Sebastian
Mientras arreglo mi ropa frente al espejo pienso en todo lo que debo hacer hoy, mi cabeza es un lío y mis sentimientos están todos revueltos, la última vez que me sentí así fue cuando Ania se fue sin dar ninguna explicación, sentí que la vida no tenía sentido, me sentía incapaz, no sabía si se había ido por algo que yo había hecho y durante mucho tiempo me sentí inseguro aunque debo admitir que no la busqué, no la encontré porque no quise, ella se había ido sin dar explicaciones y mi orgullo me impidió ir a buscarla, ahora entiendo que fallé, debí hacerlo, quizás habríamos arreglado nuestros problemas y ahora todo sería diferente.
—¿Quieres contarme qué te sucede? —Malena me abraza por la espalda
—Problemas de la empresa, ya lo sabes —me alejo de su toque
—¿Y por eso me evitas Sebas? —mira mis ojos —ayer te acostaste y ni me miraste
—No me gustó lo que hiciste en la empresa, defendiendo a esa mujer —ella ríe
—Y a mí no me gustó verte con esos niños ni que defendieras a esa mujer Sebastian —se cruza de brazos —así que estamos a mano. —tenso mi mandíbula mirando sus ojos —quiero que estemos bien —ella cambia su mirada y se acerca a mí —Sebas vamos a casarnos en dos meses —sus manos acarician mi rostro —no quiero estar discutiendo contigo por otras personas.
—Malena —agarro sus manos —he tenido días difíciles, necesito pensar muchas cosas —aparto sus manos —quédate hoy en tu casa —su boca se abre, pero no espero a que diga algo y salgo rápido de la habitación.
—¿Pediste verme? —levanto la mirada cuando escucho a Ania, es imposible no repasar su cuerpo con mi mirada, ¿cómo es posible que luego de dos hijos siga igual que antes o bueno, más bonita?, retiro rápido los pensamientos de mi cabeza y señalo la silla frente a mí cuando ella entra a la oficina por completo y cierra la puerta.
—Quiero que hablemos sobre algo importante —voy directo al punto
—Si quieres que me vaya no le des largas Sebastian —su voz es fría —los gemelos no están, puedes despedirme y
—Les prometí a los gemelos que le diría a todos que ellos son mis hijos —una de sus cejas se alza —y para perdonarme me pidieron una condición, que te llevara a cenar y que te pidiera perdón, además, que te perdonara y olvidara el odio que te tengo —ella está claramente sorprendida.
—Déjame adivinar —mira mis ojos —no harás ninguna de las dos.
—Puedo llevarte a cenar Ania y lo haré si aceptas hacerlo —suelto luego de estar toda la noche pensando en eso —quiero a mis hijos y quiero que me perdonen y si debo llevarme bien contigo para eso entonces puedo aguantar —hay desconcierto en sus ojos
—Sigo sin entender por qué me estás hablando de eso —suspiro
—Porque les prometí que le contaría a todos sobre ellos, pero hacer eso significaría perder muchas cosas —miro mis manos —Malena nunca lo aceptará y romperá el compromiso y si eso pasa su padre nos quitará la ayuda, la empresa no va bien, estamos vivos gracias al dinero que él deposita —vuelvo la mirada a ella —y cuando me case con ella la inversión será mayor, además, si los demás accionistas supieran que tengo dos hijos fuera del matrimonio lo verían muy mal y acabaría en la ruina —soy sincero y espero que hable
—No entiendo por qué me dices eso —respiro hondo, ni yo entiendo por qué necesito saber lo que ella piensa
—Porque quiero tu opinión —ahora si parece sorprendida —no quiero perder a los gemelos —Ania asiente, pensativa y claramente incómoda
—Te abandoné en el pasado porque pensaba que no podías vivir sin tus lujos y veo que no me equivoqué Sebastian —sus palabras duelen
—Ania
—Amas tus autos, tus casas, tus vacaciones de lujo y tus mansiones —ella sigue —tu gran sueldo que te permite tener lo que sea, amas eso
—No soy así —mascullo —no soy un ambicioso ni un materialista —me pongo de pie enfadado
—¿En serio? —su pregunta me hace mirarla —porque tus palabras me demuestran que lo eres —ella también se levanta
—¿Entonces crees que si me hubiera casado contigo y hubiera dejado todo hubiese sido infeliz? —me acerco a ella
—Sabes la respuesta
—Piensas muy mal de mí y dices que me amabas —sigo mirando sus ojos cada vez más cerca de ella.
—Eso es porque el amor no borra los defectos Sebastian —me detengo a solo un paso de su cuerpo —sabía cómo eras y te amaba, los defectos me daban igual y sí, pensaba que no serías feliz conmigo estando sin dinero, me imaginé el futuro Sebastian, a ti buscando trabajo —ella sonríe triste —con un mal jefe, contando el dinero para tener que comprar la comida y sinceramente te vi infeliz, por eso me fui y aunque me arrepiento hoy me doy cuenta de que no me equivoqué, vas a casarte para salvar todo esto, para salvar tus lujos —sé que tiene razón y eso es lo que más duele.
—Quiero a mi novia —hablo sin pensar y al ver su mirada rápido me arrepiento, Ania se aleja de mí
—Pero en fin —sonríe o al menos eso trata —sigo confundida, ¿qué quieres de mí? —se cruza de brazos —¿que te ayude cuando los gemelos vean que los escondes? Puedo hacerlo —enarco una ceja con sus palabras
—¿De veras?
—Son niños, ellos perdonan y olvidan, son niños, son felices teniendo un padre aunque sea a escondidas —habla con mucha tristeza —lo aceptarán porque lo único que quieren es un papá, puedo hablarles, decirles que te entiendan y lo harán, no te preocupes —vuelve a sonreír —puedes tomar la decisión que quieras y ellos no van a dejarte de amar Sebastian, pero recuerda, ahora son niños, luego van a dejar de serlos y la decepción estará siempre ahí, ¿quieres eso? —el nudo en mi garganta no me deja responder —¿quieres que te vean de lejos hacer una familia y tener hijos que vivan contigo mientras ellos permanecen a la sombra? —suspira —Puedo ayudarte para que no te odien si eso es lo que quieres. —Ania camina hacia la puerta y no, no quiero eso.
—¿Por qué todo tiene que doler? —mi pregunta detiene sus pasos
Editado: 20.05.2025