Sebastian
Me acerco a los gemelos y solo tengo ganas de abrazarlos o besarlos, decirles que no sabía de la existencia de ambos, pero que ahora no me iré de sus vidas, mis ojos se llenan de lágrimas mirándolos y ellos no han dejado de mirar los míos, solo que sus miradas van hacia la puerta y también miro hacia ahí, es entonces que la veo a ella en el suelo sin poder respirar bien y sus dos pequeños corren hacia su madre, yo solo me quedo observando, no sé que ella tiene y decir que no me interesa sería mentir demasiado.
—Mami respira —dice uno de ellos mientras sujeta su rostro —respira mamá
—Tranquila estamos contigo —algo se dispara en mi interior al escucharlos y el miedo en las voces es claro, es eso lo que hace que salga del trance en el que estoy y vaya hacia ella que está pálida y claramente algo le pasa.
Ahora mismo debería estar hablando con mis hijos, pero, en cambio, ella tuvo que robar mi momento, miro hacia ella que está sentada en un sofá y los niños no se despegan de su lado, dejo de mirarlos y pateo la pared quedándome fuera de la oficina.
—Ella está bien —el doctor que llamé aparece frente a mí
—Por supuesto que está bien —bufo —estaba fingiendo
—Señor Williamson la chica tuvo un ataque de pánico —resoplo
—Solo fingía
—Padece de ansiedad —río con eso, ¿Ania? No
—Te mintió doctor —señalo la salida —gracias y vete —él rueda los ojos
—Tu padre tenía razón al decir que eras un mocoso malcriado —mi boca se abre al escucharlo, pero él solo se aleja, cree que porque ha sido siempre el médico de la familia puede hablarme como quiera, infeliz, vuelvo a acercarme a la puerta y miro hacia ella, ¿ansiedad?
Me acerco a ellos sin dejar de mirarlos y es entonces que los pequeños me miran, quiero saber de ellos, quiero conocerlos, estar ahí como un padre.
—¿Cómo se llaman? —cuestiono rápido y ellos sonríen
—Soy Kai
—Y yo Kilian —sonrío, son hermosos, miro a ambos en silencio
—Soy Sebastian —me presento queriendo saber todo de sus vidas.
—¿Eres nuestro papá? —pregunta el pequeño Kai mirándome con sus ojos brillantes
—Sí, lo soy —sin pensarlo mucho me agacho en el suelo quedando casi a la altura de ellos
—¿Entonces vamos a vivir contigo? —sonrío con la pregunta de su hermano
—Por supuesto que si —me apresuro a responder —tengo una casa inmensa con muchas habitaciones —ellos sonríen.
—Entonces estaremos juntos los cuatro —Kai se pone de pie —como una familia
—¿Los cuatro? —la pregunta escapa de mis labios porque es claro que para mí su madre no está en la ecuación
—Nosotros —se señalan —mamá y tú —tenso mi mandíbula —¿te casarás con mamá? —mi boca se abre
—Niños dejen a Sebastian tranquilo —su madre habla sacándome del apuro —tengo sed, ¿me buscan agua? —como si lo que ella pidiera debiera cumplirse los niños rápido asienten y bajan del sofá, rápido salen corriendo de la oficina y me pongo de pie.
—No tomes en serio todas sus preguntas —pide ella sin mirarme —son niños y están entusiasmados de haber conocido a su padre.
—Que por culpa tuya ahora es que lo hacen —su mirada cae sobre mí —¿ya les dijiste eso?
—No se te ocurra querer ponerlos en mi contra Sebastian —ella se pone de pie —ni siquiera lo intentes, y menos se te ocurra querer tener la custodia de ellos, son mis hijos, viven conmigo y yo cuido de ellos —sigue desafiándome con la mirada.
—No estaban sorprendidos de verte tener un ataque de pánico —hablo y ella aparta la mirada —¿cuántas veces ha pasado eso enfrente de ellos? Creo que no eres la más indicada para cuidarlos
—Lo que crees me importa un bledo —alzo una ceja con su respuesta —no vas a alejarme de ellos ni en tus sueños.
—¿Desde cuándo sufres de ansiedad? —ella suspira y vuelve al sofá —Ania
—Tuve un embarazo con muchos problemas y un parto peor aún —habla mirando sus manos —los gemelos no nacieron bien, hubo complicaciones, casi los pierdo y eso me afectó, Kai nació bastante mal y durante meses estuve luchando con él en un hospital con miedo todo el tiempo de perderle —aprieto mis puños sin querer sentir lástima por ella o algo parecido solo que es imposible —cuando hablaste de quitarme a mis hijos... eso me afectó —se calla y lleva una mano a su cuello, entrecierro los ojos, el mismo gesto hizo cuando estábamos en la oficina y sufría un ataque de pánico, sé lo que busca y yo se lo arrebaté.
—Lleguemos a un acuerdo —me mira rápido y hasta me sorprendo de mis propias palabras —quiero estar en sus vidas, reconocerlos, estar con ellos y ser padre —ella asiente con lentitud —seguirán viviendo contigo, pero cada decisión que tomes sobre mis hijos tendrás que hablarlas conmigo.
—Lo acepto
—Y no creas que perdono lo que hiciste Ania, si pudiera nunca más te vería, pero alejarte de mis hijos claramente no es una opción —me mira —se nota lo mal que ellos estarían si hiciera algo como eso.
—Lo haces por ellos —sonrío
—Por supuesto, lo que tú sientas me importa poco —deja de verme —si de mí dependiera te quitaría la custodia de los gemelos y jamás los verías, de todas formas, sigo creyendo que no eres una buena madre —ella abre la boca para increpar, pero los gemelos entran corriendo y riendo, ambos traen botellas de agua y suben al sofá, me alejo unos pasos viendo la imagen, si los separara arruinaría la vida de los pequeños, la quieren, la cuidan y es la roca que ellos usan para poder estar bien, aunque no quiera, Ania es el pilar de sus pequeños.
Ania es la primera en entrar a su casa y luego los gemelos, yo miro todo con fascinación, con algo de orgullo y dolor, la casa no es una mansión, pero está limpia, bonita y muy bien cuidada, sé que mis hijos han sido felices acá y eso me hace feliz, tomo asiento en uno de los sillones sabiendo que debo irme rápido.
—Papá —Kai aparece y lo miro sin acostumbrarme aún a esa palabra —¿por qué no te quedas a dormir?
Editado: 20.05.2025