Las mentiras me causan decepción
Domingo 04 de Agosto, 2017
Julian
No entendía a las personas en su totalidad, todas eran raras y actuaban de forma diferente según el humor de su despertar. Es como si tuviesen muñecos que los controlaran y les dijeran cómo actuar a cada instante.
Así me sentía yo en estos momentos, como si una versión diminuta de mí estuviera controlándome por completo en mi cabeza. Diciéndole que hacer y como actuar cuando veo a alguien. Porque ahí estaba Harris de pie, viéndome a los ojos con una taza de café en su mano y una sonrisa de lado a lado.
Podría decir que parecía psicópata o un demente a punto de capturar a su fresa para asesinarla. Pero no, solo me observaba y tomaba café como si fuera lo más normal del mundo.
Me destapo para poder recibir aire, el calor estaba matándome. Me encontraba en ropa interior, debido a que la temperatura se elevó desde anoche y el aire de la casa funciona muy mal. Seguía ahí, tomando café y viéndome.
No estaba entendiendo nada de nada, no me decía ni una sola palabra y empezaba a inquietarme su actitud. Da un paso al frente, deja la taza en la mesa del lado y coloca sus manos en su cadera. No dice nada.
Me siento en la cama, enciendo la lámpara de la mesa de noche de mi lado y es ahí cuando en realidad me doy cuenta de que si me observa con una cara poco común en él. Su sonrisa seguía de lado a lado, sus cejas estaban fruncidas y no parpadeaba para nada.
—Harris, me estás asustando —digo—. Deja de verme así con esa sonrisa, pareces un maniático a punto de matarme.
—Oh pequeño Julian, eso es lo que he querido hacer desde hace mucho —da otro paso al frente—. Pero eres tan inesperado que siempre huyes cuando quiero hacerlo, pero esta vez no tienes escapatoria.
Toma un cuchillo de la mesa, que no sabía que estaba ahí, da otro paso al frente y cuando esta muy cerca de mí me toma del cuello. Pasa el cuchillo afilado por mi rostro, deslizándolo sin presión sin intención de cortarme.
Respiro hondo.
—¿En verdad lo harás?
—Es lo que siempre he querido hacer.
Entierra el cuchillo en mi cuello, siento hardor, la vista se me comienza a nublar. Mi cuerpo pesa demasiado, todo se me hace borroso y caigo al suelo.
—Mi misión está completada —dice.
Despierto.
Mi camisa esta empapada debido al sudor, mi respiración esta agitada y Harris se levanta preocupado al verme. Toca mi frente y por su cara deduzco que estoy que prendo en llamas. El sueño fue muy real, demasiado real.
—Harris, todo fue muy real —digo—. Tú estabas de pie viéndome de una forma muy extraña y luego —respiro rápido—, luego tomaste un cuchillo.
—Calma, respira despacio —posa su mano en mi pecho—. Relájate que solo fue un mal sueño, todo esta bien.
—Tú me mataste.
—¿Me ves cara de querer matarte? —Pregunta.
—No lo sé, todo fue muy raro —cubro mi cara con ambos manos y las deslizo —. Fue muy real, pude sentir el ardor cuando el cuchillo entró en mi cuello, pude sentirlo ese hardor.
—Relájate.
~ • ~ • ~ • ~
La casa lucía abandonada, a pesar de llevar poco tiempo sola, la basura se estaba acumulando en la orilla de la calle y el polvo comenzaba a ensuciar todas las cosas que la decoran por fuera, los árboles habían crecido un poco más y habían unas cuantas hojas en la grama.
Había cambiado muy rápido desde que todos salimos de aquí, nadie le daba mantenimiento, nadie la habitaba y ninguno daba señales de vida más que nosotros dos. Beca toma mi mano, la escucho suspirar y abre la puerta.
—Se siente raro estar aquí de nuevo —dice.
—Y lo será más si volvemos a encontrar más cosas ocultas en todos los lugares secretos —digo—. Sé que hay más.
—¿Cómo estás tan seguro de eso?
—Si encontramos un anillo podemos encontrar hasta nuestros dientes de bebé —me encojo de hombros—. Podemos llevarnos grandes sorpresas husmeando.
—La última vez encontramos muchas cosas interesantes, pero temo a que encontremos algo que nos duela de verdad o que tal vez sea mucho peor. Nuestros padres nos ocultan muchas cosas Julian —Beca cierra las puerta detrás de nosotros—. Solo no quiero terminar decepcionada de nuestro pasado o de lo que sea que escondan estas paredes.
Enciendo la luz del salón, el polvo se adueñó de los muebles y unas cuantas telarañas yacían en cada rincón del lugar. Aquello olía a húmedo, como si hubiese explotado alguna conexión de agua y se estuviera mojando toda la casa.
Todo se encontraba intacto, tal y como lo dejamos. No había señal alguna de que alguien hubiese entrado por mucho tiempo. No habían pisadas, que por el polvo sería notorio, y el ambiente seguía tranquilo.