Julian

Capítulo Veintitrés

¿Y qué sucedió después?

 

Miércoles 05 de Noviembre, 2020

 

Rebeca

 

   Julian estaba en el suelo sangrando, Jackson estaba a su lado tratando de controlar a Julian para que no cerrara los ojos y yo estaba pálida, asustada y con ganas de gritar.

   Todo había pasado muy rápido, la que decía ser mi madre estaba dispuesta a acabar con nuestras vidas en este lugar. La mujer que un día dijo amarnos, la mujer que nos cuidó siempre estuvo frente a nosotros y trató de matarme.

   Mi hermano había aparecido de la nada siendo avisado por mi padre de que esto iba a suceder, lo cual se me hace muy sospechoso y poco creíble ya que mi padre tampoco es un santo. Todo me da vueltas y tengo ganas de vomitar al ver tanta sangre en el suelo.

   Anteriormente, cuando estaba en el suelo peleando con mi madre, me había susurrado algo que me había dejado paralizada, pero al mismo tiempo tenía que quitármela de encima.

   —¡Julian! —Grito.

   Jackson estaba llorando mientras mantenía a Julian despierto, mi hermano llamaba a la ambulancia y la policía tenía a los dos culpables esposados afuera del lugar. La fiesta se había acabado y toda la gente que estaba en la pista bailando había salido del lugar para chismosear acerca de lo que estaba pasando.

   —Por favor aguanta —susurro.

   Observo a mi hermano y se pone de rodillas al lado mío. Sus brazos me atrapan y me da un abrazo para animarme. Aunque él no haya estado con nosotros se ganó mi aprecio en poco tiempo, sus actos son los que me demostraron que es de fiar y ahora estaba aquí al lado de Julian y del mío tratando de animarme para no explotar en este lugar.

   —Yo también quiero que él esté bien —me dice—, también es mi hermano y no quiero que le suceda nada malo.

   —¿Qué pasa con la ambulancia? —Pregunta Jackson entre lágrimas—. Si pasa más tiempo va a morir.

   —¿En dónde recibió el disparo? —Pregunta.

   —¡No lo sé! —Jackson sigue gritando.

   La ayuda llega y mi hermano es llevado por la ambulancia al hospital más cercano. Me acerco a Jackson y lo abrazo, es lo mejor que puedo hacer para controlarlo y no dejar que termine rompiendo algo por la rabia.

   —Él estará bien —digo acariciando su cabello.

  —No lo quiero perder, Beca —dice—. Él es lo único que me queda y sería fatal perderlo. Necesito que sobreviva.

   —Lo hará —interrumpe mi hermano—, Julian es un chico fuerte y no se rendirá de manera fácil. Pero todo dependerá del lugar en donde recibió el disparo. Si fue en una pierna o en un brazo hay altas probabilidades de que sobreviva, pero si la bala fue al pecho —suspira—, puede que en ese caso no logre vivir.

   —Pero no sabemos en dónde fue —digo—, pudo haber sido en cualquier lugar.

   —Lo sé pero él estará bien, confío en que Julian es fuerte y no se rendirá —me abraza—. Solo espero que no quede en coma o será complicado después.

   —¿Puede quedar en coma? —Pregunta Jackson—. ¡Dios!

   —Depende de muchas cosas.

   Les doy una última mirada para darme la espalda y salir de ese cuarto. En mi camino a la salida miro a mi madre y al otro hombre siendo interrogados por los oficiales de policía y me acerco a mamá.

   La veo con odio, mis ojos no pueden verla de otra forma más que con odio y decepción. Levanto mi mano y sin pensarlo le doy una cachetada y ella sonríe de lado.

   —Te odio —digo.

   —Cariño —dice—, si todo esto fue un plan mío desde siempre y tú no me dejaste llevarlo a cabo. El plan era sencillo —vuelve a sonreír—, tenía que matarlos a ambos pero creo que solo pude matar a uno de ustedes. 

   —Eres una maldita —digo—, ojalá y te pudras en la cárcel por lo que hiciste. Tú ni mereces estar viva.

   —Tú tampoco —dice.

   Levanto la mano dispuesta a darle otra cachetada cuando Jackson me atrapa y me aleja de ella. No me quejo ni me muevo, solo dejo que me arrastre hasta la salida y la mirada de mil personas nos reciben.

   —Vámonos al hospital que Julian nos necesita —dice Jackson.

   —Esperen —digo y ambos se detienen—. Tú —señalo a mi hermano—, ¿cómo sabías que todo esto pasaría?

   —Mi padre me advirtió sobre que esa mujer podía hacerles daño.

   —¿Y cómo sabías que estábamos aquí? —Pregunto.

   —Los seguí —bajo la mirada—. Beca, fue para protegerlos.

   —Lo sé y gracias por llegar a tiempo o quizá en este momento los tres estuviésemos muertos y nadie se hubiese dado cuenta.

   —Recuerden que el hospital nos espera —Jackson interrumpe—. Necesito saber información acerca de su estado.

   —Adelántense —digo—, necesito preguntarle algo más a mamá.

   Ambos asienten y caminan para perderse entre el grupo de personas que estaban pendientes de todo. Entro y me acerco nuevamente a esa mujer que podré darle una cachetada sin que me tomen el brazo para evitarlo.




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