29 de marzo de 2022
“Hoy Morfeo me ofreció en el desayuno una carne verdaderamente inusitada y dulce: la de un sueño único. Durante los minutos en que permanecí en aquel estado, mi ser se situaba de manera muy natural en un alto estrado, como aquellos desde los cuales los oradores más diestros del mundo pronunciaban sus discursos ante innumerables personas, donde con especial inspiración se declamaban poemas de un poeta, aparentemente hace mucho olvidado por mi mente, sin duda grande, dada la profundidad de sus máximas. Estas pocas líneas se presentaban en la siguiente forma verbal:
“Pueblos de Tierras desgraciadas,
¿cuándo comprenderéis al fin:
sin acuerdo no hay libertad,
¿jamás la veréis en ese mundo?!
El estadounidense golpea al británico,
el británico inmediatamente intenta,
en venganza, lanzar de su mochila
aconito de carne de hierro.
El indio intenta expulsar al indio
de su propia tierra—
¿Acaso no hay espacio suficiente en el mundo
para habitar en paz?—
Así pensaba todo filósofo,
cuyo destino es pensar y escribir:
sus labios son hoces y guadañas,
en manos—pluma y “gracia”!”
Pero, ¿qué escribir sobre el hombre
en ese mismo instante… oh, sí!.. entonces,
cuando de los cielos fluyen ríos
de átomos lejanos: Estrella,
inflamada por una orgullosa sensibilidad,
expulsó de su país
a sus hermanos—mayores, menores—
eligiendo la herencia de la oscuridad total…
¿Pero quién, qué poeta escribió estas líneas? Sé con certeza su nombre, aunque se ha cubierto en mi mente y en mi conciencia con un velo de polvo de los años pasados entre olas y corrientes de la vida, que intencionadamente adormecieron mi ser tras aquella época llamada por todos los representantes del género humano “juventud”. Mi memoria ya no es la de antes, y la causa es el tirano tiempo: veintisiete años de mi vida gastados en meditaciones pesadas, pero no oscuras, conversaciones y antinomias conmigo mismo—tal vez por eso, mientras muchos de mis coetáneos disfrutan de los placeres y dificultades de la vida familiar, me sumerjo en la búsqueda de algo sagrado y divino para mí… algo capaz de acercarme a la verdad, y por ende, de mostrarme lo oculto para muchos.
Pero, ¿para qué quiero esa verdad? ¿Por qué deseo no estar con todos? ¿Para qué ver donde muchos no alcanzan madurez? ¿Solo para destacar audazmente entre todos, personificando, según la mayoría, el orgulloso y altivo rostro de Lucifer? ¡No! Mi objetivo nunca fue la ganancia ni el entretenimiento: en nombre de realizar mi propio destino, aún desconocido para mí, anhelaba con desesperación obtener aquello que en este mundo parecía imposible—y debo reconocer que lo conseguía con bastante éxito… Cada día, como la musculatura, mi ser se llenaba más de conocimientos ocultos; nada deseaba más que hablar sin cesar, con brillante y apasionado discurso, no con los demás en silencio, sino conmigo mismo con todas las voces—ya fueran La Fontaine o Burns, de todos los hombres existentes, existidos y nunca existidos: con silencio revelaba a este mundo verdades únicas e inexploradas; con la voz, no le ofrecía nada…
Ardiendo en las llamas de mis propias angustias y tormentos, me balanceaba de un lado a otro, como una caña delgada, cuya carne, por las circunstancias, se somete involuntariamente al viento libre—mi ser deseaba simultáneamente detener estas búsquedas y continuarlas con el máximo empeño: en esos minutos logré, en cierta medida, comprender lo que significa ser, existir y vivir como mujer—lo que significa permanecer en constante inconstancia y en dudas inequívocas…
¿Y acaso debía abandonar estas búsquedas? ¿Para qué estas líneas de un autor hace mucho olvidado por mi mente?.. ¡No! No puedo dejar de buscar, porque… estas pocas líneas, como grabadas con fuego en metal “mene, tekel, fares”, como esculpidas en la piedra de Rosetta con cincel hábil, fueron, por alguna razón, creadas por el Todopoderoso en mi alma como el leitmotiv fundamental de todos los momentos pasados, presentes y futuros de mi naturaleza verdaderamente dual…
Sumergido completamente en las respuestas a las preguntas buscadas en Internet, con la atención de un exitoso buscador de oro, fui separando las partículas doradas que podían conducir mi ser a su objetivo sagrado: mucho útil, mucho innecesario, y nada de lo que buscaba desesperadamente. “Hoy Joe Biden firmó la ley contra los linchamientos…”—eso no es lo que necesito, debo mirar más allá… Un instante más… y ante mi apareció otra respuesta, esta vez en video en YouTube: quizás esto acerque mi ser a la verdad objetiva…
Unos clics y ahí estaba, en el canal “Germán de Saint-Pre”, con extraordinaria curiosidad, observando un video lleno de singularidad y simplicidad compleja:
“Al anochecer, en la orilla del océano, un silueta apenas visible escucha con interés el canto peculiar del mar: sus ojos abiertos o cerrados—desconocido. Rico o pobre, sabio o tonto, joven o viejo—no importa. En este mundo no se debe juzgar por la apariencia, pues el ángel más bello resultó ser el diablo. Esta silueta es cada uno de nosotros, es nosotros. Es individuo concreto y humanidad… En unos segundos, sus labios con medida indescriptible se dirigen a su propio ser—sus sentimientos despiertan, ideas surgen, activando un caleidoscopio infinito de recuerdos pasados y futuros, de sucesos ocurridos y no ocurridos.
Instante… una ola se aproxima a la sombra… en su mente surge la imagen de una joven de diecinueve años, dulce y encantadora, que conquistó su corazón, pero… nunca se atrevió a hablarle: ahora lo hace mentalmente, se conocen, encuentros, momentos agradables, afecto y disputas, dulces besos, boda, hogar, familia, hijos… La ola llega a la orilla y desaparece llevándose pensamientos y emociones, dejándolo frente a la realidad objetiva… Un instante más… otra ola, nuevos sentimientos, impulsos y pensamientos.