Jugando a ser papá

XXII. Por su bien

El departamento de Noah se encuentra en silencio; aún es temprano, pero no puedo seguir acostada fingiendo que duermo. Después de todo lo que pasó anoche, no he logrado pegar un ojo, por lo que prefiero levantarme y hacer algo de provecho en lo que Noah y Valeria despiertan. «Juntos», me recuerda la conciencia y mi estómago se retuerce ante esa realidad.

No puedo quedarme aquí y ser testigo de su relación, eso me destrozaría.

Alex duerme plácidamente y me aseguro de resguardar sus costados con todas las almohadas que hay sobre la cama, le doy un beso en la coronilla y salgo de la habitación procurando no hacer ruido.

—¿Qué haré ahora? —me pregunto con voz entrecortada al recordar lo sucedido en mi casa. Definitivamente no puedo quedarme de brazos cruzados para siempre, viviendo de la caridad de Noah.

Busco mi teléfono en mi bolsillo y marco el número de Fer por enésima vez, pero no responde. Es sábado, por lo que tal vez ha aprovechado el fin de semana para salir con su novio y es posible que no sepa de ella durante estos días, aun así, decido dejarle un mensaje en el celular para cuando tenga tiempo de revisarlo.

—Hola, Fer, sé que debes estar muy ocupada y no quiero molestarte, pero… necesito tu ayuda —digo al teléfono—. Háblame en cuanto puedas ¿de acuerdo? Cuídate. Te quiero.

Suspiro sin saber qué hacer y opto por ir a la cocina y preparar el desayuno para mis anfitriones. Estoy terminando de servir los panqueques en la mesa, junto a los huevos revueltos y una jarra de jugo, cuando escucho los pasos que se acercan hacia mí

—Buenos días, No… Perdón, Valeria, pensé que era Noah —me corrijo avergonzada—. Me tomé la libertad de preparar el desayuno, espero que no te moleste.

—Por supuesto que no —responde y toma asiento en una de las sillas altas del desayunador—. Noah ya me contó lo sucedido en tu casa, es una pena. Me alegra que tú y Alex estén bien.

—Gracias —murmuro—. De no haber estado en la fiesta, no sé qué hubiera pasado.

—Sí… fue un milagro, dentro de tanta mala suerte que te rodea —masculle y casi puedo jurar que lo ha dicho con ironía—. Primero quedas embarazada en medio de la carrera, después te vas a vivir con un patán que termina abandonándote y, cuando por fin parece que estás saliendo adelante, pasa esto. Gracias a Dios que Noah siempre está ahí para socorrerte.  

—Valeria…

—¿Sabes, Anel? Nunca he escuchado nada sobre tus padres —cambia de tema, aunque creo que lo hace con una doble intención—. Solo sé que tú y Noah eran vecinos de niños, pero nunca me ha dicho qué pasó con ellos. ¿Por qué no los vimos en la fiesta?

—Yo… no tengo una buena relación con mis padres —admito con incomodidad—. Ellos se separaron cuando yo era pequeña; mi padre volvió a casarse y mi madre se mudó con mi abuela cuando fui a la universidad.

—Pero, supongo que podrían ayudarte a salir de esta situación; al final de cuentas, eres su hija.

—Mis padres no se tomaron muy bien la noticia de mi embarazo y no hablo con ellos desde entonces —murmuro entre dientes—. No puedo contar con ellos, Valeria, pero te prometo que de una o de otra forma encontraré la manera de salir de tu casa —espeto al darme cuenta de sus intenciones—. No tienes nada de qué preocuparte. Tampoco quiero estar aquí.

—¿Por qué? —cuestiona—. Yo no he dicho nada malo. ¿Acaso te molesta convivir con tu amigo y su mujer después de haber estado con él?

—¡¿Qué?!

—Ay, tranquila —suelta con una sonrisa que pretende ser tranquilizadora, pero termina siendo todo lo contrario—. Noah me lo contó. No tiene secretos conmigo. Además, no tiene importancia ¿cierto? Ustedes solo son amigos, yo entiendo eso.

—Valeria, eso fue hace mucho…

—¿Cuánto? —pregunta con interés—. Perdón, no tienes por qué responder, estoy siendo grosera.

No puedo decirle cuándo fue o…

—No es algo que me gustaría recordar —admito cabizbaja—. No fuimos conscientes de ello y es algo que me avergüenza mucho.

—Entiendo —espeta con falsa empatía—. También estaría avergonzada si me hubiese acostado con mi hermano, porque, así es como Noah te ve y supongo que a ti te pasa lo mismo. No quise traer recuerdos desagradables a tu mente, lo siento.

—No te preocupes —mascullo con brusquedad—. Ni siquiera lo recuerdo.

—Es un alivio —suelta en un suspiro—. Sería demasiado incómodo vivir todos juntos después de eso. ¿Sabes? Noah y yo estamos en una etapa muy importante de nuestra relación y… bueno… he visto la forma en que cuida de Alex y… me gustaría dar el siguiente paso.

—¡¿Están pensando en… tener hijos?! —Me ahogo con la saliva y comienzo a toser—. P-perdón… es solo que…

—Ya sabes lo que dicen. —Se encoge de hombros—: de ver dan ganas. Noah será un papá excelente, ¿no lo crees?

—Sí, no lo dudo —acepto con una sonrisa incómoda—. Hablando de hijos… debo revisar a Alex. Muchas gracias por recibirme, Valeria.

—Es un placer, Anel —murmura.

Me doy la vuelta y salgo de la cocina con las piernas temblorosas después de lo que acabo de escuchar. Mi corazón late con fuerza en mi garganta y ya comienzo a sentir cómo se deslizan las primeras lágrimas sobre mis mejillas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.