Juguemos a ser Cupido

Capítulo: 2

Ania

Camino sin soltar las manos de mis gemelos hacia mi oficina, al entrar ahí los suelto, ellos no han dejado de mirarme y sé que debo ir a ver a Sebastian, podría ahora irme y escapar, pero esa sería la peor decisión de todas, miro a mis hijos, ambos están de pie frente a mí esperando que yo diga algo por lo que solo respiro hondo y me pongo a la altura de ellos.

—Pequeños debo ir a hablar con mi jefe y

—¿Quién es él? —miro a Kai cuando habla —¿lo conocías ya mamá?

—Es mi jefe

—¿Es papá? —miro a Kilian y niego por inercia

—Es solo mi jefe —trato de sonreírles aunque sé que solo estoy mintiendo —pequeños

—¿Por qué él dijo que desapareciste y dijo que era papá? —respiro hondo, son demasiadas preguntas y la cabeza me está doliendo

—Niños debo irme y ustedes deben quedarse ahora acá y no salir —mis manos van a sus rostros —les prometo que luego voy a explicarles todo —hay duda en los ojos de ambos —pero no pueden salir de aquí.

—Está bien mamá —Kai acepta, su hermano solo se encoge de hombros y ambos van hacia una esquina en donde han dejado sus juguetes, suspiro sabiendo que estoy a punto de enfrentarme a mi pasado, un pasado imposible de olvidar y es una horrible casualidad encontrarlo aquí, no sabía que era la empresa de su padre, nunca vi a este por aquí. Salgo de la oficina con el corazón a mil y camino hacia su despacho, mis pasos son lentos, mis pies no quieren llegar a él, sé lo que él dirá, sé que solo veré odio en sus ojos y lo merezco, eso es lo peor, lo merezco, luego de dar dos toques en la puerta entro, ahí está Sebastian recostado en su mesa mirando hacia la entrada y cierro la puerta.

—¿Por qué? —cuestiona rápido sin decir más nada

—Sebastián

—Solo habla —gruñe con rabia —¿por qué desapareciste? Y quiero la verdad —como pensé hay mucho rencor en sus ojos

—Tenías toda una vida por delante —su ceño se frunce

—¿Qué importa eso?

—Ibas a ir a estudiar al extranjero para en un futuro ser el dueño de este Imperio —hablo mirando sus ojos —tenías que ir, fui a tu casa un día y estaba tu madre —su mandíbula se tensa, no es un secreto que su familia nunca me quiso —me dijo que no debías casarte conmigo, que yo arruinaría tu vida porque si te casabas no te ibas a ir a estudiar —él da un paso hacia mí —me dijo que si me elegías tu padre te iba a desheredar y que tu no podrías vivir feliz sin todos los lujos que siempre has tenido.

—y simplemente desapareciste de mi vida —masculla acercándose más a mí —¿te das cuenta de lo ridículo que suena todo eso? —mis ojos se llenan de lágrimas —te fuiste sin decirme que sería padre y no me diste la oportunidad de elegir.

—No sabía que estaba embarazada —digo rápido —lo supe más tarde y quise buscarte, pero ya tú te habías ido —suspiro —tu madre me enseñó fotos tuyas en donde salías con una mujer, te veías feliz y me dijo que si te volvía a buscar arruinaría mi vida.

—Mi madre

—Lo hizo Sebastian —bajo la mirada —pregúntale a ver que te dice

—Puede que lo hiciera, pero eras tú quien me debía lealtad y confianza Ania —miro sus ojos

—Lo sé

—Para mí el dinero no valía nada, valías tú —las lágrimas escapan de mis ojos viendo solo frialdad en los suyos.

—Sebastian

—¿Por qué traes el anillo que te di colgando de tu cuello? —él mira hacia este

—Nunca pude deshacerme de él

—Debiste dármelo, ya no te pertenece —él agarra la cadena y tira de esta rompiéndola, el anillo cae al suelo, más lágrimas salen de mis ojos y Sebastian simplemente me da la espalda y se aleja, mi mente repite que merezco este trato un millón de veces, miro hacia el suelo en donde está el anillo y como puedo limpio mis lágrimas, en los momentos más difíciles he evitado romperme y venirme abajo mientras tocaba ese anillo.

—¿Trabajas como asistente de Mario —Sebastian rompe el silencio —¿acaso no estudiabas diseño? —me mira

—Tuve que dejarlo por el embarazo

—Claro —él ríe —tenías que fingir ser una buena madre —aprieto mis dientes

—He sido una buena madre

—Lo dice quien privó a sus hijos de un padre —brama con rabia

—Sebastian

—Te llenas la boca para hablar de mi madre, pero tú no sirves Ania —sus palabras duelen —no eres una buena madre porque una buena madre jamás hubiera hecho lo que hiciste —me señala —no quiero verte, odio tener que estar ahora cerca de ti —algo se rompe dentro de mí —me causas asco ahora mismo y no sé cómo un día pude enamorarme de ti.

—¿Vas a despedirme? —hablo luego de segundos de silencio y él sonríe

—Lo que debería hacer es quitarte a nuestros hijos y criarlos —sus duras palabras me dejan sin habla y comienzo a negar con la cabeza

—No puedes

—¿en serio?—él ríe burlándose de mí y causándome terror

—No eres capaz —menciono con miedo, pero su mirada fría dice que si

—Yo tampoco pensé que eras capaz de irte, me debes cinco años de sus vidas —se acerca a mí —creo que lo más lógico sería tenerlos conmigo cinco años y estaríamos a mano —abre la puerta de su despacho y ahora es que siento como todo mi mundo comienza a derrumbarse.

—Son mis hijos.

—Y los míos —él sale de su oficina —¿dónde están? —camina por los pasillos buscándolos

—Sebastian, espera Sebastián, ellos no saben que eres su padre —corro detrás de él queriendo detenerlo, pero ni siquiera me atrevo a tocarlo

—Lo sabrán

—Son niños, tienen cinco años, no puedes llegar y simplemente soltarles tal bomba, dame tiempo —ruego cuando llega a la oficina en la que están — por favor, Sebast —las palabras se cortan cuando él abre la puerta y entra, mis pequeños nos miran

—¿Mamá?

—Hola niños —habla antes de que yo pueda hacerlo —soy vuestro padre. —sus palabras me provocan pánico y él entra a la oficina mientras yo solo me quedo en la puerta con mi corazón latiendo a mil y sin poder respirar bien, sé que estoy sufriendo un ataque de pánico y debo sujetarme de la puerta viendo como él se acerca a mis hijos y lo único que pienso es que puede quitármelos, llevo una mano a mi cuello pero entonces recuerdo que el anillo ya no está ahí y me siento peor.



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En el texto hay: pasado, niños, amor

Editado: 29.04.2025

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