El silencio me incomoda
Domingo 20 de Junio, 2016
Julian
Suspiro.
El techo resuena por la lluvia, el viento golpea fuertemente contra las ventanas y provoca ruidos que me estresan y me hacen querer quebrar todo lo de vidrio de mi dormitorio. Me quito las sábanas de encima, me froto los ojos con mis puños y me dirijo hacia el balcón.
El agua cae sobre mí mojando mi ropa por completo, sin importarme nada cierro mis ojos y dejo que el ruido del agua me relaje. Siento el estrés sobre mis hombros, estoy cansado de mi vida, de la escuela, de mis falsas amistades, de mi actitud y de casi todo lo que me rodea.
Todo lo que no me deja avanzar con mi vida, lo que me detiene ante los nuevos proyectos o cosas que me encantaría experimentar. No soporto estar en fiestas, no tolero tanto a las personas y me estresan cuando sé que me están siguiendo por interés.
—Te vas a enfermar por el agua —Beca habla a mis espaldas—, no te recomiendo enfermarte en estas temporadas. Ya que después te sofocas por el calor.
Sonrío.
—Beca —digo—. ¿Alguna vez sentiste la necesidad de desaparecer del planeta?
Su mano sostiene la mía con fuerza, deja reposar su cabeza en mi hombro y la escucho suspirar. Beca, además de ser mi hermana, es la que siempre ha estado para mí cuando más la necesito. Jamás me abandona, me apoya en mis noches de crisis o en esas mañanas en las que despierto gritando por mi vida debido a un pésimo sueño.
No sé qué haré cuando ella decida marcharse de casa algún día, somos muy pequeños para andar pensando en eso, pero algún día ella decidirá irse.
—No sé con exactitud lo que sientes en este momento, Julian —acaricia mi espalda—. Pero lo que si tengo entendido es que siempre podrás confiar en mí en cualquier inquietud que tengas. Hasta la más fuerte hasta la más tonta —sonríe.
—No sé que haré sin ti cuando te vayas de casa.
—Faltan muchos años para que eso suceda, mientras tanto disfrutemos nuestra vida juntos Julian. Más adelante los tres tomaremos caminos por separado —me abraza.
—Me da miedo pensar en que en unos años seré adulto y vendrán más responsabilidades de las cuales no seré capaz de afrontar solo. Me aterra pensar en qué tal vez no sepa cuidarme o no encuentre a alguien que comparta su vida conmigo —bajo la mirada—. Tengo miedo de crecer y de dejar de ser un adolescente.
Levanta mi barbilla con sus dedos y me sonríe. Su cabeza descansa en mi pecho y paso mis brazos por sus hombros abrazándola.
—Todos tenemos miedo de crecer y de tener que afrontar nuevas cosas. No eres el único que siente ese temor, yo también tengo miedo de tener que salir adelante por mis propios ingresos.
—Perdón que los interrumpa en su abrazo de hermanos —nuestro hermano mayor habla mientras se sienta en mi cama—. Si van a querer desayunar tendrán que cambiarse de ropa o mi madre los matará.
Asiento.
Sale de mi dormitorio, no sin antes lanzarle una toalla de mi armario a Beca para que pueda pasar por todo el lugar sin mojar el suelo y salir. Me quito la ropa mojada, me veo en el espejo y veo mis facciones.
No me gusta mi cuerpo, mi rostro no es el más bonito de todos, mis ojos no son de un color claro como los de mi hermano. Mi cabello es rizado, de un color oscuro y tengo problemas con la caspa que se me hace irritante. Mis piernas son gruesas, no tengo un abdomen marcado como la mayoría de los chicos de mi edad, también tengo estrías en muchos lugares de mi cuerpo que no diré por miedo. Nadie sabe cómo es mi cuerpo, ni mi propia madre que me llevó en su vientre durante nueve meses.
Cierro mis ojos para evitar verme en el espejo, siento como mis ojos se llenan de lágrimas y decido entrar a la ducha para que el agua tibia me relaje y evite que llore como un niño en la esquina de mi cuarto. Sin tener un motivo alguno para hacerlo, solo por ver mi cuerpo en el espejo.
Termino de ducharme y enrollo una toalla en mi cadera. Cepillo mis dientes, observo mi rostro en el espejo y salgo del baño. Cojo un bóxer negro, un pantalón y me pongo una camisetilla para bajar a la cocina, en donde supongo que están todos en este momento.
Mi hermano se encuentra dándole una mordida a una empanada, mi padre bebe de su café mientras lee un libro y mi hermana se sirve un poco de jugo de naranja en un vaso. Beca me sonríe y me tiende un vaso vacío y luego lo llena del líquido naranja. Lo levanto agradeciéndole y le doy un sorbo.
Nadie dice nada.
—¿Todo bien? —Pregunto para llamar la atención de mis padres.
Silencio.
—¿Sucede algo? —Beca sube las escaleras para perderse en su cuarto.
Silencio.
—¿Alguien dirá algo? —Mi hermano se pone de pie, me da una palmada en la espalda, deja un beso en mi cabello y se pierde en la sala.
Mi cuerpo tiembla.
—Madre —digo.