Just Love

CAPÍTULO II: FAMILIA

Cuando Sofía lo notó bien dormido, tomó la almohada, levantó la cabeza de Daniel, la acomodó en ella con suma delicadeza, le subió los pies, lo abrigó y lo dejó dormir. El hombre estaba agotado después de haber llorado tanto y lo mejor era dejarlo descansar.

Salió de la habitación con las tazas que habían usado para lavarlas, pero unos pasos adelante se encontró con la nana de Daniel, doña Esperanza iba a hablarle a Sofía, pero Sofía le hizo la señal de silencio con el dedo en los labios y se fueron a la cocina.

—Daniel está dormido— dijo Sofía susurrando —cayó rendido después de tanto, lo mejor es dejarlo descansar— la nana Esperanza afirmó con un par de movimientos de la cabeza.

—Les toca engreír mucho a Daniel porque está muy sensible—

—Claro que sí, con todo gusto señorita Sofía— respondió preocupada Esperanza

—Solo dime Sofía— respondió Sofía —ahora lavaré esto y luego me iré—pero Esperanza se opuso —No No, yo lo haré, usted, digo tú, váyase a descansar— Para Sofía fue un alivio tomando en cuenta lo mucho que le molesta hacer los quehaceres del hogar. Más rápido que furiosa, se fue a su casa a descansar.

Al día siguiente Daniel despertó cerca de las nueve de la mañana con los ojos hinchados y adoloridos, se dio un baño de agua fría para despejar la mente. Esperanza ya lo esperaba con el desayuno en la mesa.

—¡Nana!— dijo Daniel con una media sonrisa.

—Eres cómo un hijo para mí, siempre estaré para ti para cuidarte, aquí Javier, Marino y yo te estábamos esperando para desayunar— Daniel sonrió y agradeció el gesto.

Necesitaba ese calor de hogar que el destino cruel siempre le negó, primero le quitó a sus padres y luego el abuelo quién se quedó a cargo de Daniel, pero siempre lo dejaba solo con largos viajes de trabajo. Daniel pensaba mientras desayunaba que la familia con la que siempre había soñado la tenía frente a él, Esperanza, el esposo de está, Javier, su recién recuperado abuelo, quién venía en camino de un viaje de trabajo y Marino el joven que trabaja apoyando a Esperanza, de alguna u otra forma agradecía no estar solo.

Daniel enfrentaba un desánimo fuerte, no tenía ganas de tocar el piano, de crear ningún proyecto, su trabajo había quedado en stand by, pidió vacaciones por un mes para poder despejarse.

Después de desayunar y volver a su habitación notó que su celular estaba muerto así que era momento de ponerlo a cargar, cuando se acercó al enchufe había una hoja de papel escrita que lo tapaba todo, lo sacó enchufo el celular y leyó la nota.

“Qué bueno que ya resucitaste, solo para decirte que sí vuelve a ocurrir algo como lo de hace unos días, te mataré, ¡llorón!

Take care, Sofía” 😒

Daniel sonrió entre dientes.

Durante la primera semana respondió los pocos mensajes que le enviaba Sofía y uno que otro del trabajo. Así estuvo por dos semanas hasta que le pidió a Sofía verse.

Daniel llegó mucho antes, sabe muy bien que Sofía no espera detesta a los tardones además lo más probable es que Sofía llegaría cinco minutos antes de la hora pactada, y así fue Sofía llegó, pulcra, de pantalones jeans, polo y blusa encima, perfectamente planchado, zapatillas blancas, sin medias, un reloj color plata su color favorito, una pulsera, dos anillos de plata y oro, pestañas rizadas y cejas perfectamente maquilladas, cabello corto, rizos definidos, uñas naturales, lentes enormes en animal print y mochila color palo rosa, muy elegante para lo sport de como siempre anda. Por su lado Daniel, él, pues él sobrevivía.

Se saludaron e hicieron el pedido, Sofía como siempre algo dulce más un té y él una hamburguesa de verduras.

—Se que suena obvio pero ¿Cómo estás?— preguntó Sofía con un poco de duda.

—Creo que mejor, aunque es muy reciente claro está, pero ahí voy—

—Pues son buenas noticias, eso quiere decir que avanzas—

—Sí, eso también creo yo, estuve revisando algunos recuerdos, fotos y todo para hacer mi “balance” y creo que estoy listo para escucharte— Sofía levantó una ceja —¿Escucharme?—

—Ese día dijiste que no era el momento de emitir tu opinión, pero ahora quiero que lo hagas, estoy listo—

—¿Estás seguro?—

—Más que listo necesito que lo hagas. Solo lánzalo, dilo, al tiro, necesito un puñete y solo acepto los tuyos—

—Conste ¿Eh? Luego no me vayas a salir con Sofía agresiva, Sofía esto, Sofía lo otro— Daniel sonrió —trataré de buscar las palabras adecuadas, por suerte no hablo lisuras así que estás salvado— mientras daba una cucharada a su postre.

—Ahí te voy—




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