás celosa de Valeria, Ann? —Sonrío al verla poner los ojos en blanco, y debo admitir que me gusta un poco la idea de ponerla celosa.

—Estás loco —increpa malhumorada—. ¿Por qué tendría que estar celosa? Solo soy tu amiga.

—Los amigos también celan a sus amigos, Anel.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.