Mis padres son una farsa
Sábado 03 de Enero, 2020
Julian
—¿En verdad crees que hay mucha seguridad en este lugar? —Pregunta Harris a mi lado—. Luce tan solitario que me incomoda un poco. De hecho solo veo a tres policías —los señala—. ¿Crees que hay más?
Lo observo con atención y río ante sus ocurrencias. Estábamos frente a la Casa Blanca en Washington D.C. dando una vuelta o mejor dicho buscando la casa adecuada para vivir.
Hace un mes decidimos buscar una casa en el estado de Maryland para pasar el resto de nuestras vidas. O al menos el tiempo que duremos estar juntos. Beca obtuvo el trabajo que se le fue ofrecido y pidió un traslado a este estado para así poder vivir con nosotros. Y ahora estábamos acá conociendo el lugar en donde vive el Presidente de los Estados Unidos de América.
—Creo que adentro debe de estar lleno de policías resguardando a la primera familia —digo.
—¿Qué tan seguro estás de eso? —Pregunta.
—Es lógico saberlo ya que adentro de esa mansión viven personas importantes que gobiernan nuestro país. Sería fatal si no hubiese protección adentro. Es como si no protegieran los bancos de los ladrones que quieren robarse todo el dinero de las cajas fuertes.
Me encojo de hombros y él me da un empujón.
—Eres muy inteligente, ¿lo sabías?
—Harris —digo.
—Dime.
—¿Qué quieres hacer después de que compremos la casa?
—Somos muy jóvenes para pensar en crear una familia, pero podemos empezar teniendo una mascota para ver qué tan buenos somos cuidando de otro individuo —sonríe—. Y no sé, tal vez podamos casarnos en un futuro no tan lejano. ¿Y tú qué tienes en mente.
¿Qué tengo en mente?
Desde que Harris llegó a mi vida todo dió un giro total y le dio color a mi vida. Me hace sentir como un rey y es quien me levanta el ánimo cuando amanezco con ganas de morirme porque me siento la peor mierda del planeta. Pero no tenía casi nada en mente para nuestro futuro, él abandonó la carrera y yo dejé de estudiar desde que mis padres se fueron.
—No estoy seguro de lo que quiero.
—Es muy temprano para pensar en eso, ¿no crees? —Asiento—. Pero me pongo a pensar y me da risa verme cargando a un pequeño o pequeña. No sé pero te me haces gracioso.
—¿Te causa gracia pensarme siendo padre?
—Si.
—Oigan —Grita Beca—. Sabía que los encontraría aquí. Encontré una casa hermosa en venta a unas calles de aquí. Sé que les encantará la vista y como es por dentro.
—Detalles —digo.
—Vengan conmigo.
La seguimos durante quince minutos y llegamos a una avenida con casas de dos pisos, recién construidas y con fachas modernas. Beca nos lleva a la que había visto y al verla observo a Harris de reojo. Él sonríe de lado y decidimos tocar la puerta para ver si encontrábamos al que sea que la estuviera vendiendo. Por suerte un hombre abre la puerta y dice que somos los primeros en venir a verla. Nos da un tour por la casa y nos muestra todo lo que incluye.
¡Vaya!
Una casa nueva y en un lugar como este es todo lo que siempre hubiese querido tener de niño y ahora estaba aquí en una a punto de firmar un contrato. Todo había ido tan bien en mi vida en estos últimos años que sería difícil de creer si fuera el Harris de hace años.
—¿Entonces tenemos un trato? —Digo.
—Exactamente —estrecha su mano con la mía—. Pueden mudarse hoy mismo si lo desean.
Nos entrega las llaves de la casa y sale por la puerta dejándonos solos a los tres adentro con una casa gigante y con ganas de hacer de todo.
—Supongo que este será nuestro primer día aquí —digo.
—Julian —dice Beca—. No tenemos nada más que los muebles que tiene la casa, nuestra ropa está en otro estado junto con nuestras pertenencias.
—¿Tanto te importan tus pertenencias?
—No —dice—, pero si me importa mi ropa que no tengo tanto dinero para comprarme tanta en un mismo día. Es casi imposible conseguir mucho dinero en una semana.
—Yo opino que vayamos a la zona comercial y busquemos empleo. Luego podemos buscar estudio y seguir con nuestras vidas tal y como lo hacíamos en nuestra otra ciudad. No veo el problema con empezar desde cero, igual tenemos las cuentas bancarias de nuestros padres. No creo que se enojen después de todo lo que nos han hecho.
Saco mi billetera de mi bolsillo trasero de mis pantalones y la abro buscando la tarjeta de mi padre. La observo detenidamente y se la entrego a Beca. Ella levanta la mirada y asiente entendiendo mi plan.
—Manos a la obra Beca, pero te recuerdo que falta de dinero no hay. Recuerda que tenemos la herencia y la cuenta de banco. No hubiésemos comprado esto si no tuviésemos dinero, ¿no crees?