Ania
La alarma de mi teléfono suena y solo me quedo mirando el techo de mi habitación, cierro mis ojos olvidando que debo prepararme para ir a la empresa, a mi mente solo llegan los recuerdas de la cena que tuve con Sebastian, sé por qué lo hizo, conozco sus razones, pero eso no evita que me sienta ilusionada, estar ayer con él entre risas y charlas fue como si el pasado hubiese sido borrado por completo, fue especial, como revivir una de las muchas citas que tuvimos y cuando abro los ojos estos están llenos de lágrimas y veo borroso, no puedo seguir así, Sebastian va a casarse en poco tiempo con otra mujer, debo olvidarme de él, después de todo, fui yo quien se fue.
—Los gemelos me contaron de tu cena ayer —escucho a Johana, pero sigo bebiendo mi café como si nada —me has dicho horrores del padre de tus hijos Ania pero
—Solo fue una cena, nos llevaremos bien solo por los gemelos
—Pero lo amas —detengo mis movimientos cuando iba a comer algo y miro sus ojos —ni siquiera puedes mentir y negarlo —ella sonríe —Ania
—Lo sé, él va a casarse
—¿Por qué no se lo dices? —río con eso y me pongo de pie
—Johana nunca he estado en medio de una relación y no estaré
—Ya lo estás —la miro —hoy irás a la casa de Sebastian, ¿crees que después que él presente a sus hijos su relación con esa mujer seguirá igual?
—Eso ya no es culpa mía, no le pedí a Sebastian que hiciera algo, lo hace porque quiere —salgo de la cocina sin muchos ánimos mirando mi reloj y voy hacia la habitación de los gemelos para despedirme de estos antes de salir de casa.
Camino por la empresa sabiendo que ya he llegado tarde y tengo mensajes de Sebastian, miro mi teléfono cuando suena y casi vuelvo a chocar con alguien, al levantar la vista me topo con su sonrisa.
—Una vez es casualidad, dos ya le llamo destino —sonrío con sus palabras
—Yo diría que es la distracción —él respira hondo
—¿Acaso no cree en el destino? —una de sus cejas se alza y niego con la cabeza —Es una lástima, soy Enmanuel —extiende una mano hacia mí.
—Ania —tomo su mano
—Ania, ayer soñé con alguien llamado así, a eso le llamo destino —intento retirar mi mano, pero él no la suelta y sonríe —nos veremos a menudo —suelta entonces mi mano —lo prometo —me guiña un ojo y luego pasa por mi lado, suspiro echando a andar y solo niego con la cabeza mientras sonrío.
—Llegas tarde —la sonrisa se borra de mi boca al escuchar a Sebastian cuando entro a su oficina, este me mira
—Sebastian
—Aquí soy tu jefe Ania no olvides eso —aprieto mis dientes mirando sus ojos.
—Bien, jefe —respiro hondo —¿le traigo café, señor? —él sigue mirando mis ojos
—¿Sabías que por toda la empresa hay cámaras? —se pone de pie y gira la laptop hacia mí y efectivamente, se ve cada pasillo, lo miro sin entender su punto
—¿A dónde quieres llegar?
—¿Te has leído la política de la empresa? —se acerca a mí —no se permiten relaciones entre empleados —se detiene bastante cerca mirando mis ojos
—Ya te entiendo —murmuro algo confundida, ¿son celos lo que veo?
—El hombre al que tanto le sonreías hacía segundos es mi primo —mis cejas se alzan —y es un descarado, quiero que estés a kilómetros de él —Sebastian bufa —y no le sonrías sus gracias o pensará que te gusta y entonces seguirá detrás de ti —él me da la espalda y va hacia su silla.
—¿Y si me gusta que tiene de malo? —puedo notar como se tensa por completo, luego me mira con esa mirada fría que lo caracteriza.
—Entonces tendría que despedir a uno de los dos y no quieres eso ¿verdad? —sonrío —sal y tráeme un café Ania —pide en muy mala forma y vuelvo a sonreír antes de salir de ahí, estaba celoso, eso es claro.
El día en la empresa fue demasiado largo, por suerte no volví a cruzarme con Enmanuel pero podía sentir que Sebastian me miraba todo el tiempo, quizás solo sentía eso por las cámaras pero todo el día fue bastante raro y ahora, ahora está peor.
—Mira mamá, papá mandó un auto con chofer —Kai corre hacia el auto cuando el sujeto vestido de negro abre la puerta, respiro hondo sintiéndome demasiado nerviosa y camino hacia el auto en donde mis hijos ya han entrado.
—Buenas noches, señora —saluda el hombre y le sonrío
—Buenas noches —al subir un nudo se forma en mi garganta y el auto comienza a moverse, mis manos están sudadas y mi pulso demasiado acelerado, sé que la cena lo que menos será es tranquila, pero los gemelos no saben eso, ellos van felices y sonriendo como si fueran a una fiesta, niños, ¿qué se puede esperar de ellos? El trayecto se me hace demasiado largo y siento ya que el oxígeno me falta, llevo una mano a mi cuello para intentar tranquilizarme, pero la cadena con el anillo ya no está ahí y más nerviosa me pongo. El auto se detiene y la puerta se abre, solo bajo de este con poca elegancia y rápido.
—¿Se encuentra bien? —el chofer me mira preocupado y solo asiento —buscaré a Sebastian —asiento otra vez ante sus palabras.
—Mira mamá —miro a Kai cuando habla —es enorme —sigo su mirada y mi boca se abre al ver la mansión frente a nosotros, no solo es enorme, es hermosa, asombrosa y mucho más nerviosa me pongo.
—¿Qué haces aquí con tus hijos? —al escuchar la voz me doy la vuelta, la novia de Sebastian me mira con arrogancia —Estamos en una reunión familiar, vete —demanda acercándose a mí y claramente enojada.
—Ella no se irá —la mujer mira a mi espalda cuando la voz de Sebastian se escucha, yo no volteo —Precisamente esta reunión es por Ania, no puede irse —me tenso mirando a la tal Malena
—¿De qué hablas? —esta lo mira incrédula
—Pensaba decirlo a todos juntos en la cena sentados a la mesa, pero veo que no puedes esperar Malena —veo como ella aprieta su mandíbula y Sebastian se acerca a su novia
—¿De qué hablas Sebastian? —vuelve a preguntar dando un paso hacia atrás cuando él se acerca
—De Ania y la razón de su presencia así como que sus hijos anden con ella, quizás ya tu mente lo sabe y te niegas a verlo —Malena comienza a negar frenética —yo lo supe hace poco y sabes ya que mentir no es lo mío
Editado: 05.08.2025