Juguemos a ser Cupido

Capítulo: 10

Sebastian

Sentado en mi auto me quedo mirando hacia la empresa y bufo mirando mi reloj, ya debería estar dentro, llegar temprano, pero todo se revuelve en mi interior de solo pensar que Ania estará ahí y que tendré que verla, rechazó mi idea de ir a cenar juntos solo porque cree que soy un ambicioso y un materialista, mirando al pasado no recuerdo haber demostrado ser así estando con ella, bufo apretando el volante sin saber qué demonios hacer, una cosa es clara, ahora mismo tengo dos misiones, una es ir a cenar con Ania y la otra, claro está, presentar a los gemelos a toda mi familia. Sin pensar mucho arranco mi auto y me alejo del lugar, sé que lo que haré es una locura y ni siquiera sé la razón, pero poco me importa.

—Usted —la niñera de los gemelos es quien abre la puerta y se queda incrédula al verme —¿qué hace aquí?

—Quiero ver a mis hijos

—No puedo dejarlo pasar señor —alzo una ceja —Ania me dijo que —sus palabras se callan cuando entro a la casa ignorando estas.

—Soy el padre de los gemelos —comento mirando la casa, luego llevo la mirada a ella —recuérdame tu nombre —ella sonríe cruzándose de brazos

—Johana —me extiende su mano —pero puede llamarme Joha —miro sus manos, luego sus ojos los cuales están brillando.

—Iré a ver a mis hijos —su sonrisa de borra cuando la dejo con la mano alzada y camino hacia la habitación de los gemelos, bufo, esa chica es rara, muy rara.

—¡Papá! —Kai sonríe al verme entrar y voy directo a sentarme en la cama

—¿No deberías estar en la empresa con mamá? —Kilian me mira cruzado de brazos

—Pero quería verlos a ustedes —se miran entre sí

—No la llevaste a cenar —habla Kai —así que vete —deja de mirarme y tenso mi mandíbula.

—¿Cuál es el restaurante favorito de mamá? —Kai es rápido en responder —pues ahí la llevaré mañana a las 6 —ambos me miran desconcertados —así que podrán perdonarme —ellos sonríen y solo una pregunta está en mi cabeza, ¿lo hago de verdad solo por obtener el perdón de los gemelos?

—¿Cómo le harás? Mamá no quiere —sonrío con la pregunta de Kilian

—Pequeños, tengo mis métodos —sonríen con picardía —por cierto, esa niñera que tienen es rara

—Es buena —dice Kai

—Y linda —comenta Kilian y sonrío

—¿Desde cuándo la conocen? —Kai suspira

—Hace tiempo —se queda pensativo —meses o casi un año —alzo una ceja, ¿tan poco tiempo? Prácticamente no la conocen.

—¿Y en qué trabajaba antes de venir aquí? —Kai sonríe con cierta picardía

—Mamá nunca nos ha dicho —expresa, pero se acerca a mí —aunque no somos tontos

—¿A qué te refieres? —él se acerca más

—Un día escuchamos que hacía feliz a los hombres —mis ojos se abren como platos —y no hay que ser expertos para saber papá, cobra por hora, trabaja de noche y hace feliz —comienzo a toser al casi atragantarme con mi propia saliva, tiene que ser una broma, Kai debe de estar mintiendo, aunque, ¿por qué lo haría? ¿Acaso Ania está loca? ¿Cómo se atreve a meter a alguien a su casa de esa clase y para que cuide a unos niños? Cuando la puerta de la habitación se abre miro hacia esta y ahí está ella con una bandeja y vasos con refresco en sus manos.

—Traje merienda, chicos —señala mirándome a mí con intensidad y ahora esa mirada sé lo que significa.

Tengo un montón de llamadas de mi primo, con el cual quedé en verme hoy, ayer poco pudimos hablar cuando fue a la empresa, también tengo llamadas de Malena ¿pero qué respondo si tomo la llamada? No puedo decirle que estoy frente a la casa de la mujer que más he amado en mi vida y que llevo horas esperando por ella. Pude haber ido a la empresa, pero no quiero discutir ahí con ella y cuando la veo acercarse a la casa suspiro, al fin.

—Marko me dijo que ya podía salir —dice en cuanto se acerca —y me dijo que ya no trabajaba para él —asiento mirando sus ojos sin saber cómo comenzar la conversación que quiero tener —Sebastian

—Serás mi secretaria a partir de ahora —dejo claro y ella alza sus cejas

—Pero

—Sin peros, vas a trabajar directamente para mi Ania y si no aceptas, renuncia, por cierto, tardaste

—Esperaba el autobús —largos segundos me quedo mirándola sin comprender y claro, ahora entiendo la razón de que esté sudada y despeinada.

—¿Y tu auto? —ríe como si yo hubiese hecho un buen chiste y no le veo la menor gracia.

—Sebastian no tengo auto —tenso mi mandíbula

—Haber tomado un taxi ¿no? —bufa

—¿Sebastian por qué viniste hasta aquí? —se cruza de brazos cambiando claramente de tema y bueno, ya le he dado largas a lo que quería hablar con ella.

—El por qué vine no tiene importancia, lo que he descubierto sí que la tiene —me acerco más a ella que me mira realmente confundida

—Sigo sin entender. —sonrío aunque estoy bastante enojado, ella retrocede cuando me acerco más y entonces me detengo.

—Tu niñera —menciono señalando la casa —¿cómo se te ocurre Ania? Ella es —la palabra no sale de mi boca —por Dios ella es —río —lo diré justo cómo me lo dijo mi hijo, ella hace feliz a los hombres de noche y en una hora —el rostro de Ania se tiñe de rojo y puedo notar lo tensa que está ahora.

—Sebastian

—Debe irse Ania, ahora, debes despedirla —hablo sin aún creer que haya contratado a esa mujer, se supone que ella es responsable y que piensa bien las cosas.



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En el texto hay: pasado, niños, amor

Editado: 05.08.2025

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