Jugando a ser papá

XXI. Pasado

Conduzco por la ciudad de camino a la casa de Ann, quien se encuentra demasiado pensativa desde que subimos al auto. Si no la conociera tan bien diría que solo está cansada, pero en el fondo estoy seguro de que algo le sucede.

—¿Pasó algo ahí adentro que deba saber? —pregunto, rompiendo el silencio—. ¿Mi familia te molestó o te hizo sentir abrumada? Sé que pueden ser algo intensos. Perdón por todo lo que dijeron sobre que Alex debía ser mi hijo…

—No pasó nada, Noah —murmura sin darme la cara—. Sabes que adoro a tu familia y no, no me hicieron sentir incómoda. Solo… estoy cansada. Fue un largo día.

—¿Qué te dijo mi nana? —cuestiono directamente—. Siempre han insistido en que tú y yo… ya sabes. Y odio tener que negar a Alex —gruño entre dientes—. ¡Dios! No sabes cuánto desearía que fuera mío…

«¡Carajo! ¿qué acabo de decir?», me reprendo al darme cuenta del error que he cometido.

—Lo siento, Ann. —Estaciono el auto a un lado de la carretera para poder disculparme apropiadamente—. Ya sé que nunca hemos hablado sobre… sobre lo que pasó entre nosotros, pero...

—Noah, para por favor…

—No, Anel, creo que ya es hora de que hablemos sobre eso.

—¡¿Para qué?! —pregunta exasperada—. Ya no tiene importancia. Yo tomé mi camino, me equivoqué, fracasé… Pero tú estás mejor que nunca y eso es lo que importa. Tienes una carrera, una empresa y una pareja que te quiere.

«Mejor que nunca», dice. Si tan solo supiera lo confundido que me siento. Lo mucho que desearía regresar al pasado y hacer las cosas de manera diferente. Lo mucho que me arrepiento de no haber peleado por ella.

Si Anel supiera lo mal que me siento por no poder corresponderle a Valeria de la misma forma…

—Las cosas no siempre son como parecen, Anel —digo amargamente—. Ya no somos dos niños inocentes; cruzamos una línea esa noche y sabes que algo cambió —suelto sin importar las consecuencias.

Estoy cansado de fingir que solo somos amigos cuando lo que siento por ella va mucho más allá de una simple  amistad. Y sé que siente lo mismo; no soy idiota.

—Noah, por favor —suplica evitando mi mirada—. Lo que hayamos hecho ya es pasado. Somos adultos ahora y debemos afrontar las decisiones que tomamos, buenas o malas.

—Anel, aún no es demasiado tarde…

—¡Noah! Llévame a casa, por favor —exige—. No quiero seguir hablando sobre esto. Estoy cansada, tuve un día larguísimo y lo único que quiero es dormir.

 No digo nada más. Enciendo el motor de nuevo y retomo el camino tratando de centrar mi atención en la calle con tal de no explotar y soltar todo lo que llevo guardado en mi pecho desde hace años. Me duele la actitud de Anel, pero sé que no ganaré nada presionándola.

Nos encontramos a una cuadra de su casa cuando el sonido de sirenas y las luces de las patrullas llaman nuestra atención.

—¡Es… es mi edificio! —chilla Anel al ver el alboroto en la calle y las personas saliendo del lugar en manada—. ¿Qué ha pasado?

—Quédate aquí —digo estacionando el auto a unas cuantas casas del disturbio, pues el lugar se encuentra acordonado y los oficiales de la policía no nos permiten acercarnos más—. Iré a preguntar qué sucede.

—Ten cuidado, Noah —exclama preocupada.

Asiento en respuesta y me dirijo hacia el primer oficial que encuentro en el camino.

—Disculpe, mi amiga vive en ese edificio. ¿Me puede decir qué sucedió?

—Hubo una fuga en las tuberías de agua en el segundo piso —me explica—. ¿En cuál piso vive su amiga?

—En el primero. —Paso saliva con dificultad al sopesar lo cerca que estuvo Ann sufrir un accidente.

—Pues es una suerte que no estuviera —dice aliviado—. El techo de su habitación se derrumbó. Si hubiera estado dormida…

—Ni lo diga —pido evitando pensar en ese escenario—. ¿Hay heridos? —cuestiono horrorizado.

—Sí, una pareja joven y su hija —responde—. Estarán bien, pero pudo ser peor. Si su amiga hubiese estado en casa, no creo que hubiera corrido con la misma suerte.

«¡Dios! —pienso sujetando mi cabeza—. Y pensar que Anel pudo haber estado justo ahí, sepultada bajo los escombros… junto a Alex».

—¿Qué pasó, Noah? —pregunta Ann, asustada—. Esa es mi casa. ¡¿Qué pasó?!

—Ven aquí —pido por instinto y la envuelvo en un abrazo—. ¡Por Dios, Anel! No sabes cuánto me alegra que estés bien.

Anel se acurruca en mi pecho y Alex queda entre los dos. Beso su frente, aliviado de poder tenerla entre mis brazos; retiro a Alex de sus manos y lo estrecho con fuerza contra mi hombro.

—Todo está bien, campeón —murmuro con el corazón latiendo a mil por hora—. Vamos. Larguémonos de aquí.

—¿A dónde? —pregunta confundida—. Todas mis cosas están ahí. No puedo irme así sin más.

—Por el momento no es seguro estar aquí, Anel. Iremos a mi departamento. Se quedarán conmigo a partir de ahora —digo sin dar lugar a réplicas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.